Recuerdos de una vida anterior. Parte Tres.

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Jure que mi corazón había dejado de latir en el momento en que mi aliento se detuvo y esas manos se posaron en mi cara, sentía una respiración en mi cuello -la cual me erizaba el vello de la nuca- y pertenecía aquel desconocido que me había deseado unas “Buenas Noches”… no abria la boca, solo me quedaba quieta, mi espalda estaba tensa y estirada como una regla, tenia los dientes apretados en mi boca, el miedo a cada segundo que pasaba me consumía más rápido.

-¿Angie? No me reconociste… es una lástima, princesa  –dijo con una voz triste, también habría jurado que hasta tenía un puchero en los labios. Un minuto… esa voz la conocía a la perfección, estaba aquí y había llegado, por fin.

Mi corazón comenzó a acelerarse de la emoción habiendo dejado el miedo de lado, sonreí ampliamente como una pequeña niña y empecé a asentir como una desquiciada. Razón por la cual escuchaba la risa de él.

-¡Sí! ¡Si te reconozco! ¡Eduardo! –en ese momento las manos en mi cara aflojaron y se separaron de mi, pero no di tiempo de que se echara hacia atrás ante el hecho de que había saltado a darle un abrazo aprovechando para hundir mi cabeza en su pecho, respirando su olor a frescos bosques de campo, alce la cara para ver sus hermosos ojos azules oscuros como el océano y el cabello de un marrón casi negro. Solté un gritito de felicidad.

Seguía viendo sus ojos dulcemente, por fin había vuelto después de tanto tiempo, Eduardo era un viejo amigo mío, lo quería tanto como si fuese mi propio hermano, el único problema que existía o esperaba que hubiese existido y desaparecido, eran los sentimientos que el poseía hacia mí, pero nunca deje que eso dañara la amistad que poseíamos, no quería perderlo así que la única opción que él vio para remediarlo fue mantenernos por un tiempo lejos, lo que no supe es que el haberlo dejado tomar esa decisión me iba a lastimar tanto, porque hasta yo había aceptado que podría ser bueno pero no lo fue, así que, tenerlo ahí me era una de las emociones más gratas que allá sentido en mi vida.

Escuche un suave carraspear de garganta por lo que ambos volteamos a ver a la persona que producía tal sonido, el con una cara de disculpas, yo con una cara de curiosidad infantil que posiblemente fue la razón por la que el dejo de ver a Eduardo para pasar sus ojos hacia mí y devolverlos a la persona a mi lado. En toda mi vida era la primera que vislumbraba un color tan soñado, tan precioso y profundo, pero muy extraño, sus ojos eran de un morado perfecto, el color de las uvas ni siquiera se asemejaba al que el tenia, este brillaba y contrastaba perfecto con su cabello de un rubio que si se veía bien y los rayos de la luna estaban a tu favor se veían reflejos plateados.

Deje de respirar por segunda vez en esa noche, había valido la pena dejar de respirar, gracias a el pero ese momento se desvaneció de golpe al darme cuenta de que él se parecía a Alexander, el hombre de mis sueños… era imposible… lo era… era casi irreal.

-¿Alexander? –susurre bajo y ni yo misma había creído que lo dijera sin pensar.

Ambos habían escuchado mi voz y la pregunta que contenía al no haber un solo ruido en el lugar, el hombre de ojos morados sonrió de lado dándome a conocer su respuesta. No podía ser verdad... yo nunca lo había visto y mucho menos lo conocía de alguna parte pero era tan real que podía tocarlo, además de que otra persona lo veía y eso me certificaba que no me estaba volviendo loca.

-¿Lo conoces? –pregunto Eduardo expectante ante que yo conociera su nombre, un sudor frio me corrió la espalda, ¿Cómo explicaba que sabia el nombre de alguien a quien nunca he visto?… suerte que Alexander me salvo en ese preciso momento.

-He estado haciendo negocios con su padre, ya nos hemos encontrado antes –su voz sonaba calmada, y como si fue una verdad que no se pudiera refutar. La mirada de Eduardo mostraba duda por lo que volteo a verme, no podía hacer más nada decir que si, a menos de que tuviera que explicar mi versión de los hechos para terminar en un manicomio.

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