one.

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N/A: Antes de nada, aclarar que esto es un borrador y mi intención no fué llevar esta "fanfic" muy lejos. No sé si sólo escribiré este capítulo o me enamoraré tanto de la historia que no podré dejar de pensar en ella y en como avanzarla. Una vez aclarado esto... quiero decir que Larry Stylinson es real.

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Alisé mi camiseta por quinta vez.

Los nervios comenzaban a quemarme por dentro.

Mis ojos observaban el paisaje a través de la ventana del pequeño y viejo coche en el que mi madre, mi hermana Lottie y yo íbamos.

Sólo había árboles y más árboles, todos verdes y frondosos. Me recordaban a los algodones de azúcar que comía cada año en la feria, aunque claro, en este caso no eran rosas.

Cuando viajábamos en coche solía colocarme los auriculares y olvidarme del mundo, vaciando mi mente y dejando que toda preocupación desapareciera. Pero, para mi desgracia, mi madre había decidido darme una charla sobre lo que debía hacer y lo que no durante mi estancia en el Internado Jessamine.

— ¿Me estás escuchando, William?—escuché su voz, dura y firme, sin un ápice de dulzura o cariño.

Rodé los ojos y dejé de mirar por la ventanilla para ahora dirigir mi atención hacia ella. Me fijé en las arrugas que asomaban en su frente, pensé en la cantidad de cremas que teníamos en casa, en el baño. Nunca tenía sitio para poner mis cosas, sus cosméticos parecían haberse adueñado de nuestro baño y no había manera de convencerla de que los demás también necesitábamos espacio. Su excusa era siempre la misma: «Si tu padre nos mandara dinero todos los meses podríamos mudarnos de este lugar pero mira por donde, no lo hace»

— ¿Lo entiendes, verdad? —no había escuchado ninguna de sus palabras. Mi mente estaba en blanco, totalmente vacía. Ningún pensamiento la ocupaba.

Asentí lentamente.

— Hacemos esto por tu bien, cariño —su voz sonaba lejana y vacía, ¿Por mi bien? Reí interiormente.

—Mamá, ¿Por qué no me lleváis a un psicólogo o a un loquero si pensáis que estoy loco o que tengo un problema psicológico?

Las palabras salieron por mi garganta sin que me diera cuenta. Mi voz sonó ronca y antipática, cargada de rencor y enfado. Aquellas palabras reflejaron como me encontraba desde hacía semanas. Sentí como mi corazón empezaba a latir de nuevo, como si hubiera estado parado durante todo aquel tiempo en el que había mantenido silencio, aguantando y aguantando los comentarios de mi familia y sus planes sobre mi futuro en el internado.

—No creo que esa sea la solución, cariño—acarició mi mejilla y besó mi frente—.   Es lo mejor para ti.

Aquellas palabras fueron la gota que colmó el vaso. Me separé de ella bruscamente y abrí los ojos, que había cerrado al recibir su contacto.

Pude sentir llamaradas por todo mi cuerpo, las venas me ardían y el corazón me empezó a latir fuertemente.

— No paras de repetir que esto es por mi bien, ¿Te estás escuchando? —cerré los puños con fuerza y me mordí el labio para evitar seguir hablando y empeorar la situación, aunque sabía que eso era lo que tenía que hacer, era lo que necesitaba hacer.

— ¿Qué te pasa, Louis? —sus ojos azules y puros me miraban fijamente, esperando una respuesta. Lottie seguía conduciendo, haciendo oídos sordos a la conversación tan pasional que discurría dentro de aquel destartalado vehículo. Sus dedos repiqueteaban contra el volante.

— ¿Qué me pasa? ¿No deberías de saberlo tú? Eres la que me está llevando a un maldito internado por absurdas razones.

No podía más, no podía seguir callado más tiempo. Mi corazón me animaba a que siguiera, a que vertiera todos mis pensamientos en aquellos asientos de cuero viejos y polvorientos, me gritaba que no parara ahora que tenía la oportunidad.

— Tu padre y yo lo hemos hablado, de hecho, lo llevamos hablando desde hace meses. Te hemos explicado nuestra decisión y las razones de por qué que la hemos tomado, ¿Qué más quieres saber? —lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos, me permití sentir pena por unos momentos pero después descarté totalmente ese sentimiento, era ella la que me iba a encerrar en un lugar lejos de todo lo que amaba y conocía.

— Mamá, no hay razones para meterme en ese maldito internado, ¿Qué problema tenéis conmigo? No os he causado ningún problema en mis 17 años de vida, siempre me ha ido bien en clase y nunca he tenido peleas.

No entendía nada, no entendía la absurda situación en la que me encontraba y no creía poder entenderla nunca, yo no merecía aquello, yo no había hecho nada para estar de camino a un internado.

— Louis, lo hemos descubierto.

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capítulo dos: miércoles.

xX.

Tutú • Larry Stylinson AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora