Gimnasio
El fuerte sol de junio apretaba tanto, que su piel tardó menos de media hora en depurar calorías. Los hombros levantados y marcados estaban impregnados en sudor, al igual que el abdomen. El ejercicio físico era su pasión, adoraba descargar adrenalina en el saco de boxeo y desde que tenía quince años lo hacía todas las mañanas que podía.
El ambiente era distinto. La mujer de cabellos naranjas y ráfagas doradas había madrugado más que de costumbre y se comportaba frente al saco como nunca antes. Ningún visitante había pasado a su lado sin antes dedicarle una mirada de inseguridad. Los ojos castaños de la muchacha habían cambiado, habían muerto desde Money In The Bank. La tercera traición casi consecutiva de las que eran sus mejores amigas habían marcado su orgullo, quizá el poco que aún le quedaba; jamás habría imaginado que la descendiente Hart pudiera volcar su cólera sobre la única que le había ayudado. Los recuerdos frustrantes de Paige, Charlotte y las imágenes de PCB en general la habían atormentado durante meses y sin embargo había logrado enmascarar el resentimiento tras la faceta cómica y pseudodestructiva por la que era reconocida. Pero tras vivir una nueva puñalada el pasado domingo desistió de ocultar el dolor.
Su modus operandi era opuesto al que soltaba por la boca. El fuego, la gasolina y todo lo que representase su estilo celta quedaba reducido a cenizas cuando atacaban sus puntos débiles. No era una luchadora tramposa, ni tampoco gustaba de devolver venganzas innecesariamente. Desde que salió de NXT había decidido abandonar esa oscura personalidad.
Sin embargo, era precisamente esa oscuridad la que estaba resucitando y la mantenía de pie en ese gimnasio. La traición de Natalya era amarga y hacía llamear su ira. Además, se sentía utilizada. Todos estos pensamientos la acompañaban día y noche, hora tras hora. Los impactos sobre el saco aumentaron de ritmo y los nudillos se enrojecían a medida que su concentración se afinaba. Sentía calor, fuego interno, como si el cansancio sólo la hiciera recordar lo débil que era. Becky Lynch, la jobber del momento. La eterna face. La aburrida underdog de toda la división femenina. Los dientes se apretaron marcando su mandíbula. Los puños resonaban en el gimnasio como un montón de tiroteos. Siguió golpeándolo como si su vida pendiera de ello, como si su trabajo se redujera a hacerse daño de esa manera. Trató de vencer a sus propios pulmones, pero en un momento dado su corazón le pidió descanso. Había perdido el aliento. Ahora lo único que se oía era su costosa y ronca respiración, mientras varias gotas de sudor descendían por los brazos y las ondas de sus abdominales. El entrenamiento había acabado.
Hotel
Finn Balor: ¿Por qué no has venido? Te dejé un mensaje en el móvil.
Becky Lynch: ¿Ah sí? No lo he leído.
Finn: Claro que lo has leído. Lo habías contestado. ¿Se te olvidó?
Becky: Parece ser.
Finn: Me parece que hoy está alguien de malas pulgas...
Becky: ¿Y si hablamos en otro momento?
Finn: No. Yo quería verte hoy y he hecho un esfuerzo por quedar contigo. Me has dado un plantón interesante.
Becky: No quiero seguir hablando.
Finn: Vamos, Bec, sé lo que te pasa. Ni siquiera intentas ocultarlo, no me lo pones muy difícil. ¿Vas a estar enfadada con el mundo eternamente por lo que te hizo Natalya?
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Dolor
Fanfiction"Había algo en él, algo inmenso que la hacía notar esa misma oscuridad de la que se deshizo en la NXT. Randy siempre le había parecido un niñato alejado de su estilo y sus principios, y ahora que por primera vez tenía unas palabras con él la impresi...