Alessia
Volver a Roma será como reabrir quirúrgicamente mis heridas del pasado y gotear muy suavemente unas gotas de ácido sobre ellas. Me acordaré de mi madre y volveré a preocuparme por mis pequeñas tetas subdesarrolladas.
Además de revivir esas dos cosas que me dejaron tan marcada, extrañaré la increíble vida que tuve en Estados Unidos estos últimos años. Y quizás no era la más "perfecta" del mundo comparada con la de otras personas con mejores oportunidades, pero era realmente tranquila, agradable y funcionaba para mí. Por fin todo iba según mis planes, por primera vez en toda mi vida.
Estaba sacando buenas notas, acababa de convertirme en la segunda al mando de mi equipo de baile e incluso tenía todo listo para mi fiesta de graduación, aunque falta casi medio año para ella.Además, tendré que despedirme de Graham, mi mejor amigo (que últimamente estaba siendo mucho más que mi mejor amigo). Es dulce y divertido y siento que estaba cerca de enamorarme de él, en serio esta vez.
Pero no importa si mi vida estaba siendo agradable y buena por primera vez en toda mi historia. No importa si Graham estaba a punto de ser mi novio. Nada de eso importa porque lo único que puedo hacer es aceptar lo que mi padre me dicte y seguirla o donde le plazca, como he hecho desde que nací.
➿➿➿➿
—Papá.... ¿Por qué tenemos que volver a vivir aquí? —pregunto en un susurro, sin moverme. De repente siento un gran peso en el pecho. Uno grande y molesto, de esos que no se van fácilmente y no te dejan respirar. Hace tiempo que no sentía algo así y definitivamente no lo echaba de menos.
—Porque esta es nuestra casa, Alessia —responde mi padre con una mueca. Apuesto a que él se siente igual que yo al estar aquí, así que no entiendo por qué insiste en quedarse en esta casa— me duele igual o más que a ti estar aquí. Pero el pasado está en el pasado y hay que seguir adelante, aunque duela.
—Lo sé. Lo siento —suspiro y cierro los ojos un segundo, intentando calmarme, apartando la mirada de la enorme casa y centrándome en la psicología barata de mi padre.
Se supone que lo has superado, Alessia. Deja de llorar. Solo la asesinaron, ¿A quién le importa?
El coche se detiene justo delante de la puerta y el conductor se baja para ayudarnos a bajar nuestras maletas. Es hora de salir y empezar una nueva vida en esta casa, pero no estoy preparada. Preferiría quedarme en el auto y pasearme junto al conductor por toda Roma, pero sé que eso no es posible.
Los ojos se me vuelven a llenar de lágrimas y se me corta la respiración al entrar en mi antigua casa. Esto sigue siendo demasiado para mí, me doy cuenta.
Mis ojos recorren ansiosos toda la casa, buscando cambios, pero todo sigue exactamente igual que lo dejamos aquel día, excepto el cuerpo de mi madre y la sangre en la sala.
Mi mente se pone en marcha, empieza a recordar sin mi permiso un montón de cosas con tal intensidad que casi puedo ver cómo todo está ocurriendo delante de mí, como si fuera una intrusa que vive mi vida desde un tercer ojo omnisciente.
Recuerdo a mi madre limpiando la casa con los auriculares puestos, cantando a pleno pulmón con su bonita voz y bailando mientras quitaba el polvo de los muebles.
Recuerdo a mi padre uniéndose a su canto con una voz fea y desafinada y agarrándola por la cintura para bailar con ella. Luego le dio la vuelta y le besó los labios de una manera tierna que me perecía asquerosa en ese momento, antes de jalarme por el brazo para que bailara con ellos.
Mi padre era un hombre totalmente diferente con ella.Extraño a ese hombre.
Recuerdo cuando robé tres kilos de limones recién cortados del refrigerador y, por alguna razón, me encargué de apretarlos sobre los sillones y el suelo de la sala. Mi madre intentó regañarme cuando se dio cuenta, pero le ganó la risa y no pudo seguir enojada conmigo, por mucho que lo intentó. Al cabo de un rato, decidió que le gustaba el olor a limón y me dio las gracias por habérselo hecho notar.
Recuerdo cuando mi madre, las gemelas y yo nos acurrucábamos en el gran sofá frente al televisor y veíamos programas de reality y vídeos musicales mientras comíamos comida chatarra y hablábamos de todo.
También recuerdo el día que entré a mi casa y encontré el cuerpo de mi madre tirado en el piso sobre un charco de su propia sangre. Recuerdo cómo me tiré encima de ella y cómo le rogué que no se muriera. Inútilmente, por supuesto.
De repente dejo salir un llanto horrible y jadeo con fuerza para recuperar el aire que se me escapó. Me dirijo al lugar exacto en el que estaba tirada para hacer esto aún más dramático y doloroso y me dejo caer allí justo como ese día, excepto que ahora no puedo abrazarla ni gritar cosas incoherentes, sólo puedo llorar.
Había llegado esperando encontrarla cantando como siempre, bailando por ahí, limpiando, viendo la televisión o lo que sea. En cambio, la encontré casi muerta.

ESTÁS LEYENDO
Pew, Pew
RomanceJustin Bieber es conocido alrededor de Roma por ser un hombre peligroso, alguien de quien debes mantenerte alejado, la peor pesadilla de una niña buena y, por supuesto, un criminal. Tiene problemas encima de más problemas y lo último que necesita es...