Confinamiento (12)

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—Nunca creí que tú hermano fuera tu hermano y que aparte fuera gay, digo, todo eso cayó como un gran pastel en mi cabeza. —Dipper, quien permanecía sentado en "flor de loto" ojeando alguno de los libros que leía y releía, y claro, que cuidaba más que a su propia vida, hablaba tranquilamente después de haber decidido mantener un voto de silencio los anteriores 17 días (lo cual habría sido demasiado tiempo si no se tratara de él en particular).

—¿Un gran pastel? —preguntó Paul, la mayoría de las veces prefería no meterse en las pláticas de los presos pero esa expresión era demasiado extraña como para no intentar comprenderla.

—Si, ya sabes —se levantó, corrió hasta los barrotes e intentó asomarse para poder ver al guardia sentado al principio del pasillo —es dulce y suave de digerir, pero si te cae de un solo golpe y en la cabeza es algo impactante y difícil de procesar. Así que, fue exactamente como si un pastel cayera en mi cabeza —volvió a afirmar. —Y dime, Cipher...

—Oh, ahora si quieres hablar conmigo —cortó secamente, el rubio arrancaba las páginas beige de algún libro que Dipper le había regalado en su cumpleaños algunos meses atrás.

—¿Estás teniendo una rabieta?—preguntó hablando totalmente enserio, para su condición actual no podía haberse mostrado más serio al formular la pregunta —Porqué si es así Paul podría prepararte chocolate caliente, digo, él solía...

—¡Cállate de una maldita vez, ¿no puedes hablar con cordura por 5 minutos?!

—...hacer eso por mí... —terminó su oración en un susurró, se alejó de los barrotes con lentitud, casi como mostrando miedo a un animal salvaje, uno que estaba a punto de sacar las garras y atacar.

—Dices incoherencias <<tooooodo>> el maldito tiempo —exageró, hacia ademanes extraños tratando de sacar un poco la frustración que se acumulaba en su interior, cada palabra que nunca había gritado —luego te callas por 17 malditos días, y vuelves a abrir la boca ¡solo para hacer referencia a dulces! —gritó exasperado, su pecho subía y bajaba rápidamente al tiempo que intentaba volver a tomar el aire que acababa de soltar.

—Extrañó los dulces —Respondió Dipper con un puchero, se sentó en la celda, apoyó su codo derecho en su pierna y enseguida su mentón en la palma de su mano.

—¡¿Lo ves? Eres desesperante!

Se soltó a llorar, desesperación, ira, confusión, no sabía si debía gritar, golpear su almohada o ceder a la locura, así que solo hizo lo que estaba acostumbrado a hacer cuando la situación pasaba de él, mostrar lo débil que era y lo solo que se sentía. Siempre fue así.

—Hablo enserio, amo los dulces y aquí dentro no puedo comerlos. Paul se niega a traérmelos, ¿a que si, Paul? —preguntó hacía Paul, que leía el periódico como todas las mañanas —a propósito, —levantó la mano rectamente lo más alto que pudo, como pidiendo la palabra, claro que nadie lo veía —¿Por qué estamos en confinamiento?

Paul no pasó la página, Cipher dejó de llorar, el mundo entero inhaló grandemente ante la simple pregunta que una enredada mente había formulado.

—¿Qué estamos en que? —el rubio levantó la vista, completamente confundido, completamente iluso.

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