-Allí donde solíamos gritar
En mi negra soledad, la noche despierta en un exasperante grito con la boca abierta y el sudor colgando entres sus hojas brillantes llamadas estrellas. Una de sus gotas gélidas me despierta; al hacerlo -de golpe-, puedo sentir el frio de tu piel morena desprenderse de ese grito y ese cristal que hiere más que cualquier pesadilla.
Me pongo de pie, hay un grito que me obliga, presionando mi cuerpo contra el acto irreparable de levantarme y mantenerme erguido.
-No se cuanto más pueda esperar a que regreses. Estoy despierto, muy despierto... de pie frente a esta cama de 2 plazas que comparto desde hace tiempo contigo - te digo mientras te observo con una mueca espontanea de miedo y enfado.
Tu silueta sigue ahí -encendida por esas miles de luciérnagas que interiormente recorren las paredes de tu cuerpo desnudo- perfeccionando los bordes suaves de tu dulce cintura, deteniéndose en cada lunar para volverlo flor roja por momentos. Tu presencia tiende a permanecer inamovible, estática ante el frio que emanan las paredes por sus poros de madrugada. Me atormentan las ganas de acercarme -son ellas, las paredes blancas que gritan que no te suelte, que me pierda entre tus dedos para quererte sin esfuerzos - y entonces solo deseo gatear hasta tu rostro dormido, moreno, tibio y perfecto -como siempre-. Es un castigo; lo comprendo cuando mis movimientos mueren una y otra vez en el ejercicio estético de alcanzar tus manos. -Me estoy condenando-, me escucho susurrar mientras mis ojos húmedos culpan a la oscuridad, a la juventud que me imbuye en este terror continuo, en esta tortura del no poder y no vivir.
Comprendo que no sea capaz; aun hay muchos motivos esparcidos que me impiden acurrucarme, buscar mi sitio entre tanto amor y ternura. Ahora la agonía sobrevive insoportable; esta...nace cada segundo que permanezco en el abismo que se crea minuto a minuto entre nuestras vidas.
-Te esperé tanto tiempo; aficionado a escribirte en diferentes tiempos y en muchos espacios; -nunca tan reales como este cuarto tan tímido y blanco, tuyo y mío. Trovadora de caminos ; entre el flujo irregular de nuestras épocas te escondiste y ahora... ¡Que cerca te proyectas!
No puedo dejar que esta sea la última noche...-
Escribo con los ojos cerrados. En mi pequeño cuaderno de hojas amarillas y vacías siempre. Hay notas escritas a mano por todos lados, en tinta negra y en cursiva, y todas las esquinas posibles; -Te quedaste dormida con el libro en las manos y la belleza en los labios, sujeta a esa forma esclava de atraerme tanto (dormida, despierta, en cualquier dirección o sentido). Así todo funciona mejor ; puedo definir los detalles y reproducir los sonidos con una exactitud semejante a la monotonía. Y es que nunca la hubo. Solo encontramos gritos esparcidos, risas en cada página, en cada resquicio blanco y vacío entre palabra y palabra que nunca sobró y menos aún falto en esta habitación tan mía, tan nuestra.
<<Jugábamos todas las noches, involucrados en la complicidad de las mariposas, de los gorriones que juegan a derrumbarse entre picos juntos y alas rotas. Jugábamos, mujer, mientras las cosquillas hacían su trabajo, las miradas dibujaban puentes que recorríamos con los mejores besos de Junio. Eras vida, acordeón dulce que posaba sus notas en mis brazos. Mujer de sonrisas, de muecas y fotografías. Eras luz, polvo de colores, labios brillantes y mirada profunda. Eras mi más longeva noche, mi grito perfecto, mi compañía dulce de 18. Lo eras todo y así...>>.
Y yo aquí de pie, con los pies enraizados, observándote fundirte con las sábanas, con las sombras, con el único y verdadero grito.
<<No te vayas, no reprimas el suspiro, no lo guardes ni lo llores. Aquí estaré para comprender por qué viniste a mi cama, a mi lado, cuando ni si quiera yo soporto el peso de tanto frío sobre mi espalda sin tatuajes ni historias.
Y ahora te quedas ahí quieta, mirándome desde las esquinas de las avenidas y las calles que visitamos tan a menudo. Entregándome tu mejor complemento, dotándome de las ganas de volver a la habitación y repetir cada frase.>>
Temí amarte así en cada grito, en cada segundo que te entregué sin un motivo permanente. Esperando encontrarte de nuevo sobre el colchón compartido -esperándome con esa forma de ser tan extraña, tan inventada por ti-. Y cuando más lo temía, cuando mi corazón palpitaba anunciándome que lo dejaría de hacer para acabar con esta farsa, saltabas sobre mi, en un acto de valentía sobrehumana, arrastrando el viento y las estaciones, las dudas y el miedo que todas las mañanas aparecía por arte de magia.
Entonces lo comprendía todo; el grito siempre estuvo ahí. La noche blanca y fría que vivo hoy es simplemente el lienzo donde este acto injusto de dolores quedará grabado. Como hierro crujir existirán; el sonido del terror, la sinrazón de las sábanas frías:
-Parece que no estás ahí, escapaste en cada grieta que abrió mi inseguridad, mi imaginación que negaría todo hecho transcurrido. Entonces la libreta servirá: para recordarlo todo, contarlo...-
Y no volverá la noche a ser fría...
Condenado a repetirme, que te voy a echar de menos...
...
(1969)
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(1969)
NouvellesElla vive en el norte y más allá de la ciudad. Yo en cambio suelo caminar perdido entre las calles de una ciudad gris e histórica para encontrarla de vez en cuando. Apenas conoce mi nombre y seguramente hasta de eso duda cuando piensa en mi. Relatos...