A mis 11 años, tras el fallecimiento de mis padres en aquel incidente del cual no quiero hablar. Tuve que venir a vivir con mi hermano a Corea ya que él se había mudado allá hace unos pocos años por cuestiones de negocios. La casa en la que vivía quedaba cerca al mar, lo que me beneficiaba bastante ya que practico con frecuencia el surf.Gracias a la buena paga del trabajo de mi hermano no carecía de dinero. Pero estaba la mayor parte del tiempo sola en la casa ya que mi hermano no tenía tiempo para mí y yo no quise que contratase ninguna niñera. Tenía algunas amigas en el colegio las cuales eran muy pocas pero solo hablaba con ellas en clase.
Llegó el verano y no tenía nada que hacer. Mi hermano llegaba en la noche así que todos los días estaba sola hasta esas horas. Como de costumbre, decidí salir a surfear. Apliqué el bloqueador y recogí mi tabla del armario. Caminé aproximadamente un minuto hasta llegar a la playa donde solía estar la mayor parte del tiempo si no era practicando y creando coreografías en el cuarto de baile. Nadé un rato mientras esperaba alguna ola. Cuando llegó la esperada aproveché el momento y nadé rápido sobre mi tabla cerca de ella. En eso, escucho unos bajos gritos de auxilio. Casi inaudibles pero igual llegaron a mis oídos. Nadé rápidamente con curiosidad hacia el lugar de dónde provenían. Llego a unas rocas donde los gritos se hacen más fuertes pero de un momento a otro se detienen. En eso, observo abajo y veo a un chico de algunos 15 o 16 años sin poder nadar. Llego rápidamente acercándome a él y lo tomó por el torso para llevarlo a la orilla.Al llegar observo su pecho. No respira. Le doy los primeros auxilios que por suerte me habían enseñado cómo en mis primeras clases de surf. Luego de unos cuatro intentos reaccionó. Tosió y abriendo sus ojos poco a poco comenzó a observar al rededor. Se sentó y comenzó a respirar un poco más despacio. -Creo que necesitas una toalla y ropa seca.- dije seria con mi voz aún de niña mientras lo ayudaba a ponerse de pie y él sólo me miraba aún sorprendido.
Lo ayude a caminar hasta la casa donde le deje sentarse y busque alguna ropa de mi hermano que creí le quedara. Se la entregué y caminó con dificultad al baño a cambiarse. Mientras secaba mi cabello con la toalla que antes había buscado lo vi salir del baño.-Te puedes quedar un rato más hasta que te sientas mejor.- dije mientras le entregaba una bolsa con hielo para que la colocara en su tobillo al parecer lastimado.-Tengo hambre.- habló por primera vez el joven llevándose una mirada des aprobatoria de mi parte por su comentario. Preparé un poco de ramen instantáneo sirviendo la mitad en su plato y la otra en el mío. Comió como si fuera su primera vez y se terminó todo de un bocado. Ni siquiera me detuve a mirarlo y solo seguí comiendo. Para ser mayor comía como un niño de preescolar embarrando su cara y derramando el líquido de la sopa por su cuello. Solté una pequeña risita con la boca llena entregándole una servilleta. -Gracias, niña.- dijo entre risas luego de tragar limpiándose con la servilleta que le había entregado antes. -Por cierto. ¿Cuál es tu nombre?- preguntó apoyando su mano en la mesa para poder levantarse. La sonrisa se borró de mi rostro, no le diría mi nombre a un extraño. Mi hermano me había dejado muy claro que no hablara con nadie mientras él no estaba y ya estaba desobedeciendo una de las reglas. Sólo me giré tomando su plato y el mío para lavarlos. -¿No me dirás?- preguntó otra vez solo que esta levantándose y sacando los platos de mis manos para lavarlos él. -Eres un extraño y yo no hablo con extraños.- solté cruzándome de brazos y frunciendo el ceño como niña pequeña (ya que lo era).-Mi nombres es Kunpimook Bhuwakul .Lo vez, ya no soy un extraño.- dijo con la misma amplia sonrisa que llevaba desde hace un rato. Continúe callada hasta que el chico observó el reloj y abrió los ojos como platos.
-¡Aish! Ya es tarde.- soltó al parecer un poco molesto antes de acercarse a la puerta. -Nos vemos luego, niña.- se despidió despeinando mi cabello con su mano mientras acariciaba mi cabeza con esa sonrisa que nadie se la borraba.