~El mejor relato del mes~

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~El mejor relato~  

Escribamos un relato.

Teniendo en cuenta la hora, el día y a la persona que en una habitación poco iluminada teclea, vamos a escribir un relato.

-Deberías desaparecer cada vez menos- susurro mientras me tomo un descanso para ir a por algo de agua.

Sólo entonces ocurre, entre los pasos más discretos -las manos rozando con las puntas la pared y los pies descalzos- que me doy cuenta de la imprudencia que he cometido desde el momento que me precipité en un movimiento irretornable en el acto del relato.

Estaba allí, proyectando su latente sombra en la pared más luminosa de mi salón. Sus orejas puntiagudas lo decían todo y el cascabel que de vez en cuando sonaba era una muestra irrefutable de su condición literaria.

Esa ausencia tan necesaria en todos mis relatos y esas palabras, que ahora acostadas sobre aquellas ramas se encontraban, eran la prueba más evidente de que había llegado la hora de cambiar mis largas horas de tecleo por algo que nunca antes había probado.

Entonces renuncié tácitamente al impulso innato de el vaso de agua de medianoche. Arrojé la arrogancia de escritor -que todo lo puede- al suelo y me encaminé hacia la ventana para observar mejor a la criatura. Sin duda -ya enfrascado en el proyecto de observar mejor- me hubiese gustado tener lápiz y papel a mano para evitar la tediosa acción de guardar lo sentimientos producidos.

Uno, dos, tres, cinco pasos van y me faltan el doble para alcanzar la esquina del salón y ver más de cerca que estaba pasando entre tanto viento, y compasión nocturna.

Pero tuve que duda unos instantes. ¿Y si lo que buscaba era realmente lo que quería encontrar o al revés? Que sería mucho peor ¿ Y sí lo que encontraba era lo que estaba buscando?.

Tendría que reorganizar mi vida y quizás esto sería el final de todo. Suspendería cualquier acto normalizado de tecleo a media noche, cambiaría las sonrisas vespertinas y las salidaS de madrugada. Cualquier compromiso conyugal se vería sometido al acto irreparable de escribir lo que mis ojos verían en pocos segundos. Sería una lástima que sucediera y tuviera que cancelar todas mis citas. Mis esquemas se vendrían abajo y no tendría más remedio que cambiarme de ciudad y de nombre (o al menos de sobrenombre).

Porque todo lo que conlleva a encontrarse con criaturas como esta a estas horas de la noche, conlleva a su vez a replantearse la vida de 18 y con esto todas las dudas y preguntas no resueltas.

Sólo después de escuchar el estornudo sordo de mi conciencia supe que no habría vuelta atrás después de todo. Porque después de todo es lo que había buscado. Una forma de narrar el pánico que me produce viajar por las estaciones, el miedo espontáneo de quedarme sin inspiración a las 3 de la madrugada y vaya usted a saber quien me salva de semejante caída. O simplemente el miedo de no volver a escribir un gran relato que conlleve a la muerte instantánea de cualquier burla hacia la magia de mis palabras que hoy nacen en un intento sofisticado de convencer a la dulcísima Cristina que

existe la capacidad de escribirlo todo.

Los nervios se esfumaron por los poros cuando entendí que el destino me estaba esperando al otro lado de la ventana. El pequeño animal de cuatro patas que descansaba nocturnamente -por evitar la palabra tranquilidad- seguía moviendo su cola en una incesante muestra de descontento con el ambiente o de impaciencia hacia el escribidor que aún no se ha movido. El mismo que se detiene a mirar una última vez atrás, por si alguna letra o palabra se ha desparramado de su bolsillo, o de su cabeza.

El frío de la baldosa se siente por las plantas de los pies desnudos. La sombra del felino, es la sombra del escribidor y a la vez es sueño de una noche de verano. Ahora estoy muy cerca y ya solo la cortina me impide ver a la criatura en su totalidad. Solo entonces se explica la inexistencia de cualquier árbol en aquella zona.

Y van 6 pasos, 7 y en el octavo el tiempo se detiene. No hay motivos para tener miedo.

La pequeña criatura negra sigue moviendo su cola mientras ambos se empiezan a observar.

El joven comprende que ya todo ha empezado a cambiar.

Su vacío poco a poco,va llenándose de una espuma insidiosa llamada inspiración. Y su mirada que intenta complacer los placeres más ocultos de la gata que mira fijamente. No hay rencor en esta forma tan perfecta de hacer poesía.

Solo entonces se comprende que no volverá a aparecer en ningún otro instante. Y que aquel árbol que parece haber sido plantado para soportar relatos desaparecerá cuando empiece a creerme dueño del mismo. Pero es inevitable. Cualquier intento de literatura pierde su consistencia después de semejante encuentro.

-Miaw- surge de los corazones de ambos.

Y no se seré capaz de comprender porque empecé a sentir aquel frío al que tardé en acostumbrarme. Y quizás tampoco comprenda inmediatamente la razón de esta sensación de vigilancia continua , acechado por las luces y por...

Y los hombres y los gatos se comprenden por momentos. Se cuentan sus secretos e incluso se enamoran sin comprender porque se enamoran. Todo parece fácil cuando hay esa mirada continúa, esas dudas entre especias. Esa hermosa forma de hacer sentir al mundo que no todo se reduce a mensajes de textos u holas sincronizados pero no convalecientes.

El juego continúa. No hay mano que detenga aquel encuentro fortuito pero necesario. Son dos almas que buscan lo mismo en vidas diferentes. Y las voces que provienen del centro de la casa. Parece que alguien se ha dado cuenta. Pero es muy tarde para detener aquel espectáculo de plumas y pelos.

Es necesario Cristina, tú que lees con tanta atención, que entiendas que en el fondo todos necesitamos esto. Y quizás solo después de comprender que no hay lugar para dos almas creativas en una sola noche. Después de pasar por el relato corto, largo, más largo entiendas que la necesidad es imperante.

Y es necesario entender que esto había sucedido muchas veces antes. En los mejores palacios, castillos y chozas urbanas que esconden gatos hasta en la sopa. Cuando el relato se cae de la cuchara y resucita en forma de maullido.

Y esa noche nadie me salva de sentir aquella rugosidad bajo mis patas delanteras y traseras.

Y es que había pensado que quizás si me muevo a la siguiente rama podría observar mejor al muchacho que desde la ventana no deja de preguntarse cómo he llegado aquí. Pero él lo sabe porque todos en el fondo esperamos a ese felino nocturno que viene a arrebatarnos las ideas y a revolver la emociones. Y no importa el nombre ni la hora. Todos esperamos al gato, que en este caso hace sonar su cascabel oxidado cuando se pone de pie para cambiar de rama.

Solo entonces creo en la agilidad que siempre me había sorprendido de estos animales. Y sin sorprenderme intento decirle a ese chico que vuelva a su cuarto, que ya no hay marcha atrás en este momento. Qué debería cambiar el argumento de su vida por uno que prevalezca a los encuentros de esta índole. Deberá aprender a pensar como humano. Y yo deberé aprender a usar este cuerpo que no mucho me sirve para escribir.

Sin embargo mucho he hecho ya con poder alcanzar otra rama.

Y sería una molestia que el joven cosechará un resfriado por mi culpa.

Solo entonces comprendo que debo marcharme. Dejar la casa fría, aquella habitación desordenada y con mi nueva facultad gatuna descubrir todo lo que me falta por descubrir. La vida es una sola como para esperar. Y dejar la conciencia colgada de este ciprés que alguien plantó con delicadeza. Y sentir como mi cola va abatiendo todos los miedos del mundo. Y celebrar en un solo canto que no hay lugar donde mis patas no pueda llegar si yo lo considero.

Entonces bajo.

Mi cuerpo anterior aún observa por la ventana y me detiene por segundos. Y no hay nada que me detenga mientras salto sobre el tejado del mundo en busca de los sueños y las patas calientes.

Nadie te dice nada cuando de repente te ve en la calle caminar tranquilamente

y nadie espera que escribas un relato por mes

Mientras decides ir a buscar aquellas estrellas que observaste caer alguna vez en algún lado.

(1969) - Fragmento especial.   

(1969)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora