12/06/2016 (Parte I)

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Íñigo/Alberto/Pablo/Edu

- Domingo, 12 de junio de 2016 -

La vuelta al hotel fue silenciosa. Íñigo podía notar que Pablo estaba mosqueado; no paraba de mirarle a él y a Alberto, tratando de averiguar qué demonios se había perdido. Alberto, por otra parte, tenía la mirada centrada en su teléfono móvil, cosa que no le dio a Íñigo muy buena espina. Y tenía razón. Notó la vibración de su teléfono en el bolsillo. Lo ignoró. Alberto volvió a escribirle. Íñigo volvió a ignorarlo. Unos segundos más tardes, notó que volvía a vibrar, pero esta vez era una vibración prolongada. Una vibración que, en tal silencio como estaban, se escuchaba perfectamente.

- A alguno de vosotros os está vibrando el teléfono. - comentó Alberto. Íñigo se soprendió de la indeferencia de su voz.

- El mío no es. - respondió Pablo, sacando el suyo del bolsillo. - Te llaman a ti, Íñigo. - Íñigo tragó saliva, pero siguió sin sacar el teléfono. La vibración paró. - ¿No vas a mirar quién era? - preguntó Pablo, intrigado. - Podría ser... ya sabes. - añadió, con un guiño.

- Lo miraré más tarde. - dijo el chico de ojos azules, sin mirar a sus acompañantes.

Llegaron al hotel e Íñigo cayó en la cuenta de que Alberto y él dormían en la misma planta, con lo cual, iban a quedarse a solas en breves instantes. Se frotó las manos contra los costados del pantalón, le estaban sudando debido al nerviosismo, y se metieron los tres, todavía en silencio, al ascensor.

- Ven a mi habitación para devolverte el libro aquel que me prestaste, Íñigo. - pidió Pablo, como si le hubiese leído la mente. Íñigo le miró confundido, pero asintió. No quería hacer contacto visual con ninguno de los dos, así que se quedó mirando como un pasmarote los botones del ascensor.

- Buenas noches, mañana nos vemos. - ya habían llegado a la segunda planta y Alberto se despidió de ellos educadamente.

- Hasta mañana, Alberto. - contestó Pablo. Íñigo permaneció en silencio.

Los dos amigos se bajaron en la cuarta planta, que era donde el líder de Podemos tenía la habitación. Caminaron hacia ella en silencio, pero Íñigo sabía que ese silencio se iba a acabar en cuanto entrasen en el dormitorio. Y, efectivamente, así fue.

- ¿Me puedes explicar qué cojones ha sido eso? - preguntó su amigo, nada más cerrar la puerta de la habitación.

- ¿El qué? - pregunto Íñigo, mirando hacia otro lado.

- No me trates como si fuese gilipollas, por favor. - Pablo estaba verdaderamente cabreado. - ¿Qué os ha pasado? ¿Habéis discutido? Joder, solo os tenéis que llevar bien durante unos días, tampoco creo que sea pedir demasiado. - Íñigo permaneció callado durante unos instantes. - ¿No piensas contestarme? Estoy flipando ahora mismo, joder. - Pablo andaba de un lado para el otro de la habitación.

- Es él con el que he estado hablando todo este tiempo. - confesó finalmente Íñigo, sentándose en la cama y apoyando la cabeza en sus manos.

- No jodas. - acertó a decir Pablo unos segundos más tarde. Se sentó a su lado en la cama y se le quedó mirando. Después soltó una carcajada. Íñigo levantó la cabeza y le fusiló con la mirada. - Tiene su gracia, joder. No me lo negarás. - añadió Pablo, aún riéndose.

- No tiene ninguna gracia, Pablo.

- Bueno, pero a lo importante. ¿Te sigue poniendo ahora que ya sabes quién es?

- Me voy. Mañana te veo. - Íñigo se levantó de la cama y se dirigió decidido a la puerta.

- Anda, Eneko, no te enfades. -Pablo se acercó a él y le pasó un brazo por encima del hombro. - ¿Él lo sabe?

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