No quiero que me suelte, ni que esto termine. Me gustaría quedarme así para siempre, sabiendo que me perdona, que me quiere, y que me ha pedido que viva con él. Sigo llorando, y ojalá que esta sea la última vez lo que lo haga.
—No llores, Helena. —Me acaricia el pelo provocándome piel de gallina y emite una breve exhalación que no llega a ser una risa. ¿Qué le parece gracioso? ¿Que esté llorando como una cría?
—¿Por qué sonríes? —mi voz choca en su camiseta y suena más baja de lo que pretendía.
—Porque estás aquí. Sabía que vendrías, solo era cuestión de esperar.
Aún no comprendo cómo ha tenido tanta paciencia conmigo, cómo ha esperado e insistido tanto. Yo no me he olvidado de las maletas que hay detrás de él, y tengo muy claro que no cometeré el mismo error que hace cuatro años. Si él se va, yo también.
—Me voy contigo —susurro, apretando su cuerpo más todavía. Que no me suelte, por favor.
—No me iba. Te he asustado. —Me obliga a sonreír—. Solo voy a cambiar de casa.
¿Qué? ¿Se muda? No me puedo creer que vaya a dejar esta casa... su casa.
—¿Y esta?
—Vendida.
La ha vendido... ¿por qué?
—Las maletas solo llevan mis pertenencias. Las que quedan de mi familia tendré que sacarlas y tirarlas.
Eso significa que sus padres no van a volver, y que poco les importa la casa. Bueno, y que él tampoco se va ir. Es lo mejor que me podía haber dicho. Me cuesta asimilar que estemos juntos otra vez. Siento que hemos retrocedido y que nada de estos últimos años ha ocurrido. Ojalá todo fuera tan ideal como este momento siempre.
Siento sus manos ascendiendo por mis brazos, por mi cuello, hasta que me sujetan la cara obligándome a separarme de él. Mis ojos húmedos, rojos quizá, se encuentran con los suyos por fin. Los miro fijamente, completamente aliviada y agradecida de que vaya a verlos cada día, cada mañana y cada noche.—Te he echado tanto de menos... —susurro, alternando mi mirada entre el azul de su iris y el rosa de sus labios. Sus dedos recorren mis sienes hasta introducirse entre mi pelo. Me hace cosquillas.
—Y yo, Helena. —Sus labios se acoplan a los míos en cuestión de dos segundos, y los disfruto como la primera vez. Me vuelven loca. Saben demasiado bien.
—Te dije que volvería. —Su nariz acaricia la mía, al mismo tiempo que su pulgar separa mis labios para besarme otra vez, siendo mucho más corto que el anterior—. Dejé de escribirte pero no de pensar en ti.
Sus mensajes... Es un buen momento para disculparme también por eso, entre otras cosas más.
—No sabes cuánto me dolían tus mensajes. Solo me hacías llorar más, Louis, y me recordaban día tras día que no estabas conmigo.
Era una tortura diaria. Lo único que quería era olvidarle, y él no contribuía. A veces pensaba que lo hacía a propósito... que pretendía no dejar que viviera, que pasara página. Esos mensajes me mantuvieron atada a una relación que ya no existía, a una falsa ilusión.
—Está bien, Helena. Vamos a dejar a un lado el pasado. Ven. —Me coge de la mano, entrelazando sus dedos con los míos y me guía hasta el salón.
Yo cojo nuestras manos unidas con la que me queda libre, y me aferro a su brazo por completo. Él sonríe y me pregunta qué hago. No sé lo que hago, solo sé que le necesito demasiado. Quiero tocarle, abrazarle, besarle y olvidarme de todo lo demás.
ESTÁS LEYENDO
Te concedo el deseo
Fanfiction"Hay personas que nunca superaremos. Pueden volver en cualquier momento y en cualquier situación, dejándolo todo patas arriba de nuevo. Y no es una decisión voluntaria, es el corazón." [SEGUNDA PARTE DE "PIDE UN DESEO"]