Viernes. 27 de junio de 1969 - Kevin.

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27 de junio de 1969. Viernes.

Aquella noche habría redada en el Stonewall Inn, de Greenwich Village.

Kevin observaba la pizarra de aquella pequeña sala de la comisaría de policía con una mezcla de interés y muda obediencia, sentado lo más erguido posible que le permitía la incómoda silla desde la que observaba al sargento Branson realizar el reparto de casos para aquella tarde.

Sus compañeros, Hope y Pearson, seguían enfrascados en la resolución de un asesinato que había ocurrido hacía ya una semana. Los agentes Reed y Standford acababan de ser asignados a la patrulla urbana junto con otros dos policías jóvenes recién llegados. Su apellido, Hines, aparecía rodeado por varios de los de sus compañeros la esquina inferior derecha de la pizarra, junto a las palabras "Redada. Stonewall Inn.", todo rodeado de un rectángulo de tiza no demasiado simétrico. Era más bien una elipse. O pretendía serlo.

No se permitió dudar sobre si aquella intervención policial que tan habitualmente realizaban era lícita o no. Puede que no lo fuera, de hecho no le extrañaba demasiado que los rumores sobre que la mafia pagaba mensualmente a sus superiores fuesen ciertos, pero él no era quien para cuestionarlo. Su trabajo consistía en cumplir órdenes, y eso pensaba hacer una vez más.

A sus cuarenta y tres años, Kevin Hines llevaba desde que cumplió la mayoría de edad perteneciendo al cuerpo de policía de una forma u otra, si contaba su preparación y entrenamiento y su posterior incorporación a la comisaría del distrito. Nunca, en más de veinte años, había aspirado a escalar puestos en la cadena de mando. Sabía que su lugar estaba allí, en las calles, haciendo cumplir la ley bajo las órdenes de sus superiores. Casado y con dos hijos de quince y diecisiete años, no pedía nada más.

Reunidos en torno a la mesa de uno de los dos policías al mando de aquella redada, el agente Bennet, planificaron la intervención de manera casi mecánica, con la familiaridad que les daba la costumbre tras haber hecho aquello mismo innumerables veces antes. Las redadas en el Stonewall Inn se habían convertido, casi, en una mera formalidad, al igual que en resto de bares frecuentados por homosexuales y transexuales. Incluso solían ser siempre los mismos agentes los encargados de entrar en el local e identificar a los presentes, o de infiltrarse entre ellos para decidir a quiénes arrestarían una vez intervinieran. A veces ni siquiera era capaz de comprender porqué los clientes de aquellos antros seguían acudiendo noche tras noche. Muchos eran los que habían sido públicamente expuestos en los periódicos tras ser llevados al calabozo acusados de travestismo o conducta inmoral. ¿Hasta qué punto merecía la pena todo aquello?

Tardaron apenas media hora en asignar un puesto a cada uno de los presentes y dejar claro qué se esperaba de cada uno de ellos, por lo que Kevin se encontró con casi tres horas por delante en las que no tenía nada más que hacer que prepararse para la redada y dedicarse a la parte más burocrática de su empleo, esa en la que tenía que redactar informes de sus intervenciones o revisar expedientes.

No era aquello lo que le había llevado a querer ser policía, claro, pero entendía que formaba parte del oficio. Sentado en una de las mesas que quedaban libres, y armado con varios ficheros, se pasó una mano por su pelo rubio entrecano y se dispuso a ocupar su mente con datos de casos antiguos que debían ser revisados. Su deber era hacer cumplir la ley, y era la seguridad en que su misión no era otra que esa la que le permitía soportar la monotonía del papeleo.

Su padre estaría orgulloso. Kevin estaba al servicio del Bien, de su país y de sus leyes. Lo había estado desde un mes después de que el ataúd de su progenitor, cubierto por la bandera de los Estados Unidos, desapareciera en la tierra. Había conseguido formar una familia y era un hombre íntegro, estricto y disciplinado.

Estaba seguro de que se sentía orgulloso.  

Stonewall Inn. 1969.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora