La frontera.

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Alaska se despertó demasiado nerviosa, cuando se metió a bañar temblaba y no era de frío, su pierna no dejaba de temblar cuando desayunaba, por suerte su hermana Matilda se había ofrecido a cuidar a los de primer año, por lo que estaba un poco menos nerviosa.

Terminaron de desayunar rápido y se arreglaron, su carruaje llegó por ellos. Los tres se subieron al carruaje.

A fuera había muchas cámaras y reporteros intentando captar cada momento del primer día del primer año de la princesa menor, el primer año como tutora de la princesa mayor y el segundo año del príncipe.

Ya estaban en el carruaje, que era más como una camioneta arreglada elegantemente y una reportera se paso a un lado de ellos dándoles las espalda. "Aquí atrás tengo a la princesa Alaska, yendo a su primer año de Agravar a su hermana, Matilda que hace unos meses vimos su graduación  y ahora va como tutora y a su hermano a su segundo año." la cámara se acercó más al carruaje y las dos sonrieron a ella, su hermano se quedo sentado, el carruaje empezó a avanzar y las ventanas se subieron automáticamente, para evitar cualquier incidente.

Los tres se relajaron y se pusieron a conversar y revisar si Alaska llevaba todo lo que necesitaba y después de unos minutos, se acomodaron pues les esperaba una larga hora para cruzar la mitad del reino y llegar a la escuela real.

(...)

Regina ya estaba llegando a la frontera de su reino, algo que nunca había cruzado pues no le tenían permitido hasta ser mayor de edad y cuando entras a primer año, eres mayor de edad, ella traía las ventanas abajo y observaba  todo su reino que conocía mejor que a su propio castillo pues de pequeña, la pasaba corriendo y jugando por esas calles.

—Llegamos a la frontera, señorita. Dijo el chofer frenando. Regina le agradeció, tomó su bolsa y se bajó del auto, lo vió regresar al reino y se quedó ahí. A su izquierda tenía una barda que rodeaba al gran castillo que es de un color amarillo o beige, por el sol no se podía ver bien, tenía una puerta enorme, la mitad daba a su reino y la otra mitad daba a Erand, seguramente del otro lado había una puerta igual, pues había cuatro reinos vecinos, pero de eso ya aprendería más en clase de historia.

Pero ya no podía esperar más, tenía que cruzar la frontera a Erand. Caminó cinco pasos de donde la había dejado el coche hacía una línea (aproximadamente treinta centímetros de ancho, veinte de profundidad y que seguramente rodeaba todo el reino) que estaba bien marcada en la tierra, Regina pensó en como pudieron haber marcado eso hace más de cien años y como es que nadie se pasa sin permiso, porque claro no es algo muy difícil de pasar. "Los castigos en los calabozos" pensó, nunca había visto una, pero había escuchado hablar de ellas, eran espantosas y nadie quería morir así. Unos niños pasaron a su lado correteandose, pero cuando al niño al que perseguían llegó a la línea, los tres niños dejaron de reír, uno de los chicos dió un paso atrás y todos lo siguieron, el que estaba en la línea se acercó a sus amigos corriendo. Regina sólo los observaba sin moverse de su lugar.

La única niña, que parecía la mayor empezó a señalarla, todos voltearon y al reconocerla dieron un paso al frente y le hicieron una reverencia, Regina se rió un poco porque nunca le había pasado esto y porque los niños eran muy tiernos.

—Perdone el alboroto, princesa.— se disculpa la niña, ella siente que puede morir de tanta ternura.

—Está bien, no tienen porque hacer eso. Vengan.— ella se puso de cuclillas para estar a su tamaño, los niños asombrados se voltearon a ver y al final se acercaron corriendo, pero con mucho cuidado porque Regina seguía demasiado cerca en la frontera.

—¿Ella no le tiene miedo a la frontera?— preguntó un niño que no dejaba de verla, como todos los demás con una voz demasiado tierna.

—No tonto, ella es una princesa.— contestó un chico un poco más grande.

—No, yo también tengo reglas y tampoco puedo pasar hasta tener dieciocho y con permiso, tengo permiso porque voy a entrar a la escuela.— contesta, todos los niños sonríen al ver el castillo. —¿Por qué le tienen tanto miedo?

—Pueden pasarnos cosas terribles si pasamos, las reglas las puso la reina anterior. Me dijeron mis padres que renunció al cargo y lo heredó.— contesta un niño de unos siete años. Regina se quedó asombrada, su abuela había puesto esa horrible regla y la muerte de los calabozos.

—¿Cuales son sus nombres?— pregunta Regina.

—Él es Eder, Alejandro, Joseph, Emi y yo soy Emma,— dijo la niña mayor, mientras abría muy grandes sus hermosos ojos color avellana, señalando del niño más grande al más pequeño. —gusto en conocerla princesa.—

—Pueden decirme Regina.— los niños se quedaron asombrados. —Eres una chica muy linda, Emma y muy educada, apuesto a que un día va a llegar tu invitación y vas a estar aquí, parada esperando para entrar y conocer a un guapo príncipe.— las mejillas de la niña se pusieron rojas bajo sus pecas.

—Gracias, princesa Regina.— dijo la niña.

—Muy bien niños, sigan jugando espero que nos veamos pronto.— todos los niños asintieron con la cabeza sonrientes. —¿Me dan un abrazo?— dijo abriendo los brazos hacía ellos, todos la abrazaron y la sonrisa de Regina se hizo mucho más grande.

Creyó que no había nada más dulce en este mundo que esos pequeños niños, hasta que recordó las gomitas de azúcar de frutas exóticas, que hizo su hermano, se separó del abrazo y les puso una de cada color (eran cuatro colores) en sus manitas, los niños le agradecieron, se despidieron y ellos empezaron a caminar.

—¿Por qué ella no es mala?— preguntó unos de los niños, Regina no alcanzó a ver quien, todos lo callaron pues se dieron cuenta que estaba escuchando.

Dio un paso adelante hacía la frontera y cinco cámaras apuntaron hacía ella, levantó la cara y cuando la detectaron, todas se alejaron.

—Es absurdo, ¿no? que los humanos hagamos estas separaciones cuando en realidad sigue siendo lo mismo. Es horrible que no podamos compartir.— dijo a la chica que vió que la observaba a sus espaldas. —Regina Bradene, ¿necesitas algo?— se presentó, intentando sonar cortante para demostrar que no iba a hacer amigos.

—Pues quería conocer gente, soy Amy.— las dos se saludaron y Amy cruzó la frontera con ella. —Soy de tu reino, pero mis padres no son de la realeza. Mi invitación llegó y la verdad, me sorprendió.—

—Pareces más princesa tú que yo.— contesta Regina señalando sus tacones enlodados y su chongo mal hecho, dan un paso para regresar a su reino.

Un carruaje llega desde Erand, se estaciona en la frontera y dos princesas se bajan, dos rubias una grande y una pequeña, la pequeña se le pueden sentir los nervios hasta a metros de distancia.

Ambas cruzan la frontera y sonríen. —Buenos días, soy Alaska Erand.— saluda Alaska, Regina le responde con una sonrisa y Matilda también le da una sonrisa de saludo a Regina y Amy y sigue a su hermana burlándose de ella.

—Regina Bradene.— dice Matilda a su hermana cuando ya habían pasado de ellas, entran a la escuela y Regina y Amy las siguen.

***

Espero que les esté gustando mucho, ¿quieren ayudarme con un voto? *carita de perrito* comenten que opinan de esta historia.

Andrea

Los secretos de la realeza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora