Interrupciones

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Harto de contener mis ganas insaciables de tener un momento a solas con Mugiwara-ya, me acerqué a él cuando estaba sentado charlando alegremente con su nakama de nariz larga y tanuki-ya, lo agarré por el cuello de su camisa y lo arrastré lo más lejos posible de aquellos dos. Cuando ya no hubo nadie que pudiera vernos, creé un Room para transportarnos a la habitación situada en el gran mástil del barco. Nos sentamos en uno de los largos bancos de ésta y nos miramos sonriendo.

Desesperados, nos abrazamos con fuerza pero evitando que la calidez que sentíamos al tenernos tan cerca se esfumara y, sin romper el abrazo, aproximamos nuestros labios para unirlos en un intenso y fogoso beso. Los gemidos emitidos por el hombre al que amaba eran completamente audibles y noté un bulto bajo su pantalón. Lo agarré con mi mano y lo masajeé, esperando la respuesta del moreno.

Entre gemidos pude escuchar "sigue" saliendo de sus labios y me dispuse a acatar sus órdenes cuando, de repente, oímos un estruendo en la entrada de la habitación. Nos giramos para constatar de qué se trataba y en mi garganta se formó un nudo.
El cocinero, que llevaba con él una bandeja de madera de la que había caído un vaso de zumo de naranja, se escontraba estupefacto mientras mantenía la boca abierta y la mirada fija en nosotros.

-Lo siento...-Tartamudeó, nervioso- No era mi intención interrumpir.

Se giró con un rojo inconfundible en su rostro dispuesto a marcharse, pero mis maravillosos reflejos concedieron que me adelantara al rubio y le cerrara la puerta en sus narices antes de que pudiera salir.

-¿Desde cuándo estás aquí? ¿Cuánto has visto y escuchado?-Mi tono de voz denotó mi instinto de hombre cruel y sádico que era cuando se trataba de alguien ajeno a Mugiwara-ya.

-¡Torao, ¿qué estás haciendo?!-El moreno, que había estado sentado y en silencio hasta entonces se colocó entre Kuroashi-ya y yo-¡No hagas daño a Sanji!

Los ojos de mi aliado hicieron que un escalofrío recorriera mi columna; sentí miedo por la persona a la que, hacía unos minutos, estaba besando apasionadamente con su consentimiento. Di unos pasos atrás sin desviar mi mirada de la suya.

-No podemos dejar que se lo diga a alguien, Mugiwara-ya.

-¿Qué te dije con lo de que me llamaras Mugiwara-ya? ¡No me gusta!

Suspiré aliviado al comprobar que seguía siendo el mismo de siempre y volví a acercarme a él, posando mi mano sobre su hombro, provocando que bajara la guardia y cambiara su mirada asesina a una afectiva.

-No podemos permitir que se lo cuente a alguien, Luffy.

-Tranquilo, no lo...

-Sanji no haría algo así-Dijo, interrumpiendo al cocinero, el cual, supuse, iba a decir lo mismo que su capitán.

-Ya, ya lo sé. Pero necesito asegurarme, entiéndelo, ¿de acuerdo?

Tras haber convencido a Luffy de que me dejara hacerle unas preguntar al cocinero sin llegar a amenazas, procedimos.

-Como ya te he preguntado antes; ¿cuánto has visto y escuchado?

Aún continuábamos los tres en la habitación del mástil. El vaso seguía hecho añicos en el suelo y Kuroashi-ya y yo nos encontrábamos sentados uno frente al otro, mientras el capitán del barco nos observaba de pie y cruzado de brazos.

-Desde que Luffy ha dicho "sigue" mientras tú le tocabas el paquete y os besabais. Nada sospechoso-. Respondió el rubio. Ahora ya no se encontraba nervioso.

Noté cómo Luffy se ruborizaba sin quitar la mirada seria que había mantenido todo ese tiempo. Sonreí y continué con la pequeña entrevista.

-¿Qué hacías aquí?

-Iba a llevarle su bebida preferida a Nami-swan. El estúpido marimo me dijo que estaba aquí.

Ignorando el repentino cambio de humor al pronunciar aquellos nombres, su respuesta parecía bastante fiable.

-Está bien, siguiente pregunta; ¿qué crees que estábamos haciendo?

-Estabais a punto de follar, ¿no?

La tan directa respuesta del rubio hizo que tanto Luffy como yo nos sorprendiéramos, algo estúpido conociendo a aquel pervertido cocinero. Sería extraño si lo dijera, por ejemplo, tanuki-ya, pero no era el caso.

-¿Y si te dijera que no estábamos haciendo eso?

-No te creería.

-Hum... Eres listo...

-Supongo.

-Última pregunta-Junté el extremo de mis dedos de ambas manos, intentando mantener una postura seria-: ¿piensas contarle lo que has visto a alguien?

-¿Acaso ganaría algo haciéndolo, a parte de las rabietas irritantes de mi capitán?

-¡Oye!-Se quejó el moreno. Comencé a reír disimuladamente ante aquel comentario del rubio-¡Eh, Torao, no te rías!-Exclamó mientras se sentaba a mi regazo y rodeaba mi cuello con sus brazos.

-Bueno, tortolitos-Dijo el cocinero, levantándose-, os dejo solos. No quiero saber lo que vaya a pasar aquí, aunque no puedo evitar imaginármelo.

-¡Adiós, Sanji!-Se despidió el moreno, sonriendo.

-Adiós, Luffy.

Cerró la puerta tras de sí y mi aliado cambió su sonrisa alegre a una traviesa, acompañada por una mirada con las mismas intenciones.
Volvimos a besarnos, esta vez sin ser interrumpidos, volvimos a tocarnos y sentirnos, esta vez sin pensar en nada más y, por primera vez, entré dentro de Luffy con sumo cuidado.

Nos pasamos el resto de la tarde allí arriba. Cuando anocheció, el moreno aún seguía amarrado a mí, sin la intención de querer soltarme.

-Luffy, va a ser la hora de cenar y si no nos vestimos rápido vendrán a buscarnos y nos encontrarán así.

-Me da igual, no quiero irme.

-Ah, ¿entonces quieres que te vean eso? Yo que creía que sólo lo compartirías conmigo-Dije descaradamente, produciendo un leve salto de mi compañero, que se levantó en seguida y se vistió como pudo.

Lo primero que se colocó fue su sombrero de paja, después agarró mi camiseta y también se la puso (al revés) y, por último, cogió sus pantalones y chanclas.

-Luffy...

El moreno no escuchó, o no quiso escuchar, lo que estaba diciendo y salió así a la cubierta. Parecía una broma eso de que intentábamos ocultar lo nuestro.

Yo, en cambio, no iba a cometer el mismo error así que, al saber de la ausencia de mi camiseta, me transporté al cuarto de hombres, el cual estaba vacío, ya que solo había gente allí a la hora de dormir, y agarré otra de mis muchas camisetas.
Salí y me dirigí a la cocina, desde donde, sospechosamente, no salía ni un solo ruido.


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