Capítulo 6

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Me invitó a cenar a mi y a unas amigas más. Allison, de pelo moreno y ondulado, bastante atractiva y no vestía mal; y Catherine, pelo negro y corto, y un flequillo que terminaba por encima de sus ojos. Tenía un aspecto más rokero, pero era bastante agradable.
-¿Falta alguien?- pregunté.
-Si, queda Lucca.
-¿Quién es...- de repente apareció un chico, bien arreglado con una camisa ajustada en la que se le notaba el trabajo en el gimnasio. Tenía el pelo negro y por un lado le caía por la cara, tapando uno de sus ojos verdes. Era realmente guapo. Yo no estaba a su altura. ¿Pero realmente pretendía salir con Angie? Ella era guapísima, y se podría permitir a alguien mucho mejor q yo. Como ese tío. Qué asco le tenía. Resultó que el padre tenía un italiano en el centro. Allison se sentó a mi lado, y Lucca al de Angie. Cada vez estaba más celoso, pero intenté disimularlo. Si no hubiera sido por la otra amiga hasta habría pensado que esto es una cita doble. Decidí hablar con Allison. Era de California, y sus padres llevaban cinco años divorciados.
-Ahora vivo con mi madre. Nos mudamos aquí hace tiempo. La verdad... - de repente escuché la risa de Angie. Miré para ellos. Lucca sonreía. No se cuanto más aguantaré. Dejé de prestarle atención a Allison. Pedimos unas pizzas para compartir entre todos.
-Espero que os gusten. Los ingredientes son frutos de nuestra cosecha.
-De tu padre mejor dicho, no?- le interrumpí. Me miró mal, pero seguía sonriendo.
-Bueno, a veces suelo ayudar también.
-¿Entonces lleváis el restaurante y sois agricultores a la vez? - le pregunté, dándole otro bocado.
-Si eres un buen trabajador lo consigues.- su acento italiano me sacaba de quicio.
-Ya. De algo hay que ganarse la vida.
-Está deliciosa Lucca.- comentó Angie metiéndose en la conversación.
-Gracias preciosidad.- hizo una pausa.- Nuestro ingrediente secreto es el amor. Para que le gusten a princesas como vosotras.
-Vaya mariconada.- solté. No sé qué me pasaba, no solía ser así.
-Adam, puedes venir conmigo?- me preguntó Angie. Ambos nos levantamos y salimos del local con paso rápido. Ella iba delante. Me fije en su manera de moverse. En la forma de caminar que tenía, segura de sí misma, en la forma en la que el pelo se le movía... Fuera nos hicimos a un lado hasta entrar un poco en un callejón cercano. Me miró y paró.
-¿Se puede saber qué te pasa? Lucca no te hizo nada. Intentaba ser amable, y vas tú con cada contestación...
-¿Y a ti? ¿Qué te pasa?- ¿Por qué sonríes tanto? ¿Te gusta? ¿Qué tiene ese idiota?
-¿A qué te refieres?- me preguntó. No podía más con todo aquello.
-Angie, yo...- empecé a decir. Las palabras no me salían. Me miraba con sus precios oso ojos azules. Estaba enamorado de ella, la quería con locura. Me gustaba todo: su forma de hablar, de mirarme. La sonrisa que forma sus labios. Su manera de pensar aunque a veces sea un poco compleja para mi. Todo. Y no podía seguir ocultándolo.
-¿Si?- me preguntó. Seguía sin saber qué decirle exactamente. Entonces recordé una frase que me habían dicho: no hables, actúa.
-No aguanto más. - reuní toda mi voluntad, y con un gesto rápido le puse las manos en sus mejillas y la besé. Era la primera vez que besaba a alguien, y no llegué a pensar que me gustaría tanto. Ella se quedó inmóvil, aunque sentí cómo me devolvía el beso. Me separé unos centímetros, aunque nuestras frentes estaban pegadas. Mi corazón latía tan rápido que en cualquier saldría disparado. Me miraba con los ojos muy abiertos. Pensé que igual debía de arrepentirme, pero no podía. Llevaba mucho tiempo esperando ese momento. Demasiado. Me rodeó con sus brazos el cuello, se puso un poco de puntillas y me volvió a besar. Esta vez fué a mi quien pilló por sorpresa. La rodee y la acerqué más a mi. ¿Le gustaba? ¿De verdad aceptaría salir conmigo? Sentí ganas de saltar de alegría. Separamos nuestros labios, pero seguimos abrazados.
-Te quiero, Angie.- le susurré cerca de su oído.
-Y yo a ti, Adam.
Así es cómo comenzamos a salir. No nos veníamos todos los días, y ahora la echaría más de menos, pero valía la penam me sentía el chico más afortunado del mundo. Aquella noche nos habíamos quedado hasta tarde hablando.
-Me gustabas de hacia tiempo, pero tenía miedo a que si salíamos romperíamos nuestra amistad.- me dijo. No paraba de sonreír.
-Y yo. ¿Te importa si seguimos mañana?
-No. Chao.
-Buenas noches.- Y colgué.

Nunca dejé de quererte, AngieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora