Call Him Satan

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Lamentablemente, el comienzo de mi experiencia en esta escuela no está nada bien.

Fui un completo desastre la primera hora. Me perdí en los pasillos varias veces, hice el ridículo preguntándole algo a una chica que sólo hablaba italiano, tuve que buscar a la secretaria que me dio el horario, me volví a perder, me topé con varios italianos presuntuosos y maleducados que se limitaron a mirarme mal y, finalmente, encontré mi salón, lo que no sirvió de mucho porque cuando llegué, efectivamente, estaban todos sentados y súper tranquilos en sus asientos acolchados de un millón de euros que no se pueden comparar con los que había en mi anterior escuela pública.

—¿Quién es usted? —me pregunta el hombre que está al frente de la clase cuando abro la puerta, con cara de asombro por mi entrada triunfal porque, por supuesto, hice mucho ruido como una turista despistada. El hombre me mira fijamente con el ceño ligeramente fruncido en sus bonitos ojos, esperando que le responda, pero estoy demasiado ocupada pensando en lo guapo que es y en que si es mi profesor, todo acaba de mejorar.

—Soy Alessia Ferreira —respondo después de unos segundos incómodos y las conversaciones parecen detenerse por un segundo— Um, soy nueva aquí.

—Oh! —exclama de repente, haciendo una o perfecta con sus, pequeños, labios rojos— señorita Ferreira, la esperábamos hasta el lunes. Y a tiempo.

—Tuve serios problemas para encontrar esta sección de la escuela y luego para encontrar el salón. Lo siento —me disculpo, avergonzada. Ni siquiera he girado la cabeza para mirar a mis compañeros, sólo escucho sus murmullos sobre mí.

—No te preocupes —me tranquiliza con una sonrisa, caminando hacia su escritorio. Cierro la puerta con cuidado y le sigo tímidamente, agarrando mi bolsa con más fuerza— esperen un momento, chicos.

Cuando dice eso, me atrevo por fin a voltear hacia ellos. Todos me miran como si fuera una especie de experimento extraño que no entienden.

Dos chicas están en el centro con las cabezas juntas, susurrando sobre mí sin quitarme los ojos de encima. Probablemente se dan cuenta de mi bolso falso y de lo poco que pertenezco a un lugar como éste. También hay un tipo que parece analizarme como si me conociera.

Son muy raros.

—Lamento que te hayas perdido —murmura el profesor, moviendo algunos papeles— el señor Jolie insistió en que alguien te esperara en la puerta el lunes, para enseñarte los pasillos y esta sección. Dice que no hablas italiano y que temía que acabaras en la otra sección.

—Eso hice —admito, intentando sonreír como si no hubiera sido la experiencia más humillante por la que he pasado en bastante tiempo— ni siquiera sabía que había secciones y todo eso... mi padre insistió en que viniera hoy, no quería que perdiera más clases.

—Ah —suelta, deteniéndose un segundo y asintiendo mucho, como si estuviera nervioso. ¿Tal vez le gusto?— Lo siento mucho, señorita Ferreira. A la hora del almuerzo, puedo pedirle a un compañero que le muestre la escuela.

—No se preocupe por eso, tengo algunas amigas aquí y ellas pueden ayudarme a conocer este lugar.

—De acuerdo. En ese caso, puedes ir a sentarte ahora mismo —dice suavemente después de entregarme un montón de hojas, señalando hacia la única silla vacía. Todavía parece nervioso.

—De acuerdo... estoy lista —susurro para mí misma mientras me vuelvo a dirigir a los que serán mis compañeros de clase durante el resto del año.

Sólo hay como 30 personas en este salón y, según mis papeles, todas las malditas clases son en este mismo salón con las mismas personas, así que supongo que la convivencia entre estos 30 idiotas debe ser bastante íntima.

Pew, PewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora