Mientras escalábamos la pared de su casa me dediqué a pensar. A pensar en ese gato bobo que siempre ha estado ahí en mis momentos tristes, que ha arriesgado su vida por mí, que me ha hacho reír con sus estúpidos chistes, y me di cuenta de que le amaba. Amaba a Adrièn y amaba a Chat Noir, las dos caras de una misma moneda, estaba profundamente enamorada del chico que tenía ante mis ojos. Nos miramos unos segundos y ambos entendimos las intenciones del otro.
Al llegar a la ventana de su cuarto noté que se acercaba a mí lentamente. Me aproximé a él y dejé que me bese dulcemente. Me apegué a esos labios que tanto había querido notar en los míos desde el día en que lo conocí. Pasé mis manos por su pelo sin dejar de besarle, mientras él me acariciaba la mejilla. Solamente oímos nuestras respiraciones entrecortadas mientras terminaba el beso y nos mirábamos a los ojos.
-Te quiero Marinette.-me dijo él.
- Y yo a tí Adrièn, no sabes cuánto tiempo he esperado para hacer esto.-añadí tímidamente.
-Pase lo que pase no permitiré que mi padre te haga daño, tienes mis palabra.
-Lo sé, pase lo que pase permaneceré a tu lado, no me separaré de tí. Tú eres la parte que me completa.-le confesé dulcemente.
Me dió un beso rápido en los labios y se levantó de un salto.
-Odio ponerme responsable my lady,-dijo al más puro estilo Chat Noir.-pero tenemos una ciudad que salvar.
-Muy cierto, vamos a ello.
Me guió por su enorme mansión hasta llegar a una puerta cerrada con llave de la que se escuchaban algunos ruidos.
-Es aquí- susurró mientras aproximaba su oreja a la puerta para escuchar mejor.-Él está dentro.
Asentí y nos comunicamos con la mirada: a la cuenta de tres tiramos la puerta abajo. Uno, dos,¡tres!
La puerta cayó a nuestro pies y un complacido Lepidóptero nos esperaba.
-Oh, habéis venido. ¡Qué tiernos, la parejita viene a salvar el mundo! Pero mucho me temo que no podréis hacer nada sin vuestro prodigios.-dijo Lepidóptero notablemente complacido.
-Podemos y vamos a detenerte padre, con o sin prodigios.- exclamó Adrièn.
-Adrièn, Adrièn. ¿Es que no quieres que vuelva tu madre?.-preguntó el supervillano en tono cómplice.-Con lo mucho que la querías...
-Claro que quiero que vuelva, ¿pero ella no desapareció verdad? Huyó de tí, te tenía miedo.-dijo Adrièn con rabia. Nunca le había visto así. Sus ojos centelleaban de ira al hablar con su padre.
-Veo que eres un chico inteligente. Pero cuando consiga traerla de vuelta le haré saber que no se debe abandonar a su marido y deseara no haberlo hecho nunca.-añadió cruelmente.
-¡Eres un monstruo!-grité yo.-No permitiré que hagas daño a Adrièn o a su madre, aunque me cueste la vida.
-Vaya Marinette, veo que eres valiente. ¿Qué te parece hacer un trato? Tu vida a cambio de la de Adrièn, su madre y todos los parisinos. Si aceptas le daré mi prodigio a Adrièn para que lo rompa él mismo, y ninguno de mis akumas amenazará la estabilidad de París.
Me paré a pensar y supe que lo que más me importaba en el mundo era la vida de Adrièn y que estaba dispuesta a dar la mía propia a cambio.
-De acuerdo, lo haré.-afirmé con mirada desafiante a Lepidóptero.
-¿Marinette estás loca? ¡No lo hagas!-gritó Adrièn desconsolado.
-Lo siento Adrièn, pero quiero que seas feliz por todos esos años que no lo has sido. Eres lo que más me importa en este mundo.
-Oh, que dulce Marinette, bonitas últimas palabras. Me temo que ha llegado tu hora.-dijo al mismo tiempo que lanzó un akuma contra mí que traspasó mis huesos y se hundió en el corazón.
-¡¡¡Marinette!!!-oí gritar desconsolado a Adrièn, que empezó a llorar con amargura. Es es último sonido que escuché en mi vida.
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El desenlace
FanfictionDos adolecentes, dos superhéroes, dos identidades ocultas. Un enorme peso bajo las máscaras de Ladybug y Chat Noir. Una única misión: defender París de las garras de Lepidóptero. ¿Entre todo eso puede haber tiempo para el amor? Un beso, un abrazo, u...