Amanecer del sábado 28 de junio de 1969.

684 147 23
                                    

Mañana del 28 de junio de 1969. Sábado.

El sol comenzaba a despuntar por detrás de los edificios y teñía el cielo de suaves tonos rojizos, a juego con el olor a quemado que aún persistía en el aire.

Había sido una noche muy larga, eterna, sacudida por unos imprevistos disturbios que sólo tras varias horas se fueron apagando poco a poco, casi imperceptiblemente en el transcurso de la noche, pero cuyo espíritu seguía ardiendo dentro de aquellas personas que se habían comenzado a congregar en el parque Christopher, envueltos en una especie de silencio electrizante que no hacía sino más presente aún lo que acababa de ocurrir.

Mario miró alrededor, satisfecho con la pequeña victoria de aquella noche. De forma espontánea se había formado una especie de reunión, o asamblea, para comentar los hechos en aquel parque cercano, y él no estaba dispuesto a perdérsela a pesar de que hacía más de cuatro horas que debería haber estado de vuelta en casa. Todavía notaba la adrenalina corriendo por sus venas aunque ya todo estuviera en calma y le habría sido absolutamente imposible regresar a casa y meterse en la cama sin más.

Poco a poco iban llegando más participantes en los disturbios, que se sumaban al pequeño grupo de Christopher Park o se sentaban en pequeñas escalinatas a lo largo de toda la calle Christopher. El Stonewall Inn había quedado destrozado. Los vidrios de las ventanas, la puerta e incluso parte del escaso mobiliario del interior habían sido destruidos por completo en una noche que ostentaría desde entonces el título de la noche más larga y a la vez más corta para todos los presentes. Ninguno de ellos había salido de casa esperando que nada de aquello ocurriese, pero todos coincidían en que no habrían cambiado ni uno sólo de los acontecimientos de aquella noche que, sin duda alguna, pasaría a la historia de Nueva York.

James había conseguido salir bastante bien parado. Era cierto que había recibido más de un golpe por parte de la policía, e incluso alguno accidental de manos de algún manifestante, pero no era nada que no pudiese soportar. El dolor de su hombro o el moratón de su cadera eran un precio justo y simple para una noche que dudaba poder borrar alguna vez de su memoria: la noche en la que, por primera vez, maricas, bolleras y transexuales habían plantado cara a la sociedad de una vez por todas. James sólo pedía rememorar esa noche por el resto de su vida.

Grace y Rose también contaban un número nada desdeñable de magulladuras en su cuerpo, si bien ninguna de las dos se arrepentía de nada de lo que había sucedido aquella madrugada. Habían entablado conversación con Mario, quien se acercó a preguntarles qué tal se encontraban ya que había sido incapaz de borrar de su mente cómo aquel policía se había propasado con ellas.

También Shirley se había acercado hasta el parque después de conseguir reunirse con Diane, y ambas hablaban bastante animadas con un grupo de transexuales que se encontraba a varios metros de James. El chico analizó con la mirada a aquella -casi- niña a la que había visto aterrorizada y confundida durante la redada. Llevaba el vestido arrugado y sucio, una evidencia clara de que había estado en los disturbios en todo momento. Tenía el pelo algo alborotado y no dejaba de frotarse las muñecas, donde las esposas habían dejado dos suaves marcas rojizas, con las mejillas encendidas y una sonrisa nerviosa que había sustituido a la expresión de angustia que lucía la primera vez que se fijó en ella.

Él también sonrió mientras paseaba la mirada por el amplio y heterogéneo grupo que se había reunido en el parque poco a poco. Algunos habían salido más mal parados que otros, había quien apenas recibió un golpe y otros cuyas heridas aún sangraban. Pero, como Shirley, como Grace, Mario y el propio James, todos sonreían como si supieran con certeza que esa revolución, esa lucha por sus derechos, no había hecho más que empezar.  


NOTAS

Un año después de los disturbios del Stonewall Inn, el 28 de junio de 1970, tuvo lugar la primera marcha del orgullo gay de la historia, que comenzó en Christopher Street y terminó en Central Park. Desde entonces, el número de ciudades en las que se organizaron marchas fue aumentando año tras año, hasta llegar a nuestros días.


Esperamos que os haya gustado la inauguración de esta cuenta conjunta, y sentimos muchísimo el retraso de este último "capítulo", pero nos han surgido demasiados contratiempos inesperados.

Muchas gracias por estar ahí, por cada lectura, cada voto y cada comentario, por compartir los enlaces y, en definitiva, por disfrutar la lectura. ¡Nos leemos pronto!

Stonewall Inn. 1969.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora