Capítulo 21.

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Mefisto Gray.
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Mi espíritu no estaba tan preparado para poseer el cuerpo de Helena. Desde que Asmodeo me atravesó por la mitad, tuve que incubarme dentro de Helena.
El vecindario se familiarizaba con mis recuerdos. El orfanato esta cerca. Ansiaba ver una vez más a la bebé que deje bajo el cuidado de Erika, en esa época la nieve le daba vida a la ciudad, las luces amarillas se escapaban por las ventanas y el frío coloraba la nariz de ella. Para cargarla por mucho tiempo tuve que poseer un cuerpo de un padre. Era extraño sentir el frío, desde la última vez que me vestí de carne, la temperatura del lugar se volvía algo desconocido. Dos agentes especiales de la patrulla Singularity tomaron a sangre fría las vidas de los padres de Helena, mientras que yo les devolví el favor escuchando sus súplicas y ruegos de vida cobardes hasta que ellos encontraron él sosiego eterno en las llamas del infierno con la hoja de mi guadaña. El rojizo rostro de Helena lloraba sin consuelo al fondo en una de las habitaciónes.
Uno de los mitos que los humanos se creaban es que los niños debido a su inocencia, podían ver más allá que los adultos. Solía burlarme sin que ellos me escucharan. Siempre caminé sin cuerpo en el mundo de los vivos hasta que me topé con la mirada de la pequeña dentro de su cuna. El llanto se detuvo un poco tan sólo de verme, su respiración comenzó a tranquilizarse. Me acerqué más para investigar y entre sus manos intentaba tomar mi cabello. Esa fue la primera vez que me robaron el corazón.
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Mefisto Gray.
- Chiquilla.- Llamé desde su espalda.
- ¡Hi!- Contestó.
Seguía sorprendiéndome que tan valiente era. Aún teniendo una forma grotesca para los ojos primerizos, ella seguía sin aterrarse de mi morbida apariencia. Su naturalidad despreocupada me cautivaba desde dentro.
- Huelo peligro muy cerca, ve a la derecha.- Ordené.
Llegamos a una casa abandonada. Erika con mucho trabajo entre jadeo y jadeo la respiración iba y le venía. Los niños continuaban temblando de miedo. Unos hasta se se hicieron del baño encima pero no hubo nadie que le viera lo cómico a eso en un momento de penumbra. Unos lloraban descontroladamente al escuchar él profundo sonido de la muerte disfrazada en un disparo, los más grandes intentaban consolarlos.
Con las gotas gordas de sudor, Damian y Chrome se entregaban completamente en defender a todos los inocentes presentes. No comprendía el altruismo del todo, quien entrega todo por lo demás raras veces salía ganando algo, en cambio el defendido se lavaba las manos sin hacer nada. Entonces recordé la vez que conocí a Chrome en las cataratas, Damian se humillaba con tal de lo acompañara. Chrome no asimilaba las cosas por completo, como si Damian nunca le hubiera explicado que trataban de lograr. Personalmente concordaba con Damian, la presencia de Chrome en la guerra sólo significaría su sacrificio y los humanos siempre están preocupados por buscar una excusas para vivir. Se trataba del altruismo involuntario, bajo, pero inteligente.
Luego de su inesperada y fugaz visita, me tocó caminar por él camino que rompe con mi armonía interna, aquella que te pone las tripas del revés y se desearía mil veces que fuera todo un mal sueño con sabor a secuela. La presencia del espíritu fetido de Beelzebub, el rey de las moscas, presentándose con un acto de hacer honor a su nombre. El monstruoso olor de su espíritu rápidamente me hizo entender mi escasa soledad.
Bajo un árbol cubierto de sombra. Reposaba mirándome fijamente.
- Dime a que has venido.- Murmuré sin inmutarme, preparándome psicológicamente para defenderme.
- Pero que rudo.- Musitó imitando una voz femenina.- Los saludos corteses ya no son lo de ahora.
- Mi cortesía murió hace mucho tiempo, Beelzebub.
- Mi querido Mefisto, Mefisto, Mefisto.- Taradeó mi nombre por un momento más.- He venido a proponerte algo. Un juego, si, lo es.
- No estoy para chorradas. Mueve el culo a otra parte. Me fastidia.
- ¿Conoces a Helena? Una niña pequeña.- Mi cabeza hizo corto circuito. Mi corazón se detuvo. Mis articulaciones se hicieron de piedra y mi aliento cesó.- ¡Woha! Pero parece que si la conoces. Bien, tengo su alma anclada a una cuna de larvas. Esas larvas tienen de duración un año para que lleguen a su pecho y devoren esa deliciosa e inocente alma.
- ¡Maldito bastardo!- Lo tomé del sacó y lo azoté como muñeco de trapo contra la firmeza de un alto roble.
- El juego está: en como lograras detener el último juicio. Si lo logras, esas larvas saciaran su hambre y cesaran por completo. Si no, ella no tendrá ni siquiera una sola probabilidad de entrar al cielo y será devorada en su eternidad.
- ¿Por qué habrías de hacer todo esto?- Gruñé entre dientes y apretando más los nudillos siendo consumido por la rabia.
- No soy muy bueno compartiendo. El juicio final llegará pronto, eso indica que hay que deshacer todo lo viejo y hacer lo nuevo. Yo seré quien de la nueva órden en todo el mundo, quien controle desde las sombres y te aceche en plena luz. ¡Yo seré el nuevo Dios! Cuando todos vuelvan a estar encerrados solo habrá espacio para uno en este fétido mundo.
- Juegas sucio, Juegas muy sucio.- Hundí mi puño en su nariz con toda mi fuerza. Las moscas cubrieron su escape sin dejar huella.
- Esas larvas solamente yo las puedo detener. Intenta algo raro y acorta la vida de la pequeña. Felices juegos.
Esa fue la última visita. Anhelaba que estuviera en trance para ignorar todo. La mandíbula me tambaleaba y sus palabras taladraban dentro de mi cabeza, como una broca que se hunde y entra cada vez más más. Iba con fé que Helena estuviera al cuidado de la guardería. Hacía años que la deje de verla para seguir con mis trotes clandestinos. La falta de tiempo para pensar en una mejor idea y la desesperación me hicieron considerar la oferta de Damian. Él estaba en todo el derecho de suplicarme integrarme a su pequeño grupo friki de salvar el último juicio. Nadie conocía mejor la escuela que yo. Desde centenares de años mi reformatorio fue Luzbel Anarchy; investigué cada conducto, descubrí cada parte secreta, presencié con mis ojos aquella estructura en magma con forma de círculo y un vórtice central como el centro para llegar al infierno. A metros se escuchaban los escandalosos ruidos de las almas perdidas. Todas sufriendo en eterna agonía.
Deje de sentir el absurdo sentimiento de empatía por los demás al recordar todas las pestes que habían sembrado aquellas almas en el mundo de los vivos. Cuantas familias se hicieron con el dolor, cuantas mentes se perturbaron, cuanto caos provocaron. Las incontables infamias impedía la claridad de mi mente que no soportaba más de una hora cerca de la puerta al infierno. Estar dentro era una cosa, estar cerca del abismo sin retorno era una incluso otra cosa. Logré burlar los ojos de Nebiros y escapar de Luzbel Anarchy llegando a parar en una realidad sin fondo, encerrado en silencio y luchando contra el peor de mis enemigos, el más pesado, el más mórbido, el que actuaba a base de engaños y me apuñalaba por la espalda: Mi mente.
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Evelin Róldan.
¿Cómo carajos me había apuntado en algo tan peligroso sin pensarlo? El espontáneo golpeteo de Helena me despertó de una clase de trance encerrada con los barrotes de los amargos recuerdos sólo para escuchar el disparo tras disparo de la policía a fuera del orfanato. Erika corría jadeando y derramando por su viejo rostro lágrimas amargas. Todo lo que se refería a su patrimonio esta siendo destruido para seguramente asegurar el perímetro. Años y años de recuerdos se derrumbaban con los disparos y los muros de experiencia y risas eran fracturadas suciamente. La neciedad de Chrome lo llevó a quedarse firme a puertas de la casa e intentar proteger el tesoro del orfanato, los heredados de la humildad, los niños huérfanos.
Mefisto encabezaba dentro del cuerpo de Helena el recorrido clandestino en las sucias calles de Uchiwa. El final del agitado viaje nos trajo a una casa deshabitada. Algo normal en esta ciudad, por cada cinco casas, una ya es abandonada.
Los disparos cesaron por unos segundos. Pensamos lo peor. Erika y yo inclinamos la mirada sabiendo que un soldado cumplió con la misión de salvar la vida de su equipo. Fue cuando mis ideas egoístas y mi indiferencia a su persona se arrepentían por completo. Una mala imagen puede asustar y hacer cambiar las opiniones, ese fue mi error. No terminé de leer el libro antes de juzgarlo. Angélica se quedaba en nuestros brazos y por lo que entendí sólo el cielo podría salvarla. Un humano cualquiera y el espíritu de un demonio en un cuerpo de niña no bastarían para acercarse a las nubes.
- «Regresemos por Bao. Tenemos que arrebatar esa lindura antes de que los malos se la arrebanten de esas frías manos»- Dijo él. Mostré indiferencia.
Los quejidos y llantos de los niños no me dejaban aclarar mi mente y sólo la dejaban más turbia que de costumbre.
- Las cosas van de mal en peor.- Quejó María apoyada en un pilar.
- ¿Chrome esta bien?- Pregunté angustiada.
- A esta distancia no puedo sentir nada. A Damian ya se le habrá ocurrido algo para escapar. Por el momento quedamos tu y yo.
- ¡Esto es una soez, es un maldito insulto!- Gritó Mefisto.- Por culpa de su amiga la moribunda, estoy perdiendo tiempo. Ya se fue a la basura el entrar a Luzbel Anarchy, estaba todo preparado pero a su amiguito el ángel se le ocurre disparar una flecha y ahora estoy ligado a ayudarlos en vez de seguir el plan inicial.
- El plan lo decidió el líder del equipo.- Defendió María.
- No recuerdo que Damian haya decidido algo así.- Respondió.
- Damian no, pero Chrome sí.
- Ese Mocoso no puede ni con un problema pequeño ¿A qué nos va a ayudar? ¿A rendirnos?
- Si Damian dejó que Chrome decidiera es, porque seguramente ya tiene algo planeado.
- Sólo estoy gastando segundos valiosos.- Rugió tranquilamente furioso como volcán a punto de explotar, aquellas palabras sólo fueron las primeras humoradas.- Sí, lo sé, el mocoso se desarrolló rápido. Aún no cuenta con la capacitación de la experiencia. Los sentimientos humanos retrasan el aprendizaje.
Me sentí tan indignada con su cuestionamiento que mis pies tomaron vuelo entre todas las infantes miradas que fueron testigos de como inconscientemente tomé entre mis manos el cuerpo de Helena creyendo que se trataba de Mefisto. Al levantar la mirada, las lágrimas de Helena cayeron el suelo y crucé la vista con Mefisto que se mantenía atento con los ojos bien abiertos como platos con pupilas diminutas armado con un rostro aterrador sin ninguna arruga. Su fantasmal guadaña pasaba por mi cuello, el frío metal atravesaba mi carne y tocaba mi interior. El dolor era agudo y no visible, como una nueva experiencia.
- ¿Lo sientes?- Murmuró con un tono de robot.- Mi hoja esta raspando tu alma, puedo cortarla de tajo y hacerte un demonio vestida de carne. Sin tu alma el juicio no existe y el paraíso se te negará.
- Hablas mierdas que no sabes. No entiendes nada de sentimientos, es lo que nos hace humanos, es lo que te hace a ti un demonio.- Bajé con cuidado a Helena y ofrecí una mirada de desprecio sin nada más que decir.
Indignada y con la garganta cortada arrastré los pies hasta las escaleras para sentarme con un poco de tranquilidad en soledad. El rechinido sólo hizo alertar más a los demás.
- «¿No te cansas de ser débil?»
- «¿Otra vez tu?» «¿Cómo llegaste a mi cabeza?»
- «Bao» « ¿Lo recuerdas? Fue el impulso para que tus más oscuros deseos salieran a flote» «Soy lo que siempre quisiste, Evelin»
- « Aún no decido que es lo que quiero» « ¿Por qué tú lo decides? Soy yo el sujeto»
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Evelin Róldan.
El otoño y los colores naranjas y marrón cubrían el suelo y tapizaban los vidrios de los vehículos estacionados. Me sentaba en mi mesa favorita en mi cafetería favorita "El Umbra" recuerdo que alguien siempre llegaba después de las 12 y yo me arreglaba en toda la mañana para verme con él. Su rostro era muy difuso y su voz tan desconocida, no lograba hacerme con ninguna palabra de su boca.
- ¿Señorita? ¿Ordenará algo?- Preguntó confundida la mesera.
- ¿Eh? Sólo un café americano.
- ¿Algo más? - Agregó la mesera.
- Lo mismo que la dama.- Dijo él.
La mesera se retiró y quedé en soledad con él. Sus ojos eran idénticos a los míos, los veía vacíos. Vestía un traje gris, llevaba una melena despeinada como cabello que se conectaba con su barba.
- ¿Un cigarro?- Ofreció extendiendo la cigarrera y sin otra opción tomé uno y me lo llevé a la boca sintiendo el relajamiento el pleno apogeo, cada fibra de mi más tranquila.
- Sin ti, todo es diferente.- Dije melancólica.
Su mirada se transformó en algo más oscuro y sostenía una sonrisa de oreja a oreja.

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