25/07/2016

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Íñigo se despertó con la sensación de haber descansado lo que hacía mucho tiempo que no descansaba. Estiró el brazo hasta coger el teléfono de la mesilla de noche y vio que eran las 9:27, tenía 43 mensajes sin leer, 21 correos electrónicos y 3 llamadas perdidas.

- ¿Ya estás con el teléfono? - la voz masculina proveniente del otro lado de la cama le distrajo. Giró la cabeza y le vio ahí, tumbado, medio desnudo.

- Eeeh, es que tengo trabajo. - se intentó excusar como pudo.

- Eres de lo que no hay. - el chico se acercó a Íñigo y posó sus labios sobre los del otro suavemente. - Voy a ducharme. ¿Vas haciendo el desayuno?

Íñigo asintió con la cabeza sonriendo y dejó el móvil apartado. Ya leería más tarde los mensajes, los correos y atendería a las llamadas.
Se dirigió hacia la cocina y comenzó a tostar algo de pan y a sacar la leche para preparar el café. Estaba mirando la hora en el reloj del microondas para calcular el tiempo que dejar el pan en la tostadora cuando alguien llamó a la puerta.

Pensó que era un poco pronto para visitas y se arrepintió de no haberse quitado el pijama, pero era lo que había.
Abrió la puerta y se encontró frente a Alberto.

- No te has arreglado mucho para mi visita. - dijo el malagueño, mirándole de arriba a abajo.

- No sabía que venías. - respondió Íñigo, secándose las manos de repente sudorosas en el pantalón del pijama.

- Te mandé un mensaje anoche. - dijo Alberto. Silencio. - No sabía que estabas con alguien. - añadió a los pocos segundos, dirigiendo su mirada hacia la puerta del cuarto de baño.

- Ehhh no estoy con nadie. - contestó Íñigo. Y en ese momento pudo escuchar como se apagaba el grifo de la ducha. - Está estropeada. Bueno ¿a qué has venido? - preguntó nerviosamente.

- A darte esto. - respondió Alberto, dándole una bolsa. - Te dije que cuando volviese de Paris te traería lo que te dejaste en mi casa. No he podido venir antes, perdona.

- No pasa nada, gracias. - Íñigo cogió la bolsa con seguridad. - Bueno entoces...

- Me voy ya, sí, no te preocupes. - Alberto se giró, haciendo ademán de irse pero volvió sobre sus pasos. - Te veo bien.

- Yo a ti también. - respondió Íñigo.

En ese momento se abrió la puerta del baño y un chico, con la toalla anudada en la cadera y el torso desnudo, salió de ella.

- ¡Hombre! - dijo con efusividad. - Si me llegas a decir que viene Alberto Garzón me habría esperado a ducharme. Mira qué pinta tengo. - rió y se acercó a ellos. - Soy Víctor, encantado de conocerte.

- El placer es mío, Víctor. - Alberto alargó la mano y se la estrechó. - Íñigo no sabía que venía y ahora veo que es que ha estado muy ocupado como para leer los mensajes.

- Sí, bueno... ya sabes. - Víctor se pasó la mano por el pelo mojado y sonrió. - Bueno, un placer, Alberto. Voy a vestirme, si luego sigues por aquí te veré.

- No creo que esté, pero igualmente. - Víctor guiñó un ojo a Íñigo y le pasó la mano por la cintura cariñosamente. - Qué huevos tienes... - dijo Alberto, una vez que Víctor hubo salido, mientras sacudía la cabeza.

- No sabía que te tenía que dar explicaciones. - fue lo único que dijo Íñigo.

- No, no me tienes que dar explicaciones. Pero al menos no me mientas en mi jodida cara.

- ¿No te ibas?

- Sí, ya me voy, no te preocupes. - el malagueño hizo una pausa. - Venía a arreglar las cosas, pero ya veo que has pasado página.

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⏰ Última actualización: Nov 19, 2016 ⏰

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