Capítulo 3: Sentimientos encontrados.

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CAPÍTULO 3

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Al final le había contado todo a Julia, pues era mi amiga y para eso están las amigas. Ella me escuchó muy atenta hasta que dejé de contarle todo lo que no me dejaba tranquila, y terminó respondiéndome que todo estaba genial, que no debía preocuparme, y claro que me respondió eso porque ella no sabía toda la batalla de pensamientos que se libraba en mi interior. Si quería que ella comprendiera necesitaba contarle muchas cosas que nunca le conté, muchas cosas que nunca le había dicho a nadie y que incluso me costaba admitir a mí misma.

Pero no lo hice.

Estaba acostada en mi cama ahora, pensando en lo primero me dijo Julia;

—El chico te gusta ¿No? Entonces no hay problema.

—Ese es mi problema, no sé porque repentinamente lo hice, no sé si es verdad que me agrada.

—Te agrada, créeme que es así, yo lo sé porque soy tu a miga y veo como lo miras, tú no puedes mirar como lo miras pero yo sí, se te ilumina el rostro, él es como una Coca-Cola en el desierto para ti…—hasta que comparó a Louis con un refresco, pensaba que de vez en cuando Julia tenía momentos de grandeza, y después olvidé toda esa basura. Para mi Louis no era eso, era mucho más, y me costaba demasiado admitirlo, él era para mí como un hermoso oasis que llevaba largo tiempo queriendo encontrar y que al fin, luego de una gran duna allí estaba.

Todo el sábado me la pasé recordando aquel momento con Louis y la forma tan desesperada y hasta vulgar en que lo había besado. Aún no comprendía que me había pasado. Un momento de desenfreno que no me podía volver a pasar. No sabía que pasaría cuando lo volviera a ver, y aunque estaba muy avergonzada por lo del beso, prefería mil veces decirle que lo sentía aunque fuera sólo para verlo una vez más a evitarlo.

 Aquella noche tuve un sueño hermoso y agradecí enormemente al cielo que el día siguiente fuera domingo, pues nadie me despertó bruscamente y mi sueño se esfumó con delicadeza como si fuera el humo de un sutil incienso que está a punto de terminarse.

El domingo me quedé en casa con mis padres viendo un maratón de películas y después llegó el lunes, que solía odiar pero ahora tenía un muy buen incentivo para asistir a la escuela. Él, Louis, que había llegado inesperadamente, como un rayo de luz que disipa la neblina y aleja a todas esas sombras profundas.

Me peleé con las calcetas blancas, la falda y la camisa en la mañana, pero no me ganaron y pude  salir corriendo de casa con aún un trago de café en la boca. Corrí a la esquina de la calle en donde los chicos de mi salón y algunos conocidos de otros grupos me saludaron. Allí no estaba Julia pero como ya era tarde me puse a andar con ellos en dirección a la escuela.

Julia me atrapó a mitad de camino, venia corriendo y me contó con diversión que se había quedado dormida porque su teléfono celular no sonó a la hora correcta. Conversamos animosamente entre todos en el camino sobre las próximas vacaciones de navidad.

Yo participé en todas aquellas conversaciones tan triviales y comunes que antes no me causaban el menor interés, pero ahora sonaban bien, muy bien, de hecho.

Cuando estaba en mi clase de matemáticas estaba pensando en cómo me reunirá con Louis, y que le diría, claro podría empezar con un simple lo siento y de allí partir, pero debía admitir que sentía cierto temor por su respuesta, no podía ni imaginar que estuviera molesto y que ya no quisiera saber más de mí. Pensar en esa posibilidad me causaba mucho dolor.

Ni bien tocó el timbre salí disparada de mi salón y fui a la cafetería, en donde siempre me reunía con Julia y con él, me esperé allí un momento pero no aparecía  ni él ni julia. No quería impacientarme tan rápido pues ni Julia se había aparecido, pero no podía evitar esa pequeña ansiedad que se iba haciendo más grande conforme pasaban los minutos, me obligué a tranquilizarme a mí misma, pues él no era de mi propiedad, podía decidir un día simplemente no venir a saludarme.

Solo una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora