Calmantes (4)

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—Dipper —esta vez fue Bill quien llamó hacia el otro lado del muro.

—¿Qué?

—¿Tú por qué estás aquí? —preguntó, curioso— yo ya te dije, te toca responderme.

Dipper cerró el libro de mala gana y suspiró con pesadez, hacía eso cada vez que lo interrumpían en medio de su lectura.

—Creo que no escondí el cádaver demasiado bien esta vez —volvió a suspirar.

—¿Mataste gente?

—No, inepto —rodó los ojos. Aunque claro, el menor no podía verlo—, maté gatitos —tomó una gran bocanada de aire, dejando el silencio en el aire por unos instantes—. Cuatro personas —respondió con una gran sonrisa en el rostro.

—¿Se lo merecían? —Preguntó ingenuamente el rubio, como un pequeño intentando comprender porque la araña devora a la mosca.

—Demasiado —el chico castaño comenzó a reír como un completo loco, recordar esas escenas solo lo hacían sentirse satisfecho. ¿Qué si volvería a hacerlo? Por supuesto que volvería a hacerlo, y con mucho gusto.

—¡Dipper Pines! —Reprochó Paul desde afuera. Escuchar al chico hablar sobre la sangre ajena que había derramado junto con la vida de 4 "inocentes" chicos le asqueaba.

—Si, mamá. —respondió en un tono adolescente— Ya lo sé —volvió a sonreír—, necesito tomar mis calmantes —siguió riendo.

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