CAPITULO 1

67 4 1
                                    


"¿Crees que es divertido? ¡¿A caso esto te parece divertido?! -Azotando fuertemente su puño contra la mesa."

"Tienes que irte Bill. -Contestó fulminante a mi petición mientras me veía fijamente."

"Pero nos iremos juntos, ¿verdad? -Imploré."

"No Bill. -Tragando saliva."

"Tienes que ser más tolerante Simone esto sólo es el principio de todo lo que se viene encima"

"Yo no quiero nada de lo que se viene encima"

"¡Ayúdeme señor Scheidemann! Por favor..."

"Usted si me cree, ¿verdad?"

-¿Señor?, ¿señor? -Moviéndolo suavemente para despertarlo.

-Um, ¿Qué? -Volteé. Al mirarme no pudo evitar el sorprenderse ya que obviamente no era un señor.

-Pero si solo eres un niño.

(Un, niño), Pensé mientras ella seguía observándome de manera atónita.

-Je, ya tengo 14 años señorita.

-Pero, ¿vienes solo? ¿Tú, solo?

-Tengo entendido que en esta ciudad su cultura es hacer independientes a los "niños" desde temprana edad, por eso he venido aquí.

-Si es correcto pero, ¿qué pasó con tus padres? ¿no vienen contigo?

En ese momento no pude evitar el tragar saliva mientras aguantaba las ganas de llorar. ¿Qué le iba a decir?, ¿Qué estaban muertos?, ¿Qué se los habían comido los tigres en su excursión en la selva? ¿Qué estaban, de viaje?, creo que esa hubiera sido la mejor solución de respuesta pero tampoco quería mentir, ¡ya no!

Estaba tan harto de las mentiras, los engaños, los desprecios... que el mentir una vez más ocasionaría que mi cuerpo vomitase encima de aquella señorita de vestido azul y grandes ojos color café claros.

Sabía que sus preguntas insistentes y hostigantes no eran con otro fin más que el de ayudarme a poder sobrevivir a lo que se me venía allá afuera; pero a decir verdad, yo lo único que quería era poder bajarme ya de aquel avión que solo me traía malos recuerdos cada vez que recordaba él porque estaba subido en él.

Decidí decirle la verdad, obviamente no le diría literal mi estado pero sé que al menos al decirle un poco ella entendería y podría dejarme bajar al fin.

Tomé un poco de aire una vez que había controlado mis ganas de llorar y al fin le respondí.

-Estoy solo señorita. Completamente solo.

-Lo siento mucho.

-También yo, y no sabe cuánto lo lamento todos los días de mi miserable vida. -Derramé una lágrima que inmediatamente limpié al terminar aquella línea que había sido como una daga en mi corazón al mencionarla-. ¿Ya me puedo ir, por favor? -Supliqué mientras mi voz se entre cortaba y las lágrimas comenzaban a salirme como lluvia torrencial.

-Perdóneme.

Tomé mis cosas, corrí y me fui lo más pronto de allí. No podía dejar que nadie más me viera así, ya no quería más cuestionamientos, más interrogatorios, más imposición. ¡¿Es que acaso nunca iba a tener paz?!

Corrí lo más pronto posible hacía el baño en donde rápidamente tome un pedazo de papel y comencé a secarme cada rastro de lágrimas por mi rostro. Las personas que entraban al baño me miraban extrañados pero a fin de cuentas se concentraban a lo que iban.

Corazón de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora