Capítulo 26.

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Rose Colón
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En la demencial oscuridad se escucha un rechinido proveniente de la garganta de una niña inmadura, nadie los escucha. El eco rebota sobre las paredes y todos lo pasan tranquilamente. Las siluetas trabajan con una muñeca de carne, insertan sus sucios dedos violentamente sin ningún cuidado. La anestesia es un mito en la habitación. El dolor es la moneda de cambio. Por un momento mi boca dejó de emitir sonidos, mi mente se dispersó entre las olas del pensamiento y mis pupilas se escaparon de la órbita. Perdí el control de mis extremidades, la cordura y el conocimiento. Un sonido tintineante navegó por mis oídos, el idioma de las máquinas era lento y corto.
De nuevo me encontraba en soledad, hacía mucho que la angustia no visitaba mi cabeza y el miedo mi mente. Dj alejaba a esos dos demonios de mi cordura, con él, las cosas eran distintas. Si Jei o Dj me encontraran en aquella situación, una bomba hubiera estallado, una guerra emergería desde las sombras. Ellos dos eran más protectores que una armadura medieval o que los calzoncillos de castidad.
Ambos notaron algo en mi que simplemente decidieron recrear toda su vida conmigo.
Mi libro de hechicería para principiantes no me acompañaba. Temía que mi libro hubiera sido encontrado por Romeo y que se convirtiera en totalmente un tirano y lo peor es que trabajaría para los tiranos.
- Hey, oye ¿Por qué esa cara?- Exclamó Dj tendiendome la mano.
La mandíbula cayó al suelo por encontrarlo en un lugar como este. Las palabras quedaron apretadas en mi garganta intentado salir todas juntas. La vista se nubló, había altas probabilidades de que lloviera por mis párpados con una ligera depresión.
- Sabes que no me gustan las caras largas. Ya te lo dije, eres muy guapa para estar con las caras largas.
El viento besaba nuestros rostros, era una de esas pocas veces que Dj no cubría su rostro con máscaras o pañuelos, su cabello estaba recogido sin peinar. Esas épocas en donde él volvía al antaño. En ocasiones iba con sus novias y confiaba en que yo estaría bien, no se quien de los dos tuvo el error de creer en eso.
- Me dijiste que odiabas el sol. Como es muy cursi y te esperarías a que yo te llevara por un paseo nocturno te he traído a que tomes el sol.
- Idiota, que mal me conoces.- Repliqué.
Él acomodó su cabeza sobre mi regazo con toda tranquilidad.
- Hace mucho que no te oigo quejar de algo, creí que esta sería una oportunidad para que tu y yo nos quejáramos como en los viejos tiempos. El sol me quema y odio el calor, pero todo eso se olvida si estas conmigo.
- Hasta siendo idiota, eres lindo, te odio puto.
- También te quiero.
El crepúsculo culminó en lo alto y el corazón me estalló mil veces por segundo, y en mil segundos por una vez. Su cabellera despeinada era perfecta para peinar como muñeca, Dj nunca se quejaba ni replicaba. Jugar con su cabello lo adormecía y ese día luchaba contra sus costumbres para escuchar cada respiración y tocar cada caricia.
¿Cómo llegué a tropezar con él? Era un un hoyo inesperado, un hoyo lleno de oro.
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Rose Colón.
Mis verdugos terminaron de jugar con su juguete de carne. La amarga fragancia del cigarro penetró mis fosas nasales y no pude hacer más, que centrar mis ojos del origen del olor. Estático en frente de mí brillaban los lentes del demonio con el que cerré el trató.
Sentí el cuerpo totalmente entumecido, en un estado así, lo de menos era mi desnudes, me avergonzaba más la manera en que me saboreaba su profunda mirada.
- ¿Cómo te sientes?- Murmuró con la sonrisa en alto.
- ¿Q... Qué me hiciste... Bastardo?- Hilé con dificultad.
- Considerado un regalo de Singularity... Es un placer que usted trabaje para mí. Cuando pueda levantarse vistase y preséntese en mi oficina.
Se despidió con el frustrante rechinido de la puerta con un azote al final. Con toda la fuerza de mis brazos hice un débil esfuerzo para levantarme de la camilla y observar el cuarto oscuro, vacío de personas, lleno de mi fragancia y con mi sangre derramada por los suelos.
Tomé asiento y bajé de la mesa de un pequeño salto... Mis pies tocaban el suelo y se mantenían firmes y fuertes. La mandíbula se desencajó de mi rostro y caí de la sorpresa. Cada dedo se movía perfectamente, las articulaciones eran perfectas, había dolor como antes pero con la diferencia de que habitaba una masa muscular que me protegía más sobre el dolor. Como rayo, con el corazón latiendo igual que el de un colibrí, me levanté y fui de brinquito en brinquito hasta la puerta. Que mis pechos no rebotaran junto conmigo me deprimía un poco pero ¡Al fin me movía por mi cuenta! Ahora podía sorprender a Josep, tomarlo por sorpresa y en sigilo con la opción de esconderme si sospecha algo. Mis pies podían sentir la suave alfombra, la frialdad del suelo, la humedad de la tierra y todo.
-¡Esto esta de locos!- Grité en pleno éxtasis y sobredosis de azúcar.
En un segundo llevaba los pantalones puestos y y un camisón blanco que yacían en una silla. No encontré zapatos, y eso era lo de menos. Correr sobre alfombra era el deja vu más hermoso que tuve, a toda velocidad me acerqué a los elevadores y presioné rápidamente el botón de bajar para que bajara más rápido.
El personal de la torre Singularity ignoraba mi dosis de azúcar, éxtasis y emoción.
Todo el tablero de direcciones estaba repleto de botones y palancas brillantes, una segunda pared cargaba con más botones brillantes. Siendo nueva en la torre Singularity hice lo que cualquier profesional habría hecho.
Presioné todos los botones para visitar cada piso.
La gente iba y venía sobre los elevadores y odiaba cuando el elevador se llenaba de personas, el tamaño de ellas limitaban la respiración y la vista. Romeo tal vez me devolvió las piernas pero no aumentó mi tamaño. No pasaba del metro y medio de altura, delante de ellos yo era la hormiga.
Los policías y soldados eran cada quien gotas de agua. Por razones de privacidad y confidencialidad, nadie de los soldados andaba sin máscara o con el rostro desnudo. Su caminada era exacta, bien coordinada como si lo practicaran en ensayo todos los días.
Desde niña fantaseaba en ser un militar, un sargento o capitán y salvar muchas de las vidas, disponer de hombres fornidos dispuesto a morir por su nación. A su vez, una de mis mayores fantasías fue casarme con un militar fiel a su nación, de primeras ya sabría que nuestro matrimonio no llenaria su lealtad, su único amor sería a su patria.
- No es muy común ver a duendes semi desnudos correr por los pasillos y subir elevadores.- Musitó una doncella con labios más prendidos que las llamas del fuego.
- Eso no es de su incumbencia señorita.- Repliqué indignada.
- A lo que me refería es que con esas fachas no llegaras a ningún lado ¿Cuál es tu destino?
- ¿Oficina de Romeo?
- ¿Estas de broma? Ni siquiera te quitas la sangre de encima y vas con muy poca ropa. Dejame ayudarte.- Detuvo el elevador y salimos disparadas como balas sobre los pasillos, una escena parecida a la de madre e hija de compras.
Luego de emprender la marcha de pasillos sobre pasillos y puertas una sobre de otras debajo de otras como un laberinto, llegamos a uno de los vestidores para chicas. Este era muy diferente a los de prisión. Un lujo excesivo. Las perillas del agua fría y el agua caliente eran completamente de diamante macizo y no había muestras de que alguien de lo quisiera llevar. Un diamante en estos tiempos debe de costar millones de unidades pero aún así Romeo los colocaba como si de un simple adorno decorativo se tratará.
Romojé el cuerpo sobre el agua con el grado de calor perfecto, ni un grado más, ni un grado menos. El agua de la bañera comenzó a burbujear como el de un jacuzzi y eso me hacía cosquillas sobre el cuerpo, erizando la piel de mi espalda y mis brazos al mismo tiempo como la velocidad con la que viaja una bala al ser disparada. Cada centímetro de mí se remojaba en éxtasis mientras los jabones desprendían fragancias como si del cielo se estuviese aproximando a mis fosas nasales. El paraíso del masaje del agua y la fragancia de las cremas, jabones, lociones, hiervas, y de más productos innecesarios hacían que mi cuerpo se derritiera en la bañera.
- ¡Muchacha ya es hora de vestirse!- Gritó desde el otro lado.
- Lo lamento, no se encuentra esa chica en este baño.
- No me obligue a pasar.
- Llamaré a la policía.
- ¡Yo soy la policía!
- Entonces llamaré al gobierno.
- ¡Yo representó el gobierno! Esta charla es estúpida.
- Por fin te das cuenta de lo vaga que te escuchas.
- ¡Agh! ¿Por qué una niña cómo tu busca al señor Romeo?- Preguntó frustrada.
- Cosas de gente adulta.
- ¡Se acabó, voy a entrar!- Gritó desesperada.
- No lo haría si fuera tu. En el techo hay cámaras del tamaño de la uña de mi meñique ¿Sabés que podría suceder si llevó los minutos en los que entras al baño y te encuentran sacando a una pobre chica. Podría llorar unas cuantas lágrimas y acusarte de violación o maltrato. Creó Romeo tomaría justicia y ya sabes como tratan a los presos.
- Que fastidiosa eres.- Declaró del otro lado de la puerta.- Lo que me gano por ayudar al prójimo.- Murmuró en silencio.
- ¿Dónde esta dustin cuando se le necesita?- Murmuré en silencio y me hundí en agua.
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Rose Colón.
Usar pantalones era una nueva experiencia. La entre pierna me incomodaba con picazón y los primeros pasos con los tacones eran una horrible tortura. Tanto Jazmín como yo desprendíamos un fresco olor a Rosas de manera natural. Si las personas no centraran las vistas tan finamente entre nosotros, lamería mi brazo.
El laberinto de andadores y pasillos libremente me provocaba migraña. Unos eran amarillos con alfombras blancas y otras rojas con alfombra color vino. De pronto mi mente se saturó de pensamientos. Jazmín dijo registrar que gemí horriblemente con la gravedad de parecerse a un parto. La alfombra blanca se manchó con la mi sangre que escurría de mi nariz.
- ¿Éstas bien?- preguntó Jazmín sirviéndome de apoyo.
- No... No lo se.
Sentia que mi cerebro iba a estallar. Una nube carmesí y rojiza ambulaba por mi vista. Entonces se detuvo el tiempo. Logré ver lo oculto detrás de los ojos de las personas comunes. Columnas de hueso todavía con residuos de carne y sangre pestilentes se observaban detrás de las paredes de papel. Más allá de las frágiles paredes escuchaba vida luchando por vivir. Una colosal respiración acompañado de grandes terremotos que simulaban latidos cortos y pausados.
- ¿En donde vine a caer?- Exclamé un tanto irónica.- Mientras allá arriba me cuiden, no pasará nada. Dustin es mi pastor y nada me faltará...
El panorama me dejaba un lado perturbador siendo yo la única viviente en el pasillo. Los demás permanecían gravemente estáticos en una imagen borrosa como un holograma. Cabía la posibilidad de que Romeo estuviera probando mi astucia con un mal chiste. Tras minutos y minutos de buscar un interruptor o botón para apagar la sesión, mi energía fue desperdiciada. Poco servía intentar comunicarme con Jazmín o con la demás personas. Mi mano entraba con facilidad entre los cuerpos hechos de luz. Peridot no me acompañaba y mi libro menos, lo más astuto que transitó por mi cabeza fue hablarle a mi muñeca, justo donde Sofía me indicó que florecería la rosa azul.
- Para ser franca, no esperaba tu llamada tan temprano.- Dijo a través de una mariposa azúl que volaba al rededor mío.- ¿Qué pasó con el reloj?
- No lo se, no entiendo nada en este momento.- Chillé en una esquina solitaria.
- Ya veo. No se cómo, pero te colaste en otro plano, en el espiritual. De donde llegan los demonios.
- ¡Joder! ¿Eso no me expone a ellos?- Repliqué nerviosa.
- No, no. Ya te lo dije, con mi magia mantengo alejado a todos los parásitos.
- ¿Y que es esto que veo? ¿Es normal?
- No lo se, tampoco se que es todo esto. Todo el tiempo intento pensar que son todos los golpeteos que escuchó, de donde es la la carne viscosa detrás de los muros. Lo más loco que he pensó es que estamos encerrados dentro de una bestia gigante, que la torre Singularity es sólo la fachada de algo más grande que nosotros.
-... Y los pasillos en donde caminamos podrían ser las venas de la bestia...
- Entiendes rápido. Sólo me interesa que mi hermana se cure para que escapar junto a ella.
Guardé silencio con el corazón sangrando a borbotones anhelando que las convicciones de mis amigos fuera la misma de sacarme del hoyo. En ese momento me sentí como un triste peón que fue gastado en una guerra que no había empezado. Mi caballo fiel se mantenía siempre a mi lado; Josep pudo haber escapado sólo y sin problema y sin embargo el tuvo el tiempo de pasar por mí, tanto voluntaria e involuntariamente, por inercia y por gusto. Las cosas pudieron resultar mejor si el escape improvisado nunca hubiera corrido. Lo que más contaba es que yo estaba incluida dentro de los planes de otra persona.
Sofía percató mi melancolía y con un frío cuerpo de luz, recibí el abrazo más cálido.
- Confío que tus pasos te llevaran con tus seres queridos.- Exclamó.
- Mi camino esta unido con un lazo a mi maestra.- Declaré de rodillas y con una sonrisa en rostro.

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