N/A: Y aquí estamos, un miércoles más. Hoy ya se termina la pelea, ¿Qué pensáis que pasará? Vamos a descubrirlo...
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—¿Por qué tendría que hacerlo? —entonces fue mi madre quien me cruzó la cara. No sé que me había dolido más, que esperase que le pidiese perdón o su golpe. Me toqué la mejilla y la sentí caliente.
— Lottie, ¿Cuánto queda para llegar al internado? —mi madre no apartó la vista de mí.
— Estamos a unos minutos, hemos parado muy cerca.
— Pues vamos.
Las dos volvieron a sus asientos y yo me recoloqué. Durante todo aquel suceso me había escurrido en el asiento. Mis nudillos estaban blancos de haber estado apretando los puños. Los acaricié y junté las manos sobre mi regazo.
El coche volvió a ponerse en marcha.
Mi madre y mi hermana habían fingido durante dos meses, me habían mentido diciéndome que mi padre se había ido a trabajar, me habían tratado como siempre aunque sintieran asco al verme o tocarme.
— No puedo pedir perdón por ser yo mismo, no puedo pedir perdón por haber nacido en una familia enferma, no puedo pedir perdón por amar a un hombre.
El silencio se hizo presente en el vehículo. Ni mi madre ni Lottie se giraron para mirarme, pensé que decidieron que no serviría de nada, que ya estaba todo perdido. Mi hermana aceleró, superando así el límite de velocidad que marcaba la señal a un lado de la carretera. Supuse que quería llegar antes de que sus ganas de arrojarme por la ventanilla situada a mi izquierda aumentasen. Suspiré, estaba cansado de aquella situación pero a la vez sentía un peso menos en mi pecho, como si hubiera tenido una gran roca que aprisionaba mi corazón. A partir de ahora las cosas serían diferentes, no sabía si para bien o para mal, no sabía cómo me iba a ir en el internado, ni cómo me iban a tratar mis futuros compañeros, había tantas incógnitas en aquella extraña ecuación que se me presentaba que ni siquiera sabía cual podría ser su resultado.
Pero había algo que sí sabía, había algo que tenía claro. Ya no viviría con mis padres y con mi hermana, ya no tendría que ocultarme de ellos, fingir ser alguien que en realidad no era. En el fondo de mi corazón siempre había sabido que ellos no me trataban con sinceridad, casi nunca recibía palabras cariñosas por su parte y en los últimos meses había notado que al tocarlos, se ponían tensos y podía sentir la incomodidad en el ambiente cada vez que yo estaba presente. Estaba harto de esa vida, de vivir dentro de una carcasa que no me dejaba ver la luz del Sol.
Una nueva vida comenzaba para mí, un nuevo mundo abría sus puertas para mí y yo estaba preparado, preparado para ser yo mismo por primera vez en mi vida.
Divisé el Internado Jessamine al fondo de la carretera y sentí que un cosquilleo me recorría de arriba a abajo, provocando en mí una mezcla de nervios e ilusión. Había cambiado de opinión totalmente. Antes de saber la razón por la que me enviaban a aquella institución me negaba rotundamente a ir, no entendía nada pero... pero ahora todo estaba claro. Si mi familia no me quería con ellos, ya me encargaría yo de formar una nueva vida sin sufrimiento, llena de personas que de verdad se preocuparan por mí.
Miré a madre, quien mantenía la vista fija en sus manos. Todavía tenía el anillo que le regaló mi padre, lo tocaba con uno de sus huesudos dedos, dándole vueltas.
Esperé a que me mirara pero eso no pasó, parecía que sus ojos la obligaban a no despegarse del desgastado anillo. Desistí.
—Me parece que esta es la entrada —la voz de Lottie rompió el silencio e hizo que mi madre levantase la vista, por fin—. ¿Bajamos o baja él sólo?
—Puedo ir yo sólo —dije rápidamente, no quería que se produjese una despedida forzosa y falsa. Ellas tenían las mismas ganas que yo de que desapareciera ya de sus vidas, reí interiormente ante este hecho, ¿Qué clase de familia quería hacer desaparecer a su propio hijo? Una no muy buena, supuse.
Bajé del coche antes de que pudiesen decir cualquier cosa, antes de que me dijesen adiós. Me dirigí al maletero y lo abrí, un olor a viejo y sucio inundo mis fosas nasales haciendo que estas dolieran. Cogí mi maleta, negra y simple, cerré el maletero con delicadeza para no provocar mucho golpe dentro del coche y me dirigí a la ventanilla de mi madre.
Dejé la maleta a mi lado izquierdo y me apoyé en la ventanilla, la cual tenía el cristal bajado. Preparé rápidamente las palabras que quería decir, quizás lo más apropiado era un «Adiós, que os vaya bien» pero no entraba en mis planes ser tan educado, quería decir algo que les marcase, que les quedase en la mente y no pudiesen de repetir, que produjese eco en su interior.
—Pensáis que yo estoy enfermo —dejé unos segundos de silencio para que ambas se dieran cuenta de que les estaba hablando. Una vez tuve su atención, proseguí—. Hay algo que se os escapa, algo a lo que no sois capaces de llegar, ¿Sabéis qué?
Esperé a que negasen pero estaban estáticas, parecía que ni parpadeaban.
—Vosotras sois las enfermas, que no aceptan la realidad, que viven en su burbuja de homófobas. Yo puedo amar a quien quiera, ni vosotras ni nadie puede hacer que haga lo contrario. La homofobia no es una fobia, es una enfermedad.
Pasaron unos segundos en los que nada ni nadie se movió, parecía que el tiempo se había congelado y yo era el único que podía moverse.
—Mamá, acuérdate de estas palabras —le miré fijamente a los ojos—. No soy yo quien está abandonando a su hijo por amar a otra persona, eres tú, ¿Soy yo el que está enfermo?
Me dí la vuelta, cogí mi maleta y comencé a andar hacia la puerta exterior del Internado Jessamine, mi nueva casa.
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Tenía ganas de perder de vista ya a Jay y a Lottie, ¡Que se vayan a la mierda!
Besos, xX.
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Tutú • Larry Stylinson AU
ФанфикLos humanos nos encontramos en un estado de cambio constante, la mayor parte del tiempo evolucionamos, cambiamos hacia mejor basándonos en los errores del pasado pero, ¿Es esto siempre así? Uno de nuestros protagonistas, Harry, nos muestra como toda...