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El sol límpio y dorado quemaba aún la piel desnuda de su pecho y sus largas piernas, a pesar de que se acercaba el crepúsculo. El destello movedizo de los rayos oblicuos del sol sobre las crestas de las olas lo hipnotizaba.
No, no era el fulgor del agua lo que le hacía caer en aquel estado hipnótico, era el hecho de no tener nada más importante que hacer que contemplar el mar. No recordaba ya el sonido de la quietud, la sensación que producía.
Durante un mes largo y delicioso, un mes de perfecta soledad, podía relajarse y ser un hombre cualquiera. Pescaría cuando le apeteciera, o navegaría por las aguas cálidas e hipnóticas del golfo si se sentía inquieto. El agua lo atraía infinitamente.
Aquí era azul como la medianoche; allí, de un turquesa radiante; más allá, de un verde pálido y refulgente.
Tenía dinero para combustible y provisiones, y sólo dos personas en el mundo sabían dónde estaba y cómo dar con él.
Al acabar aquel mes de vacaciones, regresaría al mundo gris que había elegido y se perdería en las sombras, pero de momento podía tenderse al sol, y eso era lo único que quería. Joshua Parker estaba cansado, cansado de una lucha interminable, del secreto y la maniobra, del peligro y el engaño que implicaba su trabajo.
El suyo era un trabajo de vital importancia, pero por un mes dejaría que lo hiciera otro, Aquel mes era suyo; casi podía entender qué había llevado a Michael Hattaway, su viejo amigo y el mejor agente que había tenido, al apacible misterio de las montañas de Tennessee.
El propio Josh (asi lo voy a poner) había sido un agente de primera clase, una leyenda que había vagado por el sudeste asiático y, más tarde, por Oriente Medio y Sudamérica, por los lugares más «calientes» del planeta.
Ahora era jefe de departamento, la figura en la sombra tras un grupo de agentes especiales que acataba sus órdenes y se entrenaba bajo su mando.
Poco se sabía de él; la seguridad que lo rodeaba era casi absoluta.
Josh prefería que así fuera; era un solitario, un hombre sombrío que encaraba las crudas realidades de la vida con una mezcla de cinismo y resignación. Conocía los peligros e inconvenientes del oficio que había elegido, sabía que podía ser sucio y cruel, pero era un hombre realista y había aceptado todo aquello junto con el trabajo.
Aun así, a veces todo aquello le pasaba factura y tenía que escapar, vivir por un tiempo como un ciudadano cualquiera.
Su válvula de escape era su yate, hecho a su medida. Sus vacaciones, como todo cuanto formaba parte de su vida, eran un secreto bien guardado, pero los días y las noches que pasaba en el mar eran también lo que le permitía seguir siendo un ser humano, los únicos momentos en que podía relajarse y pensar, tenderse desnudo al sol y restablecer el vínculo con su propia humanidad, o contemplar las estrellas y recuperar la perspectiva.
Una gaviota blanca pasó volando sobre él, muy arriba, y dejó escapar su lamento. Josh la observó con indolencia. Enmarcada contra el cuenco azul del cielo despejado, le pareció elegante y libre.
La brisa del mar rozaba levemente su piel desnuda y aquel placer hizo aflorar una rara sonrisa a sus ojos opacos. Había en él una vena de salvajismo indomable que debía mantener a raya con sumo esfuerzo, pero allí, a solas con el sol, el viento y el agua, podía dejar que aquella parte de su ser aflorara.
Allí, las restricciones de la ropa parecían casi sacrílegas, y le enfadaba tener que vestirse cada vez que entraba en un puerto para repostar, o cuando otro barco se acercaba para que sus ocupantes charlaran un rato con él, cosa que allí sucedía a menudo.
El sol había descendido, empezaba a hundir su borde dorado en el agua cuando oyó el ruido de otro motor. Volvió la cabeza y vio que un barco algo más grande que el suyo avanzaba lentamente por entre las olas.
Ese era el único modo de moverse allí: lentamente. Cuanto más cálido era el clima, más lento pasaba el tiempo. Josh mantuvo la mirada fija en el barco y admiró sus líneas elegantes y el sonido suave y potente del motor.
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Pasando 10 dias contigo
Ficção GeralSinopsis: CLASIFICACIÓN (R) El calor era tan intenso que no se podía dormir. Cuando miraba las oscuras olas del océano; Ángel intuía que allí fuera había algo; aunque no lo viera. Entonces el apareció en la orilla, inconsciente. Apenas vivo. Llev...