VIII

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A la mañana siguiente, Daniel se dio una ducha y fue buscar algo que comer en la cocina. Encontró a Santiago desayunando cereales mientras recorría su timeline en Twitter. Apenas lo vio, su amigo soltó una risotada.

-¡Esa cara! -dijo eufórico -¿Te has follado mi primo o te ha tocado la lotería?

-¡Calla idiota! El viejo te va a oír.

-¿Cómo ha estado?

-Mejor de lo que pensé.

-Pediría los detalles pero el asunto es un poco incómodo...

-Tampoco pensaba contarte nada, cabrón.

Josemari llegó a la cocina imponiendo silencio sin querer. Saludó a su primo y sonrió al ver a Daniel, luego abrió la nevera.

-Anoche no pude dormir -declaró Santiago melodramático-. Demasiado ruido. Alguien gritaba como si le estuvieran metiendo un camión.

-¡Cabrón!

Daniel tuvo que evitar que Josemari sumergiera la cabeza de su primo en los cereales. De pronto, los tres se quedaron callados y alerta al escuchar el ruido de algo que se estrellaba contra el suelo. Corrieron al recibidor y encontraron al abuelo sentado ante la tele, masajeando su pecho con el rostro crispado de dolor. Una taza de café yacía hecha pedazos a sus pies.

Al verlos, señaló la televisión. Sus nietos vieron con horror a unos hombres destrozando las estatuas que pertenecían a la antigua ciudad de Nínive y entendieron. ISIS estaba destruyendo los restos arqueológicos que él más amaba.

-¡Hijos de puta! -fue todo lo que pudo decir el anciano mientras lloraba como un niño.

***

-Tiene que relajarse don Marcos -insistió el paramédico que lo revisaba-. Vamos a darle un calmante y se va a sentir mejor.

-No hace falta llevarlo al hospital -indicó otro-. Su corazón está bien. Eviten que se moleste o tenga sobresaltos.

Aquel incidente les recordó a todos lo frágil que era el profesor. ¿Cuántos años más le tendrían con ellos? Él era la piedra angular de la vida de Josemari. Sin su abuelo, el muchacho estaba desamparado no sólo en el aspecto emocional sino también en el económico.

Daniel no pudo dejar de darle vueltas al asunto. Nunca había deseado tanto tener dinero. Conseguirlo en plena crisis era un problema para todo el mundo, y más para quien no contaba con el apoyo de una familia. Le faltaban dos años para terminar la carrera y esta no le iba a dar muchos beneficios. Su sueño de ser periodista independiente nunca incluyó estabilidad económica ni gastos médicos cubiertos. Decidió hacer un cambio de planes.

-¿Y tu moto? -le preguntó Josemari una semana después-. No la vi aparcada, creí que no estabas.

Venía del fútbol. Lo habían contratado para entrenar a un grupo de niños en el campo deportivo. Era un plan para los fines de semana, con una paga modesta pero se divertía un montón. Además, podía jugar lo que quisiera con los oficinistas, el equipo ya se encontraba entre los primeros.

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