~Moción para escribir un relato~
...
Y si él deja de tener miedo?
Cuando él no lo entienda.
El semáforo en rojo indicaba que era hora de detenerse y echar la vista a atrás. Había caminado apenas disimulados pasos desde la puerta eléctrica hasta el final de la calle cuando esa luz roja de la esquina me invitó a dejar de caminar. Me invitó a dejarlo todo sobre el suelo. Durante un momento detuve el sentido de mi vida por encontrar el sentido de las muchas otras que siempre quise tener. Mis vidas, mis sueños, mi relato.
Y se conectó, a varios kilómetros y algunas circunstancias de distancia. Y las manos condensadas y cerradas por la presión de los años. Y la señora que me indica que no me detenga; con sus dedos arrugados me señala el otro lado de la calle y disimuladamente me intenta empujar para hacerme avanzar. Pero la vida no avanza al mismo ritmo estos días. El atardecer siempre se retrasa en su rutina diaria de autobuses y pensamientos.
Sin embargo yo no me muevo. No seguiré sin haber empezado a escribir mis últimas palabras en ese viejo cuaderno que consideraba perdido. Pero siempre está ahí, cuando necesito gritar sin que nadie más que tu me escuche. Pocas horas antes. Antes, segundo antes del fatal suceso, había sido feliz contando con el amparo de la soledad, los libros, las canciones de media tarde que solía acariciar más que cualquier mano de 18.
Sin embargo ahora, en esta esquina tan imprudente, junto a esta edad tan poco convincente me doy cuenta que no podría seguir sin decirte lo que mis gritos me indican todas la noches. Cuando desde la cocina corre ese hilito y en mi cama alborotado entre las sábanas y las dudas me levanto una y otra vez buscando el significado de los sueños, de las canciones que antes... solo música eran.
Quince verdes y va un rojo más antes de que la gente empiece a concentrarse alrededor mío. Ancianos, niños, compañeros de ese salón azul de los discursos y las mociones. Alguno cree que busco monedas, compasión, quizás algún consejo que valga la pena en la tarde del relato.
Pero nada es cierto, ninguna verdad es tan convincente como la razón del movimiento de la pluma. Y todo a la vez es tan dudoso; a la lejanía mi familia, en la sombra mis miedos y las cicatrices
-Y en el salón -voy a decirlo todo. Cuando la presidencia me de permiso voy a confesarlo en un solo grito.
Sin embargo dos meses después solo he compuesto para intentar verte cuando mis recuerdos entristecen en esa lúgubre forma de canibalismo estúpido de consumirlo todo para mi.
-Mantener el decoro- resuena y resuena como rebotando en las esquinas artificiales de esta canción.
Treinta y ocho rojos y un verde más que la vida dispara salvajidad. Creo, y lo escribo sin dudar. Dónde estás?
Una foto tomada a la distancia adecuada, un reloj que se detiene siempre a la misma hora durante segundos y pasa, que cuando me doy cuenta ya estoy pensado en ese día de nuevo (y por supuesto en tí). Unas líneas incompletas, mitad tuyas y la otra mitad gritando por pertenecerte también. Varias noches, un poema, sueños, canciones desesperadas, miradas que se no se cruzan ni coinciden. ¿Dónde estás?¿Qué cruza tu mente cada vez que miro al cielo?. Un café demasiado caliente para tus labios y unas épocas demasiado distantes para nuestro encuentro. No sé quién eres, hablas, me lo cuentas... me pierdo entre todas las frases disparadas con tanta precisión hacia o hasta mi literatura, mi propia vida. Ahora dulcísima mía, dime donde puedo empezar a buscarte, porque ya emprendí la primera avenida que nos separa y no quiero detenerme hasta al menos verte por ahí, entre alguna farola o alguna rima; con esa forma única de revolucionarlo todo.
Y todos me siguen.
No hay nadie quién se pueda oponer a esta revolución gloriosa del poeta.
La ciudad. La ciudad es nuestra.
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(1969)
Short StoryElla vive en el norte y más allá de la ciudad. Yo en cambio suelo caminar perdido entre las calles de una ciudad gris e histórica para encontrarla de vez en cuando. Apenas conoce mi nombre y seguramente hasta de eso duda cuando piensa en mi. Relatos...