CAPÍTULO 2
EL DIARIO DE LOS SUEÑOS
El lunes me desperté temprano, con esa alegría tan extraña. Era como si de pronto me hubiesen regalado algo que en mi vida había visto o sentido. Como si me dieran todo lo que alguna vez pudiera desear de una sola vez.
Cuando ya estuve lista bajé a la cocina y sólo tomé un vaso de café negro instantáneo, me lo terminé apresuradamente y salí corriendo de la casa, porque sabía que tal vez Julia estaría en la esquina de la calle esperando por mí, y como lo pensé allí estaba ella; sonriente, bajita y de cabello corto castaño.
—¡Milagro, —Exclamó alzando los brazos —saliste temprano de tu casa!
—Sí —le sonreí, con esa sonrisa extrañamente fácil de esbozar.
Caminamos juntas por la acera, en compañía de otros chicos que se nos unieron en el camino. Algunos hablaban alegremente sobre el desfile y otros también, sólo que estos últimos contaban sus ingeniosos planes que implementarían para reportarse enfermos ese día y lograr zafarse. Yo por mi parte asistiría, pues no había ido a uno desde la secundaria. Estaba realmente feliz.
Las primeras dos clases se me hicieron eternas, pero al sonar el timbre del receso para la comida salí corriendo en dirección a la cafetería. Me senté en mi mesa favorita y esperé. Pasados unos cinco minutos llegó un chico que conocía de vista pero al que nunca le había hablado, era el jefe del grupo de mecánica, inmediatamente supuse que algo andaba mal.
—Hola —me dijo, no le respondí nada sólo asentí —los padres de Louis vinieron hoy a pedir un permiso para él, faltara dos días y me dijeron que te dijera eso.
Sentí un pequeño retortijón en el estómago y apreté la mandíbula.
—Gracias —le dije y bajé la cabeza, porque sentía que me estaba llenando de algún sentimiento malo. No me moví hasta que el chico se fue.
Al llegar a casa mi madre me miró con ojos tristones. Me obligó a tomar mi medicamento, que descubrió no me había tomado. A la tarde casi me arrastró fuera de casa para que asistiera a la consulta con el Dr. Landis. Mientras hablaba con él, todo el tiempo estuve a punto del llanto, eso me hizo dar cuenta de que mi fragilidad era como una burbuja de cristal sobre una superficie plana, tan fácil de ser arrasada por la más ligera briza de aire y convertirse en mil pedazos en el suelo.
—¿De qué me quieres hablar hoy? —me preguntó amable. Esta era la segunda vez que el hombre intentaba sacarme alguna palabra de la boca.
Me quedé mucho tiempo callada.
—Usted tenía razón —le dije al fin, jugueteando con mis dedos sobre mi vientre mientras miraba la pared blanca, con aquellas ganas inmensas de romper a llorar.
—¿Sobre qué? —Preguntó interesado, revolviéndose en su silla.
—Ya sabe, eso de la depresión. Creí que sólo estaba triste, pero no…creo que sí es lo que usted dice.
—¿Quieres contarme que te hizo llegar a esa conclusión?
—Pero no le dirá a mi madre —me incorporé y lo miré directo a los ojos —se supone que todo lo que le diga debe ser confidencial.
—Lo es y lo seguirá siendo. Sólo por causas de fuerza mayor se lo contaría.
—¿Qué es fuerza mayor? —pregunté.
—Que ponga en peligro tu vida.
—Está bien —accedí —Se lo contaré. En la escuela un chico me golpeó…—el sujeto se puso pálido —Bueno, bueno… —hice un gesto tranquilizador con las manos. Había empezado muy torpemente esto —…no fue a propósito, fue un accidente, fue un error. Estábamos practicando lo del desfile y después dijo que se disculparía, prometió que desayunaría conmigo…pero no llegó, y no pude evitar llorar. Lloré amargamente, y es decir, sólo era un desconocido, porque habría de reaccionar así y eso quiere decir que… o estoy loca o estoy deprimida.
ESTÁS LEYENDO
Solo una vez más
FantasíaCristina siempre ha tenido estos sueños, en los que vive a través de los ojos de otra chica, y aunque ahora le causan bastantes problemas no los cambiaría por nada. Siempre quiere más, quiere seguir soñando con ellos, viviendo en ellos ¿Está mal qu...