Continuación del capitulo 6

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Josh  rara vez se reía, o se divertía, pero el tono seco, la soma de su voz, le dio ganas de sonreír. Se apoyó en la isleta de la cocina para descansar la pierna herida. No le apetecía discutir. Necesitaba un arma para defenderse, aunque fuera sólo un cuchillo de cocina. Su lógica y su instinto insistían en ello.

 

— ¿Tienes algún arma de fuego por aquí? 

 

Ángel  dio la vuelta hábilmente al beicon. 

 

—Tengo un rifle calibre 22 debajo de la cama y una 357 con balas de posta en la guantera del coche. 

 

Josh  se enfadó al instante. ¿Por qué no se lo había dicho el día anterior? Luego, ella le lanzó otra de aquellas miradas largas y fijas y él comprendió que estaba esperando a que dijera algo. ¿Por qué iba a darle una pistola a un hombre que la había amenazado con un cuchillo? 

 

— ¿Y si las hubiera necesitado durante la noche? 

 

—No tengo balas para la 357, sólo las de posta, así que la descarté—contestó ella con calma—.El rifle estaba a mano, y no sólo sé usarlo, sino que, a diferencia de ti, tengo los dos brazos en buen estado—se sentía a salvo en Diamond Bay, pero el sentido común la obligaba a tener en casa ciertos medios de defensa. Era una mujer que vivía sola, sin vecinos cercanos. Las armas que tenía eran para lo que su abuelo solía llamar «alimañas», aunque nadie que viera el cañón de la 357 sabría que estaba cargada con postas. Las había elegido para defenderse, no para matar. 

 

Josh  se quedó callado un momento, con los ojos negros entornados. 

 

— ¿Por qué me lo dices ahora? 

 

—Primero, porque me has dicho quién eres. Segundo, porque me has preguntado. Tercero porque, hasta sin cuchillo, no estabas desarmado. Tienes ciertas dificultades para moverte, pero no estás indefenso. 

 

— ¿Qué quieres decir? 

 

Ella miró sus pies descalzos, morenos y fuertes.  

 

—Los callos del borde de tus pies y tus manos. Poca gente los tiene. Te entrenas descalzo, ¿verdad? 

 

Cuando volvió a hablar, la voz de Josh  sonó tranquila y tersa, y Ángel  sintió que un escalofrío le recorría la espalda. 

 

—Cariño, eres muy observadora.

 

Ella asintió con la cabeza. 

 

—Sí. 

Pasando 10 dias contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora