Justin
Otro día, otra fiesta de mierda a la que tengo que asistir.
Tal vez no las odiaría tanto si no fuera porque tengo que ir a estas fiestas acompañado de toda mi familia, mis padres y mis seis hermanos, lo que hace que cualquier fiesta sea instantáneamente patética y aburrida.
Ansel aparece delante de mí mientras intento hacer algo con mi aspecto para no parecer el hermano más vagabundo del grupo y lanza una pistola vacía al suelo, probablemente rompiendo el piso de mi habitación y, después gritar algo que ni siquiera entiendo, me empuja y me arranca la manga derecha de la chaqueta de un solo tirón.
Mi cara y delicada chaqueta, que mi madre me rogó que cuidara.
Antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, gruño de una manera animal llena de rabia y me lanzo contra él, tirándolo al suelo con un sonido hueco y lanzando mis puños hacia su estómago y brazos, pero mi mellizo es tan fuerte como yo, así que me detiene un segundo y levanta el puño para golpearme justo en la mejilla.
—¡En la cara no! —le grito, esperando que no me salga un moretón y tomo sus manos para que no pueda volver a hacerlo. Ansel se libera de mí para empujarme el pecho con todas sus fuerzas y, cuando me tambaleo hacia atrás, aprovecha para levantarse y empujarme de nuevo hasta que estoy en el piso. Se sienta sobre mis piernas para inmovilizarme y empieza a golpearme las costillas con todas sus fuerzas. Gruño y trato de quitármelo de encima, pero no puedo.
—Esto es para que no vuelvas a meterte con mis cosas —grita mientras intento inútilmente zafarme de él. Lo peor de todo es que ni siquiera sé qué le hice, no es que como si necesitara tomar sus armas cuando tengo las mías— ¡Podría haber muerto, joder!
—Me importa una mierda si te mueres o no —respondo y con esfuerzo logro soltar mi brazo de su agarre.
Comprendiendo que es lo único que puedo hacer en este momento, llevo mi puño a su cara con todo lo que tengo, sin procesar que no debería hacer nada de esto o nos irá muy mal a los dos.
—¡En la cara no, tonto hijo de puta! —me grita, con la cara torcida en una mueca de dolor. Me río cuando veo el color rojo creciendo por todo el lado izquierdo de su pómulo y me preparo para darle otro puñetazo, ignorando el dolor de mi mano.
—¿Hijo de qué? —exige una voz, suave y fuerte al mismo tiempo. Y muy enojada, como siempre. Ansel y yo nos quedamos paralizados y nos miramos a los ojos, igualmente asustados.
—Dilo otra vez, Ansel Benjamin —ordena en voz baja y dura— Y levántense del piso ahora mismo.
Puedo decir sin temor a equivocarme que en menos de dos segundos los dos estamos de pie, firmes y rígidos, frente a nuestra madre, esperando el castigo, esperando los gritos y esperando lo que quiera hacernos.
A estas alturas de mi vida, supongo que no debería estar tan controlado por mi madre, pero nunca hemos sido una familia normal, así que no me voy a comparar con otros. Además, ella es aterradora.
—Hijo de... de... lo siento, mamá —balbucea Ansel, como solo hace con ella. No sonrío porque sé que un regaño y seguramente esa misma humillación me espera a mí también.
—No. Dilo otra vez.
—Puta —repite, en voz muy baja.
—No es algo muy inteligente para decirle a tu propio hermano, ¿verdad? Pero nunca has sido muy brillante, así que no me sorprende —murmura, acercándose más a nosotros y levantando una mano para apuntarnos— ustedes dos me tienen harta. Maldigo el día que salieron de mí.
Mi madre parece un ángel esta noche. Lleva un largo vestido blanco y su pelo rubio es rizado y bonito, pero sigue siendo aterradora cuando se enfada porque definitivamente no es un ángel
—¿Cuántas veces se han peleado a los puños solo en esta semana? ¿Eh? Conozco esa frase estúpida que les dice su padre cuando tenemos algo importante y sienten la necesidad de pelearse: "en la cara no" ¡Pues yo no quiero que se golpeen en absoluto! ¡Mis hijos no son animales sin cerebro o niños salvajes de la calle! ¡Son hermanos y no quiero que sigan peleando así!
Me pregunto cómo espera que no seamos salvajes y agresivos cuando siempre nos grita de esta manera, pero prefiero no mencionarlo. A ella le encanta fingir que es una madre muy buena, cariñosa y normal. No me gustaría ser yo quien le dijera la verdad y arruinara esa falsa imagen que tiene de sí misma.
—Mamá... —empiezo a hablar, inseguro— en realidad no estábamos peleando de verdad. Era... era... fraternal. Con amor.
—¡¿Fraternal?! —me grita, muy fuerte, haciéndome saltar un poco del susto. Agarra la cara de Ansel y la gira hacia mí. Sus ojos marrones desgraciadamente igual que los míos están muy abiertos y asustados, sus mejillas aplastadas bajo las largas uñas rojas de mi madre y sus labios abiertos como si fuera un pez— Mira esto, muchacho idiota, este moretón no se hizo con amor fraternal. ¡Tenemos una puta imagen que mantener, no podemos estar apareciendo con moretones en todos lados!
—Tienes razón, lo siento. Pero fue su culpa, él... me rompió el traje —me defiendo, mostrándole la manga que me cuelga casi hasta el codo. Supuse que ya se había dado cuenta, pero ella jadea horrorizada y suelta bruscamente la cara de mi hermano para acercarse a mi brazo y examinar el corte, obviamente irreparable.
—¡LA FIESTA EMPIEZA EN MEDIA HORA! —grita, histérica, haciendo que ambos nos encogamos. En cualquier momento comenzarán las bofetadas, ya puedo sentirlo— ¡¿Qué se supone que debo hacer con ustedes?!
—¿Amarnos y aceptarnos? —pregunta Ansel. Mi madre se limita a resoplar.
—No. No sé cómo lo vas a hacer, Justin Marcelino, pero tienes que encontrar otra chaqueta decente en media hora —ordena, señalándome con un dedo, y luego se dirige a Ansel— Y tú, más vale que te controles con tus hermanos. Y los dos verán cómo les va a ir con su padre.
Se da la vuelta después de matarnos con la mirada y se aleja de nosotros con sus tacones de suela roja resonando con fuerza por toda la casa mientras se aleja. Me alegro de que esta vez no me haya abofeteado.
—¡Ya que están listos, vengan a la sala para una reunión de emergencia! —grita cuando está lejos, como si hubiera olvidado lo que había venido a decirnos. Mi hermano y yo nos miramos con confusión, pero me encojo de hombros porque no tengo ni idea de qué puede ser esa reunión.
Ansel sale de mi habitación y yo busco otra chaqueta elegante para ponérmela. Puede que no sea tan vistosa como la de Ferragamo que me regaló mi madre, pero igual servirá.
Me dirijo a la sala de estar una vez que estoy listo donde todos ya están, esperando que comience la reunión.
—La tapadera de Sebastián en Estados Unidos fue descubierta y casi lo atacan en su oficina —comienza mi padre, sorprendiéndome. Solo un individuo muy estupido trataría de atacar a Dio— en estos momentos está organizando su regreso a Roma con Alessia antes de que las amenazas se hagan realidad.
—¿Eso significa que el jefe vivirá aquí? —pregunta Kyle, mi hermano mayor— Eso va a irritar inmediatamente a algunas personas. La situación en Roma puede empeorar aún más.
—No importa. Sebastián está harto de esconderse, ahora quiere luchar. Quiere encontrar a la gente que amenaza a Alessia y destruirla. Necesitará toda nuestra ayuda, así que necesito que le den todo lo que tienen al negocio, ¿de acuerdo? Dejen las distracciones sin sentido.
Respiro profundamente y asiento con la cabeza.
Sebastián Ferreira, mejor conocido como Dio, es el mayor jefe de la mafia en Roma. Está a cargo de la mayor parte de Europa y también tiene fuertes vínculos con la mafia mexicana gracias a su esposa muerta. Todo lo que está sucediendo en la ciudad en este momento tiene algo que ver con él. Y su presencia en Roma significa que va a ser aún más peligroso andar por las calles.
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Pew, Pew
RomanceJustin Bieber es conocido alrededor de Roma por ser un hombre peligroso, alguien de quien debes mantenerte alejado, la peor pesadilla de una niña buena y, por supuesto, un criminal. Tiene problemas encima de más problemas y lo último que necesita es...