12/06/2016 (Parte II)

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Íñigo/Alberto/Pablo/Edu

- Domingo, 12 de junio de 2016 -

Los dos estaban sentados en la cama de matrimonio de la habitación de Alberto. Tras unos cuantos silencios incómodos y otras pocas miradas esquivas, al final se habían puesto de acuerdo para ir a la habitación del malagueño para poder hablar, finalmente, de aquella extraña relación que llevaban manteniendo el uno con el otro durante casi dos meses.

Pero ninguno de los dos parecía dispuesto a romper el silencio que reinaba entre ellos. Hasta que Alberto, como casi siempre, se atrevió a dar el primer paso.

- Pues no me imaginaba que fuese a ser así. - Íñigo apartó la mirada del cuadro de la pared y la dirigió hacia su interlocutor. Le miraba algo confundido. - Ya sabes, la primera vez que nos encontrásemos cara a cara.

- Bueno, yo de entrada no me imaginaba que fueses a ser tú. - respondió Íñigo, más brusco de lo que pretendía.

- ¿Por qué estás enfadado? - preguntó Alberto con dulzura. Al ver que su compañero no contestaba, continuó hablando. - Ya sé que no es lo que esperábamos, pero eso no quiere decir que sea malo, ¿verdad? Y puede que no te imaginases que fuese yo, pero sigo siendo el mismo Alberto con el que hablabas al igual que tú sigues siendo el mismo Íñigo con el que hablaba.

Alberto, tras dudarlo durante unos instantes, pasó su mano por encima de Íñigo y la apoyó en su hombro, atrayéndole hacia sí mismo suavemente. Notó como el chico de ojos azules se estremecía ante su contacto, pero no se opuso a él. Al contrario, poco a poco fue cediendo hasta reposar su cabeza en el hombro de Alberto.

- Todo esto me supera. - dijo en un susurro casi inaudible. - Ya no es solo el hecho de cuestionar mi sexualidad sino que encima seas tú... - Íñigo se reincorporó y se separó un poco de Alberto. Cogió aire y miró a Alberto a los ojos, preparándose mentalmente para lo que le iba a decir. - Esto no va a funcionar, Alberto.

- Íñi...

- Tú dices que somos siendo los mimos, pero no es verdad. Tú ya no eres solo Alberto, eres también mi compañero de partido. No nos podemos permitir una historia así, de este tipo. No ahora.

- Pero...

- Si tú fueses una persona completamente ajena a mi vida profesional, te juro que lo intentaría contigo. Te lo juro. Pero no puedo, no así, no de esta manera. Porque adem...

Íñigo no pudo terminar su discurso porque las manos de Alberto le habían girado la cara, quedando frente a frente, y sus labios se habían posado suavemente en los de él. El beso, que Alberto solo había iniciado para que Íñigo se callase, se volvía más y más intenso a medida que pasaba el tiempo. Sus lenguas se movían con tal rapidez que no se podía saber a quién pertenecía cada una. Las manos de Alberto corrían libres por el pelo de Íñigo y las manos de este último se deleitaban con la barba y el cuello del de Málaga. Al final, tras una pelea que parecía interminable entre sus bocas, tuvieron que separarse para coger aire.

- ¿Decías...? - comentó Alberto, con una sonrisa socarrona.

- Cállate.

Y volvió el juego de manos y lenguas. Poco a poco se iban acomodando más en la cama. De estar los dos sentados al mismo borde de ella, a pasar a estar tumbándose uno encima del otro sin parar. Las manos de Alberto se movían con precisión y suavidad por la cintura de Íñigo, que se encontraba sobre él. Íñigo, por su parte, recorría cada centímetro del torso de Alberto sin ningún tipo de pudor ni vergüenza. Comenzó a desabotonar la camisa la de Alberto, pero sus dedos, debido a la rapidez con la que quería hacerlo, no atinaban. Finalmente, no le quedó mas remedio que tirar de ella, haciendo que todos los botones saliesen disparados. Pero a ninguno de los dos parecía importarles. Alberto, con más acierto, logró quitarle la camisa a Íñigo sin romperla y, cuando ya estaban los dos desnudos de cintura para arriba, el chico de ojos azules paró.

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