13. Breathe.

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No digo nada. Supongo que la conversación ha terminado, al menos por mi parte. No me están gustando nada ese tipo de comentarios... que me hacen pensar que me voy a meter en problemas como siga quedando con él, o viéndole, o lo que sea. Y no quiero problemas. Mi vida está bien como está.

Ni siquiera enciende la radio para calmar el ambiente. El silencio absoluto se hace más pesado a medida que pasan los segundos, y a medida también que recorre las calles. Ahora que estoy callada, me he dado cuenta de que conduce con muy poca precaución, lo que me pone de los nervios. Parece como si estuviera sentado en el sofá de su casa y no al volante en la carretera. Inclino la cabeza un poco con disimulo para echarle un vistazo al velocímetro.

—Vas a ochenta por una carretera de cincuenta —le informo por si no se había dado cuenta.

Me mira y sonríe. ¿Dónde está el chiste?

—No voy a ochenta —corrige—. Voy a setenta y cinco.

Oh, vaya. Cuánta diferencia... Hace un rato adelantó en linea continua y cruzó un semáforo cuando ya se había puesto en rojo. ¿Qué le cuesta respetar las normas?
Nos acercamos a una rotonda y me preparo para apuntar una infracción más.

—Tenías que haberte parado —le digo después de ver que ni siquiera se tomó unos segundos para asegurarse de que podía meterse.

—Helena, me daba tiempo perfectamente. Si aquel tío fuera a menor velocidad, iría andando.

—Pero ¿y si no te hubiera dado tiempo? —insisto.

No me contesta. Le miro de reojo, viendo sus labios ligeramente presionados. No me puedo creer que también le parezca divertido. Esto es serio.

—Conduces como un puto loco —concluyo.

—Ey, no digas esas palabras.

¿Me está corrigiendo el vocabulario a mí?

—Digo lo que me dé la gana.

Admito que en cierta parte bromeo. Me gusta que se ría y que me haga reir.

De pronto para el coche, dejándolo a un lado de la carretera y se gira para mirarme de frente. Joder, qué serio.

—Bájate —me suelta.

—¿Qué?

Tiene que ser una puta broma. ¿Se está riendo de mí? Me repite que me baje del coche, y yo sigo sin reacción. Le miro, incrédula. ¿Va a dejarme aquí tirada? Cómo puede ser tan crío como para enfadarse por esto...

—Baja del coche, Helena.

Será cabrón... Cojo mi bolso y abro la puerta, sin girarme para mirarle ni un solo instante. Creo que voy a llorar. Cierro la puerta de su estúpido coche dando un buen portazo y me cruzo de brazos, mirando a mi alrededor, lo que me lleva poco tiempo porque aquí no hay nada. ¿Me estás jodiendo, Louis?

El sonido de su puerta al abrirse me hace girar sobre mis talones. Él sale del coche y lo rodea hasta que llega a mi lado. ¿De qué coño va? No puedo respirar.

—Toma. —Alza la mano y me entrega las llaves del coche.

Lo miro sin entender y me sonríe, muy de cerca. Uf.

—Conduce tú —me dice y se mete rápidamente en el asiento que yo ocupaba antes.

Me quedo allí de pie, mirando las llaves en mi mano, y volviendo a respirar otra vez. Qué puto susto.
Me dirijo a la puerta, emocionada incluso. Voy a conducir un Audi... y me encantan.

Lo primero que hago es abrochar mi cinturón de seguridad, cosa que él no hizo en primer lugar, y le lanzo una mirada para que se dé cuenta.

—Te veo ilusionada —comenta mirándome de reojo.

Te concedo el deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora