— ¡No lo permitiré! —exclamó enérgicamente, y el sonido de su propia voz la sobresaltó. No conocía al hombre que yacía inerte en el suelo, pero se inclinó sobre él con la fiereza de una leona que protegiera a un cachorro indefenso.
Hasta que supiera qué estaba pasando, nadie haría daño a aquel hombre.
Comenzó a lavarlo lo mejor que pudo, con todo cuidado.
Su desnudez no la turbaba. Dadas las circunstancias, le parecía absurdo sentir rechazo por su cuerpo desnudo. Estaba herido, indefenso.
Si se lo hubiera encontrado tomando el sol en cueros, la cosa habría sido totalmente distinta, pero aquel hombre la necesitaba y no estaba dispuesta a permitir que su pudor le impidiera ayudarlo.
Oyó acercarse un coche por el camino y se levantó rápidamente.
Tenía que ser Bonnie y, aunque Max solía mostrarse menos hostil con las mujeres que con los hombres, quizás estuviera nervioso por los extraños acontecimientos de esa noche y lo pagara con ella.
Ángel quitó el cerrojo de la puerta delantera, la abrió y salió al porche.
No vio a Max , pero oyó un gruñido procedente de debajo de la adelfa y habló dulcemente al perro mientras el coche de Bonnie tomaba la entrada de la casa.
Bonnie salió y sacó del asiento de atrás dos bolsas de la compra, las sujetó contra su pecho y comenzó a cruzar el jardín.
—Gracias por esperar levantada —dijo con voz clara—. La tía Audrey quiere que eches un vistazo a estos retales para colchas, para tus tiendas.
—Pasa —respondió Ángel, sujetando la puerta mosquitera. Max gruñó otra vez mientras Bonnie subía los peldaños, pero no se apartó de la adelfa.
Bonnie dejó las dos bolsas en el suelo y miró a Ángel mientras ésta cerraba cuidadosamente la puerta.
—¿Qué ocurre?—preguntó, apoyando sus puños fuertes y pecosos sobre las caderas—. ¿Por qué finjo que mi maletín es una bolsa de retales?
—Por aquí —dijo Ángel, y la condujo a su dormitorio. Él no había cambiado de postura, pero su pecho seguía moviéndose regularmente.
—Le han disparado —dijo Ángel al arrodillarse a su lado.
La cara de Bonnie perdió de pronto su color sonrojado y las pecas resaltaron sobre su nariz y sus pómulos.
—Dios mío, ¿qué está pasando aquí? ¿Quién es? ¿Has llamado al sheriff? ¿Quién le ha disparado?
—Para contestar a las tres preguntas, no lo sé —contestó Ángel , tensa, sin mirarla. Mantenía la vista fija en la cara del hombre. Deseaba que abriera los ojos, que pudiera darle las respuestas a las preguntas que Bonnie había formulado—.Y no voy a llamar al sheriff.
—¿Qué quieres decir con que no vas a llamarlo?—dijo Bonnie casi gritando. La visión de un hombre desnudo sobre el suelo del dormitorio de Ángel había dado al traste con su calma habitual—. ¿Le has disparado tú?
—¡Claro que no! ¡El agua lo arrastró hasta la playa!
—¡Razón de más para llamar al sheriff!
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Pasando 10 dias contigo
Художественная прозаSinopsis: CLASIFICACIÓN (R) El calor era tan intenso que no se podía dormir. Cuando miraba las oscuras olas del océano; Ángel intuía que allí fuera había algo; aunque no lo viera. Entonces el apareció en la orilla, inconsciente. Apenas vivo. Llev...