Continuación del Capitulo 9

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El tensó la mandíbula y masculló una maldición. Se estaba excitando de nuevo con sólo pensar en dejarla embarazada, en que llevara en su vientre un hijo suyo y lo amamantara con sus hermosos pechos. Quería que aquello sucediera.

Quería llevársela consigo y volver a casa, con ella, cada noche, pero no podía dar la espalda a su trabajo y a su país. La seguridad era esencial, ahora más que nunca, y sus servicios eran de incalculable valor. Tenía que hacer aquello. No podía poner en peligro a Ángel. 

Los ojos grises de ella parecían haberse oscurecido con una mezcla de amor y tristeza. 

—No voy a facilitarte la marcha—musitó—.No voy a ocultar lo que siento y a decirte adiós con una sonrisa. 

Josh se volvió para mirar la carretera. Su perfil era duro e indescifrable. No contestó y, cuando el semáforo se puso en verde, Ángel  condujo cuidadosamente hasta la droguería más cercana. Sin decir nada, sacó un billete de veinte dólares de su bolso y se lo dio. 

El cerró la mano sobre el billete áspero y la miró con dureza. 

—Es esto o la abstinencia. 

Ella exhaló un profundo suspiro. 

—Entonces supongo que será mejor que entres, ¿no? No, no se lo estaba poniendo fácil. Se lo estaba poniendo tan difícil que aquello estaba destrozando a  Josh. Maldita fuera, si las cosas fueran distintas, le daría un hijo cada año, pensó con rabia al entrar en la droguería. Quizá fuera demasiado tarde; tal vez Ángel  ya estuviera embarazada. Sólo un ingenuo o un irresponsable podría descartar esa posibilidad. 

Se apartó de la caja registradora y se dirigía a la puerta cuando Ángel  entró en la tienda con la cara crispada, los ojos dilatados y una mirada apremiante. 

Sin vacilar, Josh  dio media vuelta, recorrió varios pasillos y se puso a examinar unos refrigeradores para vinos. Ángel  pasó a su lado, camino del departamento de cosmética. Josh  esperó y un momento después la puerta volvió a abrirse.

Vislumbró una cabeza rubia, agachó la cabeza y echó mano automáticamente de la pistola, pero la cinturilla de su pantalón estaba vacía. La pistola estaba en el coche. Entornó los ojos y una expresión fría y mortífera se apoderó de sus rasgos. Moviéndose en silencio, comenzó a seguir los pasos de Ellis. 

Ángel  había visto bajar por la calle el Ford azul y se había dado cuenta enseguida de que era Ellis. Sólo había pensado en avisar a Josh  antes de que saliera de la tienda y Ellis lo viera. Si Ellis les había estado siguiendo, era ya demasiado tarde, pero Ángel  estaba casi segura de que no les había seguido. Se trataba únicamente de una desafortunada coincidencia.

No podía ser otra cosa. Había fingido no verlo, había salido del coche y entrado en la tienda como si estuviera sola.

Justo al entrar había oído cerrarse la puerta de un coche tras ella y había comprendido que Ellis estaría allí en cuestión de segundos. Josh  había dado media vuelta nada más ver su cara. Ahora, lo único que tenía que hacer Ángel  era librarse de Ellis, aunque para ello tuviera que volver al coche y marcharse sin Josh. Luego podía dar la vuelta para recogerlo. 

—Me habías parecido tú. ¿No me has oído llamarte?—preguntó Ellis tras ella mientras Ángel  miraba el expositor de pintalabios. Se volvió bruscamente, fingiéndose sobresaltada. 

—Tod! ¡Qué susto me has dado!—exclamó, y se llevó una mano al pecho. 

—Perdona. Pensaba que sabías que estaba detrás de ti. 

Pasando 10 dias contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora