Juego de palabras

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Esos ojos azules se habían cerrado bajo los brazos del sumo sacerdote sin embargo sus labios volvieron a encontrarse una última vez.

"¡Kisara!"

"Te... amo" su voz fue una dulce brisa de verano cercana al otoño.

El sumo sacerdote la cubrió en sus brazos, hundiendo su cabeza en el cuello de su esposa, orando a los dioses y diciéndole cuánto la amaba.

Una sombra cubrió el corazón del sacerdote como lo hacía con Egipto.

Kisara despertó agitada con el rostro cubierto en sudor, sus manos temblaban bajo la sábana y el corazón parecía que estallaría en cualquier instante. Sus sueños se habían intensificado tras su llegada a Egipto hacía dos noches incluso tuvo extrañas visiones el momento en el que pisó las excavaciones.

Algo tambaleante avanzó hacia las largas ventanas que daban una hermosa vista hacia la protectora esfinge, vigilante, allí sentada en su eterno lecho de poder. Una sonrisa se colgó en sus labios con suavidad, la luna brillaba en todo su esplendor y un suave viento revolvió sus cabellos.

Ignorando todo lo que había soñado, lo que había sentido, perdió la mirada sobre aquella llanura, grano contaba una historia diferente. ¡Oh, cuántos misterios no seguían allí bajo esas tumbas silenciosas! Y así, sus ojos se sepultaron en el pasado recordando todas las batallas, los faraones, los dioses...

El sol salió detrás de la carroza de Ra, Kisara cubrió su cuerpo rápidamente con las sábanas, acomodándose entre las almohadas hasta que el sonido de su celular la rodar y caer de su cama.

"Uhh" suspiró tomando el celular de la mesita de noche junto a la cama, "buenos días..."

"¡Oh, Kisara, buenos días!" La alegre voz de la Ishtar la hizo abrir más los ojos, aún la culpa seguía allí.

"Buenos días" llena de nervios dibujó una suave sonrisita, "¿en qué puedo ayudarla?"

Ishtar rió dulcemente, su actitud había cambiado totalmente al estar en esa tierra de faraones.

"Hoy tienes el día libre, tengo unas citas que atender, mañana te cuento los detalles. Disfruta tu día"

"Gracias..." y colgó.

Kisara tomó su tiempo en arreglarse, disfrutando la tina dispuesta en el baño, llenándola de fragancias dulces. Lista para salir tomó un pequeño sombrero que hacía conjunto con su vestido blanco, ceñido y con adornos azulados en el pecho, que caía unos centímetros bajo sus rodillas; unas sandalias sencillas de gladiador y unas pulseras de diferentes tonalidades azules adornaban sus brazos. Con su discreta bolsa sobre la cadera, dentro iba un monedero en forma de dragón, la tarjeta del hotel y un mapa.

La peliazul tomó el elevador hacia la galería principal y fue sorprendida por la presencia de Seto Kaiba portando una ropa casual y cómoda, la ojiazul intentó salir por la otra puerta dispuesta al otro lado de la habitación pero su inocente plan fue arruinado por su caída al girar precipitadamente.

"¿Señorita se encuentra usted bien?"

Seto Kaiba levantó la mirada ante aquel alboroto y sus ojos se abrieron al encontrarse con Kisara sobre el suelo siendo ayudada por uno de los trabajadores del hotel que le tendía la mano.

El CEO avanzó hacia ellos y la tomó rápidamente lejos del suelo, agradeciéndole al trabajador el cuál asintió para seguir con sus pendientes.

"Gracias, lo-lo siento..." ese hilo de nerviosismo se enredaba en su voz.

"Ten más cuidado la próxima vez" la examinó rápidamente en busca de alguna herida.

"Sí..."

Egyptian GuitarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora