II

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Daniel no podía creer lo que veía. Su amigo Santiago entró en el bar acompañado por lo que calificó como "un placer para la vista". Sonrió celebrando conocer al fin al famoso primo. Era de esperar que el chaval tuviera una actitud arisca, típica del rebelde sin causa que acaba de salir del calabozo, pero no contaba con que fuera tan atractivo.

Los mechones negros cayéndole a un lado de la cara, la diminuta barba de dos días y unos inolvidables ojos grandes y oscuros le favorecían. Mostró su mejor sonrisa cuando se sentaron frente a él

-¿Qué tal Daniel? -saludó Santiago.

-Como siempre...

-Este mi primo José María...

-¡José! -saltó el otro.

-Eso, José, sin nada de María. Dile Josemari y asunto resuelto. Lo acabo de sacar de prisión.

-Joder, cabrón, ¿por qué no lo publicas en facebook? -se quejó el primo.

-Lo voy a hacer, que no te quepa la menor duda. Lo tuyo es digno de un titular de prensa: "Mocoso le entra a trompadas a un matón y, además de volarle los dientes, lo hace mojarse en los pantalones". Pelear es lo único que sabes hacer bien.

-Pues casi le sacan un ojo -intervino Daniel con un tono amable, señalando el rostro de Josemari-. Bonito morado.

-Me agarró con la guardia baja.

-Y, según me dijeron, te doblaba el tamaño -acotó muy risueño Santiago.

-Entonces hay que felicitarte. Yo invito a la primera ronda.

-Gracias... ¿Daniel?

-Sí, Daniel. Mucho gusto -le tendió la mano y se dieron un fuerte apretón.

-Dani estudia para ser periodista. Va a la misma universidad que yo. También es mi compañero de piso; una vez te hablé de él.

-¿Tu compañero de piso? ¿El que dijiste que era...?

-¿Gay? Sí, lo soy -intervino el aludido guiñándole un ojo-. Pero tú no tienes problema con eso, ¿verdad?

-No, para nada. Yo también lo soy.

-Eso y otras cosas -repuso Santiago.

-¡Tú calla, gilipollas!

-Es mal hablado, gamberro y estúpido. Durmió en el calabozo por no llamarnos. Lo encontramos porque el abuelo puso la denuncia de que tenía un nieto extraviado.

-¡Ya no soy un niño!

-Pues de adulto no tienes nada.

-¿Qué edad tienes? -preguntó Daniel calmando a Josemari con su apacible manera de hablar.

-Veintidós.

-Estás a medio camino de ser adulto.

-¿Y tú?

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