[Siete: De resacas y desayunos americanos.]

184 27 11
                                    


» Tiene una foto de su gato como fondo de pantalla.  



La cabeza le daba vueltas y eso que aún no abría los ojos. Estaba seguro de que estaba sobre alguna cama o algún sofá gracias a la forma en que su cuerpo se amoldaba sobre la superficie.
Lo primero que pensó es que había terminado en la cama de alguna alma bondadosa que lo salvó de morir anoche mientras tomaba para olvidar sus penas. Y bueno, sí había olvidado sus penas, o las olvidaría, pues el dolor corporal era insoportable.

—Mierda... —Murmuró levantando su mano pesadamente para frotarse los ojos, pero ni así pudo abrirlos. Entonces, en ese mismo momento recordó que la pesadez sobre sus parpados se debía únicamente a que seguramente se la pasó llorando por el estúpido de su primer amor. Tan sólo recordarlo le dio ganas de llorar nuevamente, pero primero debía averiguar dónde estaba.

—Ahg... joder. —Fue la aparición de una voz bastante familiar lo que lo puso alerta; abrió los ojos automáticamente y se encontró con lo que parecía ser un jefe con el ceño fruncido y hablando entre sueños. ¿SungYeol? No, era imposible que él fuese su "alma bondadosa". Estaba seguro de que si su jefe lo encontraba totalmente ebrio, lo llamaría escoria y lo dejaría botado por algún barrio de mala muerte.

—¿Dónde...? —Inspeccionó el lugar donde estaba y descubrió dos cosas: no estaba en su casa y SungYeol y él estaban compartiendo la cama.

No sabía cuál de las dos era peor y no estaba dispuesto a descubrirlo. Se quitó la sábana de encima para descubrir que estaba totalmente vestido, a excepción de su abrigo, que descubrió en el piso segundos después. Recorrió una vez más la habitación intentando hallar alguna pista, pero nada le indicaba que fuese la de su jefe, además de que era algo pequeña para una persona como SungYeol.

Se sentía como si ya hubiese estado ahí, lo que le pareció más raro.
Sostuvo su cabeza entre sus manos por algunos minutos, esperando a que dejara de dar vueltas para levantarse y salir de ahí.

—¡Mi auto! —Levantó la voz y se levantó repentinamente, incomodando a su compañero de habitación y también a su cabeza, que de momento estaba muy, muy sensible.

—¿Qué pasa aquí? —La puerta se abrió y alguien se asomó con una expresión preocupada adornando su rostro. MyungSoo se giró para ver a la persona que aparecía, curioso y con ganas de matarle por entrar gritando de esa manera, sin embargo, no era alguien a quien esperaba encontrar.

—¿Hoya? —Arqueó una ceja, mirando con atención cómo el aludido sonreía nervioso.

—Hey, Myung... —Levantó la mano para saludar con un gesto torpe.

—¿Quieren cerrar la boca? —Gruñó SungYeol, que sin mirarlos, tomó la almohada sobre la que dormía MyungSoo y la puso sobre su cabeza, volviendo a dormir.


∙ ∙ ∙ ∙


« ¡Felicidades! Ya tienes lo que querías.»

Las palabras y la expresión de MyungSoo no dejaban de repetirse en su cabeza desde la tarde anterior.

Estaba seguro de que le había hecho mucho daño, y sabía que la forma en que le habló su amigo había sido justa, por ello no dejaba de sentirse mal. ¿Realmente sería capaz de casarse con la mente tranquila? No estaba seguro, pero quería que así fuera, porque si no, terminaría enredando a Key en un cuento sin final feliz.

50 Cosas que sé sobre MyungSoo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora