Íñigo/Alberto/Pablo/Edu
- Domingo, 3 de julio de 2016 -
Íñigo estaba sentado en la cama de la habitación de hotel que había reservado a última hora. Si era totalmente sincero, había estado convencido de que no la iba a necesitar; o de que al menos no la iba a usar solo. Pero las cosas no habían salido como había planeado en esas casi seis horas de viaje desde Madrid hasta Málaga. La conversación con Alberto no había sucedido acorde al guión establecido y habían acabado cada uno por su lado de la peor manera posible.
Pero Íñigo no estaba triste, no. Íñigo estaba cabreado con Alberto. Muy cabreado. Había recorrido más de 500 km para hablar con él, para que se pudiesen ver después de esa guerra fría que había existido entre ellos durante toda la semana. Para poder razonar como personas adultas de los últimos acontecimientos y ver qué podían hacer para que las cosas se solucionasen de la mejor manera posible.
Y todo en vano.
La conversación, que en un principio había sido buena, cordial e incluso conciliadora, evolucionó en una discusión en la que solo se escuchaban reproches, insultos y hechos tergiversados hasta el límite.
En ese momento, cuando estaba a punto de levantarse para recoger sus cosas y volver a Madrid, sonó el teléfono. Mentiría si dijera que una pequeñísima parte de sí mismo esperaba que fuese Alberto, pero no. Era Pablo.
- Espero que no hayas interrumpido ningún polvo para contestarme. - fue lo primero que dijo Pablo, antes incluso de que Íñigo pudiese decir nada.
- No estoy para bromas. - contestó el de ojos azules, en su tono más cortante y seco.
- ¿No ha ido bien la reconciliación? - preguntó Pablo, e Íñigo pudo notar una sorpresa genuina en su tono de voz.
- Obviamente no.
- Cuéntame lo que ha pasado. - el tono de Pablo era dulce y paternal.
- Preferiría no hacerlo. - dijo, y tras él, un silencio largo. - El caso es que - añadió, al ver que su plan no iba a surtir efecto y que iba a tener que contárselo todo a Pablo quisiese o no. - a ver, déjame que recuerde la conversación.
Las imágenes se movían atropelladamente por la cabeza de Íñigo. Imágenes de él y Alberto en la entrada de su casa, luego en el sofá sentados, y ya, al final, los dos de pie, gesticulando exageradamente con los brazos y cada vez más distanciados entre ellos.
* Sábado, 2 de julio de 2016 *
- Al final vine a Málaga por invitación propia. - comentó Íñigo, la mirada baja, media sonrisa en el rostro y los pies cruzados el uno por encima del otro.
- Bueno, eso no es del todo cierto... - respondió Alberto. - Te ha invitado mi hermano, ¿verdad?
- Sí, tienes razón. - admitió Íñigo. - Me ha invitado el otro Garzón.
Alberto sonrió levemente e hizo un ademán con la mano para invitar a Íñigo a pasar al salón. El de Madrid lo cogió al vuelo y pasó por delante Alberto, dedicándole una sonrisa exprés.
- Mejor nos sentamos, ¿no? - sugirió Alberto, señalando el sofá, al ver que se habían vuelto a quedar parados de pie, haciendo de la situación un tanto incómoda. - Pues... tú dirás. - añadió, una vez que los dos estuvieron sentados.
- Bueno, creo que los dos tenemos cosas que decir... Hace mucho que no hablamos y la última vez que nos vimos las cosas quedaron un poco... inconclusas, por así decirlo. - Íñigo levantó la cabeza levemente y sus ojos azules se encontraron con los marrones de Alberto. - Pero creo que lo más importante y lo que más necesito decir es que te he echado de menos.

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Hoy tus manos
Hayran KurguÍñigo manda un sms por error a Alberto, sin saber quién es en realidad.