El árbol de sicomoro parte 1 (Sakura)

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Amo ver a mi papá pintar. O en realidad, amo escucharlo hablar mientras pinta. Las palabras siempre salen suaves pero de alguna manera fuertes cuando frota los pinceles contra las capas del paisaje.

No triste. Cansado, tal vez, pero calmado.

Mi papá no tiene un estudio ni nada así, y desde que la cochera está llena de cosas que todo mundo piensa que necesita pero nadie usa, él pinta afuera.

Afuera es donde están los mejores paisajes, sólo que no están ni un poco cerca de la casa. Así que lo que hace es mantener una cámara en la camioneta. Su trabajo de albañil lo lleva a muchas diferentes locaciones, y siempre está atento para encontrar un gran amanecer o atardecer, o incluso un claro campo con ovejas o vacas. Entonces toma una de las fotos, lo pone encima del caballete y lo pinta.

Los paisajes quedan bien, pero siempre he sentido un poco de lástima hacia él, tener que pintar hermosas escenas en nuestro patio trasero, el cual no es exactamente pintoresco. Nunca fue realmente un patio, pero después de que comenzamos a criar gallinas, las cosas no mejoraron.

Papá no parece estar observando el patio o las gallinas cuando está pintando. Aunque, tampoco parece estar viendo la foto o el lienzo. Es algo mucho más grande. Tiene esta mirada en sus ojos en la que parece que ha traspasado el patio, el vecindario, el mundo. Y mientas sus grandes y callosas manos tocan el lienzo con su pincel, es como si su cuerpo estuviera poseído por alguna gracia espiritual.

Cuando era pequeña, mi papá me dejaba sentarme a lado de él en el pórtico mientras él pintaba, siempre y cuando me mantuviera callada. No era fácil para mí estar callada, pero me di cuenta de que después de cinco o diez minutos sin decir nada, él comenzaba a hablar. Aprendí mucho sobre mi papá de esa manera. Él me contaba toda clase de historias sobre las cosas que había hecho cuando tenía mi edad, y otras cosas también — como cuando consiguió su primer empleo repartiendo heno, y cómo deseaba que hubiera terminado la universidad.

Cuando comencé a crecer, todavía seguía hablando acerca de él y su infancia, pero también empezó a preguntar cosas acerca de mí. ¿Qué estábamos aprendiendo en la escuela? ¿Cuál libro estaba leyendo? Lo que pensaba acerca de esto y lo otro.

Entonces una vez me sorprendió y me preguntó acerca de Sasuke. ¿Por qué estaba tan enamorada de él?

Le conté acerca de sus ojos y su cabello y la manera en la que sus mejillas enrojecían pero creo que no lo expliqué bien porque cuando terminé de hablar, papá sacudió su cabeza y me dijo en suaves y fuertes palabras que tenía que empezar a contemplar el paisaje completo.

No sé exactamente qué quiso decir con eso, pero me hacía querer discutir con él. ¿Cómo podría entender lo que decía acerca de Sasuke? ¡No lo conocía!

Pero este no era el lugar para discutir. Esos lugares estaban dispersados por la casa, pero no aquí afuera. Los dos nos quedamos callados por un periodo de tiempo antes de que besara mi frente y me dijera:

— La iluminación correcta lo es todo, Sakura.

¿Iluminación correcta? ¿Qué se supone que quería decir eso? Me senté ahí, pensando, pero tenía miedo de que por preguntar estaría admitiendo que no tenía la madurez suficiente para entender, y por alguna razón se sentía obvio. Como si debiera entender.

Después de eso él ya no hablaba tanto de eventos como lo hacía de ideas. Mientras más crecía, más filosófico se volvía. No sé si en verdad se estaba volviendo más filosófico o si pensaba que ahora que ya tenía una edad de dos dígitos podría entenderlo.

La mayoría de las cosas de las que me hablaban flotaban alrededor de mí, pero de vez en cuando algo pasaba y entendía exactamente qué era lo que quería decirme. ―Una pintura es más que la suma de sus partes‖, me dijo una vez, y luego me explicaría como es que una vaca por sí misma sólo es una vaca, como el prado por sí mismo es sólo pasto y flores, y como el sol que sale de entre los árboles es sólo un rayo de luz, pero júntalo todo y obtendrás magia.

Mi primer amor (sasusaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora