Terror

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Randy se quedó quieto varios segundos antes de golpear en la puerta. Tenía serios problemas para controlar sus nervios y en el fondo seguía amando a Becky. El problema era que mucho dolor se había interpuesto entre ambos, y él actuaba de acuerdo a sus peores sentimientos. Al final, golpeó y esperó, respirando hondo. La inquilina tardó mucho en llegar hasta la puerta.

Cuando abrió y se encontraron cara a cara, después de doce días sin verse, Randy sintió un dolor en el pecho. Asombrosamente, Becky había perdido peso. Tenía los muslos delgados, uno de los brazos vendados y andaba dificultosamente con una muleta. Realmente debía usar silla de ruedas, pero la luchadora se exigía practicar con los pies para poder desecharla cuanto antes, odiaba sentirse minusválida. Randy se fijó en que tenía unas enormes ojeras y su pelo natural cubría la cima de su cabeza, no se había vuelto a teñir. Sus labios estaban secos y rotos, y la piel pálida. No lo pudo evitar, sentía lástima. No sólo por ella, sino por los dos. Suspiró y acabó inclinándose hacia su cuerpo, rodeándolo con los brazos. Lo único que aún podía sentir era su barriga, reducida y lánguida al rozarse con su abdomen. La oyó llorar de inmediato y sintió cómo sus manos se aferraban a él como si quisiese pegarse para siempre.

Randy: Suéltame... aún estoy enfadado —ella no lo hizo, y hundió su cabeza en el cuello de él. Cuando vio que no le obedecía, empezó a sentirse nervioso y la agarró fuerte de los brazos, separándola y apretando sus muñecas— apártate de mí, por favor.

Becky: Oh dios mío... ¿es que ya no me quieres?

Randy: No.

Becky sintió como si un piano le cayera en la cabeza al escucharle, y tuvo que contenerse para no acabar llorando de nuevo. Apretó los labios y bajó la mirada, asintiendo.

Becky: Lo entiendo. Pero tienes que entender que nada de lo que ocurrió fue mi culpa... fue culpa del otro coche, el conductor estaba borracho y lo pagamos todos los demás.

Randy: Tenías que haberme hecho caso.

Becky: Lamento mucho no haberme quedado, me arrepentiré toda la vida. Pero, ¿qué se supone que tengo que hacer?

Randy: Sólo he venido a ver si estabas bien. Pero no voy a volver contigo. No quiero verte más. Me doy por satisfecho con esta visita.

La mujer trató de envolverle con los brazos nuevamente, en un arranque de desesperación. Pero recibió un empujón veloz que le hizo daño en la barriga. Él vio cómo sus ojos estaban rojos y que más lágrimas se desprendían de sus pestañas, ante el rechazo.

Randy: Deja ya de llorar... no tienes derecho a llorar.

Becky: Sólo podré superar esto si estamos juntos... no quiero que me apartes de ti. Sé que estás enfadado, pero por favor, no podemos separarnos ahora.

Randy cerró los ojos suavemente, y alzó la cabeza para relajarse. Verla llorar siempre había sido una debilidad, y ahora que estaba tan mal se preguntó si había sido su comportamiento con ella el que la había hecho adelgazar. Pero las emociones eran demasiado fuertes y la experiencia muy dolorosa. No podía hablar del tema porque al final, a él también se le saltaban algunas lágrimas. Sintió que una bajaba por su mejilla y se empezó a ablandar.

Randy: Si te hubieras visto en ese coche... creí que estabas muerta. Muerta de verdad. Te daban temblores y lo primero que pensé era que tu organismo estaba parando de funcionar. Tenías tanta sangre en la cabeza que... yo... iba a matar a Austin.

Becky: La situación pasó así y desafortunadamente íbamos en su coche.

Randy: ¡Me desobedeciste!

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