~Las cuadras~
"Suplicamos venganza por aquellos que nos necesitan. Aquellos que nos lloran toda la noche. Gemidos insoportables, lagrimas que ahogan hasta el último cuadro. Y derrepente todo está empapado, flotando sobre el océano inmenso de súplicas y novelas cortas"
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Para Cristina y sus contrastes,
Sebas M. que anda por la costa.
y Karlita B. que hoy cumple otro año más.
Aquella pena de toda la vida.
Esa noche.
Había aprendido a conducir hace pocos días. Aún contenía el aliento en cada semáforo. La tortura a la que sometía a mi conciencia en cada cruce era digna de ser castigada: Derechas, izquierdas, postes frios que dirigen al mundo hacia la agonía de la luz de cada esquina. Soldados de hielo que la gente conoce como transeúntes de medianoche. El sonido aquel del fondo de la calle, el maullido que remuerde su eco contra las puertas de madera. Todas cerradas y con cruces en la parte más alta. Todas buscando ser abiertas, animadas en la medida de la llegada del abuelo, aquel que partió a la guerra o de la comadre que trae buenas nuevas y enciende la hoguera y usted sabrá que más sucede.También están las aceras que se conjugan en un solo verbo con el asfalto vacío y sin pintar. Parece un rumbo más de aquellos del campo. Un montón de asfalto, un poco de basura y los sentimientos adecuados para encontrar a esa persona esta noche. La noche fría que abraza al cielo por instinto, como invitándolo a protagonizar la caída del cóndor o la muerte del verso sobre las nubes que se alejan.
La tortura nunca cambiará su parecido con las avenidas. Largas y perversas. Solitarias y sonrientes cuando te ofrecen todas esas intersecciones mal señalizadas y esos versos, y aquellos besos de parada.
Quién conoce mejor esto que quien lo ha vivido. Quien no se ha estacionado junto al signo de pare para comerse a besos a la luna, y destapar esa botella cuyo nombre pronunciar nunca pudo.
Y quien me salva a mi de tentar a la vida de esa forma. Las manos en el volante se cansan en algún momento y deseas terminar lo que empezaste. De las esquinas surgen las preguntas que tiendes a evitar por el día. De la guantera los vicios y melancolías taciturnas que te acompañan a la cama.
El vidrio que suena, y yo que me levanto sin pensar en el instinto, en la conciencia fría que me ha pedido sobrellevar el acto con normalidad. Pero alguien toca el vidrio del copiloto y no puedo rechazar semejante llamada. Bajo del cómodo auto, me inmiscuyo en la calle fría que me permite ser parte de su naturaleza absurda de medianoche. Subo a la vereda sin antes olvidarme de escuchar ese ruido peculiar que hacen los autos al asegurar su puertas. En mis manos sobreviven las última gotas de tinta y esa cámara de fotos que tanto te gusta.
Soy uno solo con la corriente espesa y gélida de la noche que en condiciones similares a mi vida, me invita a meter las manos en los bolsillo y seguir su dirección palpitante hacia el norte de la ciudad.
Aquel bar de la esquina, esos ojos cafés a más no poder que me piden que los escriba. Que sobre sus pupilas dilatadas me nombre rey de la noche y a más no poder también, escupa los primeros versos del Agosto que se avecina, este mes que ha venido sin avisar y ahora, sobre nuestras acciones espontáneas, coloca sus peculiares noches en busca de ese temido relato.
Solo aquel bar de la esquina tiene encendida sus luces, lo sé por las ventanas que me lo muestran. Y hay varios hombre vigorosos sobre las mesas de plata y mujeres también hay. A pesar de los peligros que conlleva atravesar esas puertas. El ser humano en sus horas profanas satisfaciendo al cuerpo, levantando la copa, coordinando sudores en gritos que solo ellos entienden. Anudando los cuerpos ajenos y quebrantando el alma en cada orgasmo fingido. En cada mentira perfectamente fingida.
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(1969)
NouvellesElla vive en el norte y más allá de la ciudad. Yo en cambio suelo caminar perdido entre las calles de una ciudad gris e histórica para encontrarla de vez en cuando. Apenas conoce mi nombre y seguramente hasta de eso duda cuando piensa en mi. Relatos...