Destino

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"Tengo tu amor y tu suerte y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tu eres mi norte y mi sur..."

Y cómo diría Ishizu: ¡Por todos los dioses!

Este día no podía ser peor: La limousine se había descompuesto, y tardé en conseguir otro transporte. Y cuando por fin me aproximaba al evento, el trafico y los accidentes causados por la lluvia hacían estragos por las calles y avenidas. Genial, y ahora otras cinco llamadas perdidas de Ishizu. Ah... y no paraba de llover, de seguir así el cielo se caería a pedazos.

Otras dos llamadas perdidas de Ishizu más, y unas palabras amargas que se rompían en mi garganta, entre dientes, y había llegado.

Dos horas tarde.

No era la gran cosa, la verdad. Pero Ishizu era una maníatica del orden y la puntualidad.

En la entrada sólo se encontraban los guardias del Museo y la recepcionista quien sonrió ante mi llegada.

Avanzé por la alfombra que decoraba el pasillo decorado con elegancia.

Esas mismas figuras que Ishizu miraba una y otra vez en la computadora, las reconocía todas.

Mientras avanzaba hacia dentro escuchaba el ruido de una voz sobre el micrófono resonando por el lugar.

Sinceramente no veía la gran cosa en todo esto.

Piedras antiguas encontradas en la arena ¿alguien ve la importancia?

Era como si enterrara una de las primeras cartas que Kaiba Corp. había fabricado y la volviera a desenterrar.

Tal vez no era muy buena comparación pero en mi mente daba lo mismo.

Una suave voz me desconcentró.

Una joven figura que daba vuelta en el mismo lugar, cerca de la entrada de la ceremonia mientras hablaba por el celular, de cabello largo y platinado, esa piel blanca y fantasmagórica, resaltaba sobre ese vestido azulado tornasol que vestía. Algo en ella resaltaba cierta familiaridad.

Ella cerró el celular y suspiró suavemente, casi derrotada, alzando la mirada hacia mi.

Esos ojos, había visto esos ojos con anterioridad: Suaves, joviales, llenos de vida, de alegría, como el cielo al amanecer, claros y vibrantes.

-¡Kaiba!

Giré hacia el otro lado, hacia la fuente de la voz.

-Ishizu, disculpa -sonreí con suavidad.

-No tienes remedio -suspiró y estiró de mi mano hacia la habitación.

Y era lo mismo de siempre: Periodistas, agentes de revistas modernas, personas relacionadas con el tema, personas que no tenían nada que ver con el tema, otros patrocinadores y bla bla bla.

Más discursos, una clase de historia y más discursos.

-Anderson ya envió la presentación, todo está bien -escuché esa misma suave voz hablando cerca.

-De acuerdo, muchas gracias Kisara. Eres un ángel.

Ángel era la palabra correcta. Tan irreal que podría ser el fantasma que acosaba mis pensamientos. No le encontraba lógica al asunto. ¿Cómo se puede soñar tan constantemente con una persona de la que no tenía idea que existía en el mundo? ¡Simplemente no hay lógica!

Y Kisara era su nombre. Un nombre extraño.

No sé exactamente el tiempo transcurrido entre las pláticas y la exhibición por parte de Ishizu. Tal vez horas, mi mente estaba ocupada con las modificaciones que había planteado para el nuevo sistema que había venido trabajando hacía tiempo.

Esta etapa de la inaguración era la más tediosa: Socialismo.

Pero aquí me encontraba yo, Seto Kaiba, el CEO de una magnífica y exitosa corporación, encerrado en las paredes de una vieja civilización desenterrada nuevamente y traída por patrocinadores, entre ellos yo, para ser exhibida por unos días y ser regresada a su país de origen.

Suspiré.

Ishizu se encontraba rodeada de gente que pedía una y otra vez escuchar las mismas historias que venían preguntándole desde hace años.

Y mi trago comenzaba a calentarse.

Y mi paciencia a agotarse.

Encontré la manera de escabullirme hacia el balcón de la habitación de la nueva exhibición. Un lugar tranquilo, lejos de aquel circo. Un pasillo grande separaba la fiesta de mi tranquilidad.

Encendí el aparato electrónico y comenzé a revisar las notas, las gráficas y todo lo relacionado al projecto, todo parecía estar en orden. Seguí cambiando algunas anotaciones con las nuevas ideas que había tenido en las conferencias. Y sin darme cuenta me encontraba frente al mayor trozo de historia: una gran roca en medio de la habitación, frente a ella la misma joven que me había encontrado a la entrada.

-Señor Kaiba -sus ojos brillaron con sorpresa.

Asentí.

-¿Kisara, no?

-Sí -dijo con suavidad, con algo de pena.

-¿Qué haces aquí? ¿Cansada? ¿Aburrida?

-No, todo lo contrario... -su mirada volvió hacia la piedra.

-¿Trabajas para Ishizu, no es así?

-Ella me ofreció ayudarle, sí, algo así. Soy su estudiante.

Una más del culto de historia 101.

-¿Crees en toda esta tontería del destino?

-Hay veces que no sé qué creer.

-Son sólo tonterías, abre los ojos. El destino no existe, cada uno de nosotros crea su propio camino.

Ella giró hacia mi, y en sus ojos llenos de claridad había un brillo extraño: ese mismo brillo con el que soñaba. Sus pequeños labios temblaron, tal vez debatiéndose entre qué y cómo decir, esos frágiles labios que besaba una y otra vez al anochecer. Esa figura era la misma, esas manos a los costados, esa firmeza en la mirada.

Y el ruido del celular interrumpió su voz, Kisara negó con suavidad y volvió a perder su vista en la roca.

-Sí, aún estoy aquí. Claro, sí... Entiendo -y colgué-. Sabes... debes dejar de creer en todo esto. El destino no existe. La historia es simplemente historia, no hay nada bonito y maravilloso detrás de ella... -y avanzé hacia la salida, a buscar a Ishizu.

Tal vez sentía que Ishizu pervertía pequeñas y jovenes mentes haciéndoles creer que el destino es real.

Pero ahora no estaba seguro de nada.

Y me seguía cuestionando la existencia de dicha joven de nombre Kisara y de cómo se había metido en mis sueños, de cómo su voz y su apariencia era la misma.

¿Ishizu tenía algo que ver en esto?

Era lo más probable.

Es tan predecible, tanto sus movimientos diarios cómo sus cartas en el duelo.

-Seth...

Esa voz, esa misma voz.

Me detuve y giré hacia atrás.

Oh, Ishizu... esta vez no hay Historia 101 y trucos de magia avanzados.

Esta vez... no caeré en tus trampas de "Es el destino, Kaiba".

-Seth... ¡Seth!

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, recordándome algunas escenas de mis sueños. Esa joven riendo, sonriendo bajo la luz de luna, corriendo al lado de dicho río, exclamando mi voz con dulzura, y muriendo en mis brazos. Todo era tan real que aún siento la calidez de su mano sobre mi pecho.

-Seto.

-Ah, Ishizu, disculpa -y avanzé hacia ella.

-¿Te encuentras bien?

-Sí, son solo negocios. Asuntos del trabajo.

Y ella sonrió. Esa sonrisa encantadora, fina y llena de elegancia.

Tan diferente a la sonrisa que aparecía en mis sueños.

Egyptian GuitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora