Fantasías

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-Torao-Escuché como Mugiwara-ya se acercaba a mí.

Me había transportado hasta la habitación sujeta por el mástil del barco y me encontraba sentado mirando melancólicamente por la ventana. El moreno se sentó a mi lado.

-Mugiwara-ya...-Dije dándome la vuelta.

-Torao, ¿qué te ha ocurrido? ¿por qué te has ido de repente?

Desde luego mi aliado no se enteraba de nada. Probablemente toda su tripulación se había dado cuenta de mis sentimientos hacia su capitán por culpa de mi incontrolable rubor y él seguía estando ajeno a todo aquello.

-No es nada-Dije en un tono tranquilizador.

-No mientas, sé que te pasa algo. Cuéntamelo, por favor. Confía en mí.

¿Cómo podía explicarle todo lo que me sucedía y todo lo que estaba sintiendo en aquel momento para que lo entendiera?

Besé sus labios fugazmente, en un ataque de espontaneidad sin darle tiempo a corresponderme.

Me miró sorprendido con la boca ligeramente entreabierta y, cuando menos lo esperaba, volvió a besarme. Sabía igual o incluso mejor que en el sueño que había tenido esa mañana.
Nos levantamos rápidamente sin despegar nuestros labios a pesar de la falta de aire. Le quité bruscamente la camisa roja que siempre llevaba y deslicé mis dedos por su torso.

Por fin estaba sucediendo lo que había esperado durante tanto tiempo.

Finalizamos el beso y nos miramos a los ojos.

-Torao... te amo-Confesó sin quitar sus grandes y penetrantes ojos oscuros de los míos.

Bajé hasta encontrarme con su pantalón, lo desabroché y lo deslicé hacia abajo, dejándolo en el suelo. Donde antes estaba la cremallera de los vaqueros ahora se encontraba una notable erección bajo la ropa interior. Regresé arriba y volví a besarlo mientras acariciaba suavemente su sexo, provocando que Mugiwara-ya soltara pequeños gemidos.

No pude aguantar más y lo tiré al suelo, posicionándome encima de él. Bajé sus calzoncillos y, al fin, pude verlo completamente desnudo.

Trasladé mi vista a la cara de mi aliado, el cual se encontraba completamente rojo y ni siquiera se atrevía a mirar lo que estaba sucediendo.

-¿Estás bien?-Pregunté, algo preocupado.

-¿Eh? ¡Ah, sí! Tranquilo, continúa.

Iba a continuar, tal y como él me había dicho, pero, en ese momento, salí de mi abstracción.

-Law, ¿vas a contarme qué te sucede sí o no?

No podía creerlo. Estaba tan sumamente desesperado que acababa de tener una fantasía con el protagonista de ésta en mis narices. Ahora me sentía más avergonzado que nunca.

-Lárgate-Dije de forma rotunda. Esto a Mugiwara-ya lo tomó por sorpresa, o al menos eso intuí por su reacción.

Se dio la vuelta y se dirigió a la salida.

-Está bien. Cuando quieras contarme lo que sea que te suceda me avisas-Dijo con un tono malhumorado, cosa que no era muy común en el moreno.

Y se fue.

Era un idiota; la persona de la que estaba enamorado se preocupaba por mí y la única cosa que se me ocurría era decirle que se largara.
No merecía a alguien como Mugiwara-ya. Tan honesto, leal, bueno...
Todo lo contrario a mí.

Tras unas horas que pasé allí encerrado me atreví a salir. Antes de bajar me aseguré de que nadie se encontrara en la cubierta del barco y, a excepción de Zoro-ya dormido, tuve suerte. Bajé lentamente sin hacer prácticamente ningún ruido. Estaba siendo muy estúpido, no podía evitarlos para siempre siendo aliados, pero la vergüenza se apoderaba de mí.
De lo único que tenía ganas era de hablar con Mugiwara-ya, darle explicaciones y si es posible dar un paso más en nuestra relación.
Aquello era un sueño que jamás se cumpliría, estaba claro que el capitán de los sombrero de paja no sentía ni la más mínima atracción hacia mí y mucho menos amor, pero no quería que estuviese enfadado conmigo, quería verlo sonreír a todas horas, como siempre. Eso era algo que me encantaba y jamás podía evitar devolverle la sonrisa, destrozando así años de intentos de dar una imagen fría y temible.

Crucé la cubierta por completo y entré a la habitación donde, supuse, se encontraba Mugiwara-ya: la cocina.
Así era. El de la cicatriz estaba sentado mientras ordenaba a gritos a Kuroashi-ya que le trajera más carne.

Me atreví a pronunciar su nombre y éste lo escuchó, me miró serio con la mirada rota y, conteniendo el llanto, giró su cabeza al lado contrario, orgulloso.

Tenía la actitud de un niño pequeño, pero mis sentimientos hacia él eran incontrolables y no iban a cambiar.

-¡Luffy, idiota!-Exclamó el cocinero-¿Acaso no escuchas a Law?

-¡Pues claro que lo escucho!

El rubio propinó una patada que parecía bastante dolorosa en la cabeza de Mugiwara-ya.

-¡Réspondele entonces!

-¡Ni hablar!

Al parecer a Kuroashi-ya no tenía preferencia por el espadachín, sino que también estaba conforme con pelear con su capitán.

-¿Qué le pasa?-Me preguntó más sereno, refiriéndose al moreno allí presente.

-Eso, Torao, ¿qué me pasa?-Intervino el causante de la pregunta del cocinero.

-Mugiwara-ya... ¿podemos hablar un momento a solas?

-Primero: no me llames así, no me gusta. Llamáme Luffy. Segundo: ¿por qué debería ir a hablar contigo si hasta hace unas horas eras tú quien no quería dirigirme la palabra?

El rubio comenzó a reír.

-¡Parecéis un matrimonio!-Exclamó, provocando un rubor tanto en mí como en su capitán.

-¡Cállate, Sanji! ¡Zoro y tú también sois un matrimonio, pero de viejos!-Protestó Mugiwara-ya y le sacó la lengua mientras cerraba los ojos intensamente.

Aquel comportamiento me hizo sonreír.

-¿¡Cómo te atreves a emparejarme con ese marimo!?-Gritó dándole otra patada, esta más fuerte que la anterior.

Comencé a preocuparme por la salud del hombre al que amaba si seguía rodeado de tantos brutos.

-Eh... Kuroashi-ya... Ya que él no quiere venir... ¿podrías irte tú?

-¿En serio vas a consentirle eso?-Preguntó, algo cabreado.

-Lo siento, es que es importante.

-De acuerdo...-Accedió al fin, mientras salía de la cocina a la cubierta.

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