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Alaska se despierta, arregla sus sabanas blancas y tiende su cama, se mira en el espejo de su tocador, que está rodeado por flores metalicas color plateado. Camina por la alfombra color veige que cubre el piso de toda la habitación y entra en su baño, que es igual de elegante que su habitación, el lavamanos, las paredes, el escusado, la regadera, la tina, el piso, todo tiene más de mil detalles elaborados cuidadosamente que hacen que el baño se vea elegante y bonito. Se podría decir que está hecho con arte barroco a excepción de que no tiene esculturas.
Se baña rápido, se pone algo a lo que ella le llama ropa de descanso, obviamente sin olvidar la elegancia se hace un chongo alto con su largo rubio y mojado cabello y sale del baño, para encontrarse con su hermana mayor Matilda acostada en su cama en una posición no muy elegante.
—¿No sabes tocar?— pregunta Alaska a su hermana, va a su armario que está perfectamente ordenado para buscar ropa que se va a poner al día siguiente.
—No es algo que me guste hacer.— se sienta en la cama y se acomoda. —¿Y tú? Es demasiado tarde para despertarse, ¿no?— pregunta, voltea a ver al pequeño reloj blanco con detalles rosas y plateados, que tiene Alaska en su mesita de noche, con sus pequeñas manecillas marca las seis y media de la tarde.
—Me volví a dormir, tengo que descansar para mañana.— voltea a ver a su hermana con un vestido en cada mano, se pone uno por uno en frente de ella, Matilda señala el de la izquierda, que es a la rodilla, negro con unas pequeñas flores blancas, Alaska sonríe y devuelve el otro a su lugar. —Estoy demasiado nerviosa.— dice, pensando en lo pesado que puede ser, en lo horrible de no saber muchas cosas o que no le salgan bien unas otras o si no se hace amigos pues ella es muy tímida o si los amigos que llega a ser no los aprueba el reino, al parecer su hermana nota su cara de aflicción pues le da esa sonrisa que siempre la calma.
—No te pongas así, tú eres la princesa perfecta nadie nunca dudó de que llegara tu invitación, nadie se sorprendió en el reino como cuando llegó la mía, de eso hasta mamá dudó.— contestas, eso relaja un poco a Alaska que se acerca a su armario a sacar unos zapatos bajitos blancos de encaje y lo pone todo en su mesa, se sienta a un lado de su hermana en la cama. —Además, ¿qué puede pasar en el primer día?
—Espero tengas razón.— contesta, las dos se quedan en silencio, viendo a la pared que tiene una tabla llena de papeles de colores con recordatorios como "clase de piano a la cinco", "prueba de vestido a las once" y muchos más de los que cualquier persona puede contar a simple vista.
Unos pasos en el pasillo terminan con el relajante silencio, cada vez están más cerca de la puerta, hasta que se detienen ahí. Las dos se voltean a ver extrañadas, la puerta se empieza a abrir lentamente y voltean a la puerta donde se ven unos pequeños ojos verdes, característicos de los hermanos Erand asomados en la pequeña ranura, se abre un poco más y ven un cabello corto castaño claro, automáticamente supieron que era su hermano Ethan. La puerta se abre completamente y un chico flaco y alto entra corriendo, brinca y se lanza sobre sus hermanas, Matilda, su hermana mayor empieza a gritar y a pegarle en la espalda y Alaska, la menor, sólo patalea y grita, pero Ethan no se quita. Matilda, ahora riéndose, hace unos extraños movimientos que la hacen parecer una serpiente y queda sobre sus dos hermanos menores, sin dejar de golpear a Ethan. Por tanto grito, los reyes corren los dos largos pasillos que los separan del cuarto de sus hijos para ver que ocurre, pasan por el de Matilda, bajan un escalón, el de Ethan y bajan otro, para llegar al de Alaska. Todo lo pensaron ellos, el cuarto de la mayor, hasta la menor.
Cuando llegan, Matilda está sobre sus dos hermanos menores, Ethan debajo de ella jalandole el cabello y encima de la panza de su hermana menor que grita, patea y levanta la mano para golpear a su hermano. Su padre se ríe desde la puerta al ver la escena y su madre se queda muy sorprendida hace ya mucho tiempo que no hacían esas escenas de pelea, o que no se peleaban así desde muy pequeños.
—¡Niños!— exclama la reina Leonor regañandolos, ellos no se dan cuenta, pero entonces Matilda empieza a hacerle cosquillas a Ethan mientras él le entierra todos los huesos que sean posibles a su hermana pequeña en el estómago, ahora es ella la que lo golpea en la espalda, los tres se ríen mientras juegan, entonces los reyes se dan cuenta que sólo están jugando y suspiran aliviados.
La reina voltea a ver a su esposo en busca de ayuda, para que él pueda decirle que hacer, él solamente aprieta los labios y levanta los hombros, como diciendo "no hay otra opción" ella asiente, creyendo que los va a regañar, pero corre como lo hizo su hijo hace unos minutos y se lanza sobre sus tres hijos, Alaska intenta con movimientos muy hábiles salir de abajo y llega a ponerse encima del rey, suspirando porque al fin puede respirar. Todos luchan para hacer lo mismo que logró su hermana pequeña, pero nadie lo logra todavía, la reina sólo mira la escena divertida.
Mira hacía afuera para ver si ninguno de los empleados estaba observando la escena, pero todo estaba desierto aunque seguramente todos estarían cuchicheando sobre el ruido que estaban haciendo. Se pone su largo cabello rubio en un chongo, se quita sus botas con tacón y cierra la puerta de la habitación.
—Nuestro castillo muy elegante pero nuestra familia,— dice, poniendo los ojos en blanco y negando la cabeza pensando que seguramente luego se arrepentiría de lo que estaba apunto de hacer. —de elegante no tiene nada.— dice antes de tomar vuelo y saltar sobre Alaska que está sobre toda su familia, todos gritan y se ríen e intentan luchar por zafarse de todo el peso que hay sobre ellos.
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Los secretos de la realeza.
FantasyCuando en Bradene, Erand, Syltois o Casatovia cumples diecinueve años, puedes cruzar legalmente la frontera y, si eres una persona particular puedes entrar a Agravar, la escuela de la realeza. Regina y Alaska son especiales, entraron a Agravar y ah...