Otra oportunidad...
Sakura deseaba otra oportunidad.
Se estaba rociando el pelo con escarcha plateada mientras pensaba en lo importante que era que todo estuviera perfecto esa noche. El hada madrina tenía que hacer verdadera magia en lo que iba a ser la actuación más crítica de su vida. Cualquier futuro con Naruto dependería de lo bien que lo hiciera.
Pensaba que se daría cuenta de que actuaba movida por la esperanza y no por la venganza.
Aun así, al dejar el bote sobre el tocador, su mirada se fijó en el reloj que Naruto le había devuelto y el miedo le encogió el estómago. ¿Habría matado cualquier atisbo de esperanza al rechazar sus explicaciones? Si no lo hubiera juzgado tan duramente, quizás no habría acabado todo tan mal.
Tomó el reloj, lo acarició para que le diera suerte y lo metió en el bolso. Naruto lo había guardado durante nueve años y quizás le sirviera de talismán.
El reflejo en el espejo le dijo que ya estaba perfecta, que ya no había nada más que pudiera hacer. Si hacía el ridículo no importaba. Era imposible perder más de lo que ya había perdido, y si ganaba... Su corazón tembló al imaginar que Naruto volvía a mirarla con deseo.
Tomó aliento y se dispuso a emprender el trayecto que iba a decidir el futuro de los dos, sea cual fuere el resultado. Shikamaru había recogido a Ino hacía dos horas, por lo que imaginó que la fiesta de cumpleaños de la madre de Naruto estaría en pleno apogeo. Su aparición sería una absoluta sorpresa. Solo esperaba que Ino comprendiera...
Si le hubiera confiado sus propósitos a su amiga, habría provocado una discusión y en la mente de Sakura no había nada que discutir. Pensaba que esa actuación podía darle otra oportunidad con Naruto y por lo tanto nadie iba a frenarla. Además, Mei la había invitado personalmente.
Si Naruto no respondía bien... se marcharía.
Colocó las alas y la varita, que ya estaban totalmente reparadas, en la parte de atrás del coche, junto al equipo de música. Comprobó que lo tenía todo y se sentó en el asiento del conductor. El camino de Ryde a Pymble era bastante corto, pero se le hizo interminable. Cuando al final llegó a su destino encontró que la calle estaba llena de coches; pero, para gran alivio suyo, en la entrada al garaje de los Terumi había suficiente espacio para dejar el suyo.
Resultó un verdadero esfuerzo sacar todas las cosas sin que se le cayeran y aún más difícil fue colocarse las alas en las ranuras del vestido. Deseó que Ino la pudiera ayudar, pero seguía pensando que no era una buena idea involucrar a su amiga en ese asunto.
Una vez que consiguió colocarse las alas, logró caminar por el sendero que conducía a la entrada sin tropezar. El ruido de la fiesta parecía venir de la parte de atrás de la casa lo que le ponía las cosas más fáciles.
Llamó al timbre y deseó que quien quiera que abriera la puerta aceptara sus explicaciones sin poner objeciones.
« ¿Y si era Naruto?»
La sola idea la hizo sentirse mareada. Estaba totalmente paralizada mientras esperaba a que le abrieran la puerta; pero cuando esto sucedió, se encontró con un verdadero milagro:
Mei Terumi
-¿Sakura...? -preguntó estupefacta.
Las palabras le salieron a borbotones.
-He venido a cantar para tu madre. Me lo pediste... Después de todo, podía venir y pensé...como dijiste que sería algo especial para ella...
-¡Que maravillosa sorpresa, Sakura! -dijo Mei entusiasmada-. Y veo que vienes de otra actuación -añadió mirando el traje de hada-. Estas estupenda.