Nota: le cambié el nombre de Anabelle a Alessia porque Anabelle suena horrible ahora que hay una muñeca toda culera que se llama así
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Alessia
Mi padre entra a nuestro apartamento gritando y siendo su alter-ego iracundo y frenético, así que inmediatamente me pongo de pie y trato de ir a esconderme en mi habitación mientras él grita mil y una cosas en italiano hacia su teléfono.Entiendo más o menos el significado más básico de lo que está diciendo, pero no le pongo mucha atención y ni siquiera logro escapar porque él viene directamente a por mí y me ordena que empaque mis cosas para irnos.
A dónde? Quien sabe, pero no vacilo ni pierdo el tiempo haciendo preguntas porque sé que serán ignoradas y solo conseguiré que se enoje aún más, así que voy a mi habitación para meter mis pertenencias más importantes en una maleta y entonces mi padre me agarra del brazo. Me saca del apartamento sin siquiera molestarse en cerrar la puerta y sube las escaleras hasta que llegamos a la azotea de nuestro edificio.
Y luego sigue tirando de mí hacia un elegante helicóptero negro aparcado allí.
—¿De quién es eso? —pregunto, muy confundida.—Nuestro —responde, confundiéndome aún más.
¿Un helicóptero? ¿Nuestro? ¿Desde cuándo?
Quiero decir, claro, suena genial, pero no sabía que teníamos uno. Ni siquiera sabía que teníamos suficiente dinero para pensar en la posibilidad de comprar uno algún día.
Me quedo atónita, confundida y enojada... pero también me emociono un poco, mientras me acerco al helicóptero. No todos los días te enteras de que tienes uno de esos y de que probablemente eres más rica de lo que pensabas, pero todavía no he olvidado cómo se negó a comprarme un auto el mes pasado porque estábamos "pasando apuros" en ese momento.
¿Acaso mintió?
—Entra ahora mismo, niña —me apura mi padre, empujándome con impaciencia desde atrás. Gruño, tratando de hacerle sentir todo mi fastidio mientras me meto en el helicóptero, observándolo todo con los ojos bien abiertos, captando cada pequeño detalle. Es realmente espacioso por dentro, los asientos son de cuero negro y hay unas pequeñas pantallas como en los aviones. Es extravagante y elegante, por lo tanto probablemente súper caro— Y deja de renegar como una niña pequeña.
—¡No me digas que no reniegue! Tengo todo el derecho a hacerlo —me quejo, porque siento que ahora es un buen momento para empezar con mis quejas, ahora que ambos estamos encerrados aquí adentro— siempre me haces esto y lo odio. Siempre haces lo que se te da la gana y me dejas en la oscuridad... no entiendo nada! Quiero saber qué está pasando!
Termino gritando como una loca e incluso aviento su mano con fuerza cuando intenta tocarme, para que se dé cuenta de que tener un helicóptero de repente no conseguirá que cierre la boca tan fácilmente. Mi papá frunce el ceño cuando lo hago, como si no pudiera creerlo, pero no se me puede culpar por actuar así a veces, al fin y al cabo soy su hija y él es un hombre explosivo la mayor parte del tiempo.—Dejaré pasar eso solo por esta vez —suelta y sé que quiere decir algo más pero su celular suena de nuevo y él contesta, haciéndome gruñir con molestia una vez más.
No soy así todo el tiempo, en serio, solo en las ocasiones en que mi temperamento está justificado y alguien me hace enojar...generalmente, él.
Mi mayor problema es que nunca me entero de nada de lo que pasa a mi alrededor; ni de las cosas importantes ni de las más estúpidas. Mi padre se asegura de que todos los que conozco me oculten cosas como si fuera una niña pequeña que no entiende nada.
Puede que no entienda algunas cosas y que incluso sea poco inteligente en ciertas situaciones, pero definitivamente ya no soy su niña pequeña. Tengo la madurez necesaria para poder participar en todas las decisiones de la familia y no ser arrastrada de un país a otro como he sido toda mi vida.
Una vez que termina su llamada, mi padre deja el celular en su pierna y lleva sus manos a su cabello, tomando un gran respiro. Está estresado por algo y cuando me da una mirada de reojo, sé que está pensando en maneras de disculparse conmigo sin hacerlo realmente, porque él es así. Nunca acepta sus errores y, por supuesto, nunca se disculpa, pero también odia hacerme enojar, así que siempre se le ocurre algo.
Por mientras, suspiro de forma lastimera, cruzando los brazos sobre mi pecho lentamente, sabiendo que mi cara de cachorro triste va a funcionar. Inmediatamente él pone su mano en mi rodilla y me mira con cara de pena.
Nadie pensaría a primera vista que este hombre alto y de aspecto malvado sería fácil de manipular, y menos por una mocosa de 18 años recién cumplidos como yo, pero lo es. O tal vez tengo demasiada experiencia en manipularlo después de tantos años. Quién sabe.
Sea lo que sea, siempre funciona.
Nadie se imaginaría que podría ser tan fácilmente manipulable porque, sinceramente, la mayor parte del tiempo da miedo, pero eso es solo porque nadie sabe que en realidad es un hombre dulce y cariñoso que haría cualquier cosa por mí, incluso bajar la guardia tanto cuando está cerca de mí, que se deja manipular.
El silencio se rompe cuando el conductor entra por fin en la cabina y me distrae un poco del problema actual. Este será el primer viaje en helicóptero de toda mi vida y estoy deseando contárselo a todo el mundo. Si no estuviera ocupada estando enojada con mi padre, le pediría que me tomara un montón de fotos con su celular para poder subirlas a todas las redes sociales y asegúrame de mencionar que es mi helicóptero. Que mi papá lo compró. Que sí tenemos dinero después de todo y que no soy la pobre chica hambrienta que todos creen que soy.
El conductor se pone a comprobar los botones y empieza a decir un montón de cosas raras en su comunicador.
Qué aburrido, ¿no podemos simplemente volar? Ya quiero estar en el aire y disfrutar de la libertad que ofrece la vida. Quizá cuando lleguemos a donde sea nuestro nuevo hogar, pueda convencer a mi padre de que me preste el helicóptero para ir a algún sitio genial. Como Grecia.
—Mi niña, sabes que hay ciertas cosas que...
—Que no debo ni quiero saber —termino por él, poniendo los ojos en blanco— sí, lo recuerdo.
He escuchado esa estúpida frase demasiadas veces como para no sabérmela de memoria. No soy tan estúpida como parezco y como cualquiera podría pensar.Y me dan ganas de patear cosas cuando me dice eso, por varias razones.
Para empezar, ni siquiera entiendo muy bien lo que significa. Según esto "hay ciertas cosas que no debo ni quiero saber", pero ¿Por qué no debería saberlo? Si lo involucran a él, también me involucran a mí. ¿Qué tipo de cosas son? ¿Y por qué yo, su única hija, no puedo saberlo? Si lo pregunto es porque quiero saberlo, obviamente.
Probablemente mi padre inventó esa frase sólo para hacerme enfadar y hacerme sentir insignificante.
—¿A dónde vamos? —grito por encima del sonido de las cuchillas después de un rato. Tanteo con mis gigantescos auriculares, dispuesta a quitármelos si no puedo oír a mi padre, que es lo más probable.
—¡Roma! —responde él, también gritando.
Y sí, escuché perfectamente, justo en mis tímpanos. Por lo visto para eso está el altavoz, quién lo iba a decir.
Y yo sólo puedo cerrar la boca. Obviamente no puedo decir que no.
Vamos a volver a Roma lo quiera o no. Además, ya estamos elevándonos, no es como si pudiera abrir la puerta y saltar al aire para salir de aquí.
Maldita sea, debí haber preguntado antes.
En mis dieciocho años de vida he vivido en México, Francia, Italia y Estados Unidos. Y no es tan genial como parece, sobre todo porque no fueron viajes divertidos ni glamorosos.
Pasé mis primeros seis años en México. Ni siquiera recuerdo mucho de ello, pero he visto fotos y oído historias de aquellos tiempos y sé que fueron muy agradables y tranquilos, hasta que murió mi abuelo. Luego pasé cuatro años en Francia. Me acuerdo solo porque no entendía nada de lo que decía la gente; tuve que aprender inglés y lo que pude de francés para comunicarme al estilo cavernícola con algunas personas, pero en realidad no era tanta gente porque no tenía ni un solo amigo.
Después, nos fuimos a vivir a Roma y tuve que aprender italiano aunque nunca logré entenderlo del todo. Pero además de eso, tuve una vida relativamente feliz allí, mucho mejor que en Francia.
Al menos hice algunos amigos y había más gente que hablaba inglés, además mis padres conocían a mucha gente allí, eran super populares.
Vivimos seis años en Roma, los seis años más importantes de mi vida, supongo. Conocí a Nadia y a Yazmín. Son gemelas, hijas del mejor amigo de mi padre en Roma. Y como ellas tampoco sabían italiano, nos hicimos amigas muy rápidamente. No había una sola cosa que no nos contáramos y no había un solo día que no estuviéramos juntas, aunque fuera solo para perder el tiempo encerradas en alguna habitación.
Mi primer beso lo di en Roma, con el hijo de otro amigo de mi padre, que se llamaba Lorenzo. Teníamos trece años. Y yo estaba enamorada de él.
Dios, todavía lo recuerdo. Hasta hoy es el chico más guapo que he visto en toda mi vida. Con sus ojos azules y su piel morena, tan lindo.
Estábamos sentados en una plaza comiendo helado. Era la primera cita que tenía y estaba terriblemente nerviosa. Me temblaban las manos y me sudaban tanto que cuando intenté levantar mi bebida roja la dejé caer sobre la mesa donde estábamos almorzando y todo cayó en los pantalones blancos de Lorenzo. Me sorprendió que no me abofeteara y saliera corriendo después de eso.
Mientras comíamos helado y nos reíamos del incidente de la bebida, Lorenzo me dijo: "Eres la chica más hermosa que he visto en toda mi vida", entonces acarició mis mejillas regordetas con el gesto más bonito que alguien había tenido conmigo y se acercó a mí.
Sus labios olían a chocolate y su lengua rozó ligeramente mis labios. Realmente podría haber gritado en medio del beso por la emoción de su lengua tocando mis labios.
Afortunadamente, no lo hice.
Justo después de ese hermoso beso, me preguntó si quería ser su novia y aunque lo deseaba, le dije que no, porque mi papá había dicho que no podía tener novio todavía y yo seguía las reglas... pero entonces el imbécil se enojó conmigo y al día siguiente le dijo a todos en la escuela que yo le había dejado tocar mis tetas subdesarrolladas.
Subdesarrolladas. Eso es exactamente lo que dijo ese malagradecido hijo de puta:
—Alessia me dejó tocar sus tetas subdesarrolladas.
Por supuesto, tenía razón en lo de subdesarrolladas, mis tetas apenas crecían, pero no le dejé tocarlas.
Aquella situación inició un poco de bullying en la escuela y me traumatizó. Nunca hablé con él después de eso y si lo vuelvo a ver lo más probable es que me quite la camiseta y el sujetador donde quiera que estemos y le muestre lo desarrolladas que están mis tetas ahora.
Todo era genial en Roma, excepto Lorenzo... hasta que mataron a mi madre y eso arruinó absolutamente el ambiente.
Tuvimos que huir de Roma como lo estamos haciendo ahora... y como huimos de Francia porque mi tío murió allá. Y como huimos de Mexico porque mi abuelo murió ahí. No me gusta pensar en muertos, pero parece que mi vida está llena de ellos.
Mi hipótesis es que tenemos alguna maldición en la familia.

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Pew, Pew
RomanceJustin Bieber es conocido alrededor de Roma por ser un hombre peligroso, alguien de quien debes mantenerte alejado, la peor pesadilla de una niña buena y, por supuesto, un criminal. Tiene problemas encima de más problemas y lo último que necesita es...