Madrugada del sábado 28 de junio de 1969.

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Madrugada del 28 de junio de 1969. Sábado.

El repentino resplandor de las luces al ser encendidas y la desaparición de la música provocaron que el desconcierto reinara en el interior del local durante unos segundos, el tiempo de reconocer las señales de lo que sucedía con tanta asiduidad que había perdido el estatus de alarmante hacía ya tiempo.

Fue algo extraño. A pesar de que la mayoría de los allí presentes estaban familiarizados con las redadas, estas no solían producirse más de una o dos veces al mes, quizás tres, pero desde luego no varias veces en semana. Sin embargo, aquel mismo martes el Stonewall Inn había sufrido una en la que, además, habían perdido varios litros de alcohol, requisados por la policía, y se habían llevado a cabo algunos arrestos a mujeres transexuales por no llevar documentación o el mínimo obligatorio de tres prendas de ropa masculinas.

Las reacciones no se hicieron esperar. La incomodidad se extendió por el local con rapidez, y algunos de los presentes se apresuró a intentar salir de allí apresuradamente antes de ser obligado a identificarse.

Mario fue uno de ellos. Ya había tenido bastante con el escándalo montado a causa de su despido como para aparecer en los periódicos de la mañana como uno de los detenidos en las redadas del Stonewall Inn. Corrió hacia la puerta más cercana, con una mezcla de pánico y determinación que le permitió actuar incluso antes de que muchos asimilaran lo que estaba pasando.

Por supuesto, no le sirvió de nada. No había recorrido ni un par de metros cuando se dio cuenta de que la cantidad de efectivos policiales que habían ocupado el local rozaba lo absurdo y se habían encargado de bloquear puertas e incluso ventanas para que evitar que ninguna persona saliera. Tras él, los policías comenzaban a hacer que todos los presentes formasen una fila y empezaban a pedir identificaciones. Sintió que un nudo se cerraba en torno a su garganta mientras se sumaba a ellos.

El subinspector Pine comenzó entonces a dar órdenes. Las agentes femeninas debían llevar a toda persona vestida de mujer al baño para comprobar su género y arrestar a cualquier travestido. Tres de los agentes identificarían a los hombres y otros tres a las mujeres. Kevin recibió la simple orden de utilizar el teléfono del bar para llamar a los refuerzos del distrito seis. Debían llegar al local lo antes posible para poder trasladar a comisaría a los no identificados y a los travestidos.

Las cosas sucedían demasiado deprisa para Shirley. Cuando las tres agentes femeninas pidieron a "todas las personas vestidas de mujer" que les acompañasen al baño, se giró hacia Diane con el corazón latiendo a toda prisa. El gesto de su amiga estaba ensombrecido. Había calculado la imposibilidad de que una redada sucediera teniendo en cuenta que no habían pasado más que unos días desde la última de modo que había olvidado explicarle a Shirley que necesitaba llevar al menos tres prendas masculinas para no ser arrestada. Y, por supuesto, no las llevaba.

Mientras fulminaba con la mirada a Julian, que parecía desconcertado ante aquella imprevista redada, James sintió como una de las agentes cerraba la mano en torno a su muñeca. Su reacción ante un gesto que parecía tan indefenso a simple vista fue sacudirse el brazo y dedicarle una mirada de desprecio.

—No pienso ir a ninguna parte, guapa —espetó sin más.

Julian, Dennis, y la mayor parte de los travestis y transexuales femeninos intentaron no reírse. Shirley le dedicó una cálida sonrisa cuando su mirada se cruzó con la del joven afroamericano. Ella pensó que James llevaba el maquillaje más perfecto que había visto nunca, y él no pudo evitar preguntarse cuántos años tendría aquella jovencita que parecía estar fuera de lugar en un antro como aquel. Llevaba un vestido demasiado bonito y tenía una mirada demasiado asustada.

Stonewall Inn. 1969.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora