#6: Al carajo con los límites

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- Usted no se preocupe, me llevará sólo unos minutos, no creo que sea algo muy complicado- le aseguré a la mujer delante de mí. Según ella, su coche soltaba un olor muy desagradable cada vez que encendía el aire acondicionado. Supuse lo que era, pero era mejor comprobarlo a decirlo en voz alta.

Tras fijarme bien y sacar algunas piezas, confirmé mis sospechas.

- Me lo temía: mire- señalé con pena el pajarito muerto sobre mi guante de mecánica. Ella lo miró entre horrorizada y apenada, debía de llevar allí algunas semanas-. El mal olor empezaría cuando nuestro pobre amigo también empezó a pudrirse. Se lo dije, no era nada grave, excepto para él.

- Muchas gracias- respiró aliviada. Yo me limité a envolver el pájaro en unas servilletas de papel que usaba para quitar lo que podía de aceite, luego lo enterraría en un parque-. ¿Qué le debo?

- Nada, mujer- reí-. No he tenido que usar mis propios materiales, era algo simple. 

- En ese caso, permítame al menos darle una propina.

- No se preocupe, en serio...

- Insisto, es usted muy rápida y sabe lo que hace. Lo que es mejor, no me mira el culo- rodó los ojos, antes de reírse a la par conmigo. 

- Gracias. Espero verla pronto- me despedí, mirando la propina en mis manos y suspirando. No me gustaba eso, me sentía como si les hubiese cobrado injustamente. 

- Disculpe, señorita... ¿Puede comprobar qué le ocurre a mi tubo de escape?- me interrumpió alguien los pensamientos.

- Dígame qué problema tiene- pedí mientras guardaba el dinero en la caja registradora, de espaldas a él.

- Se levanta cuando la ve a usted.

Indignada y empezando a molestarme, me di la vuelta y descubrí al que menos me esperaba.

- ¿Qué haces tú aquí? Ni siquiera tienes coche.

- Vamos, Kira, no seguirás enfadada por lo de la otra vez...- sonrió de lado.

- Que te den, Izaya. Fuera de mi taller, tengo clientes- empecé a empujarle hacia la puerta, y una vez con el pie en la calle me quedé en el enorme umbral (era la puerta de un viejo garaje), asegurándome de que se iba.

- Deberías tener otro tipo de clientes, preciosa... 

- Largo- puse la mano sobre mi pistola, que siempre llevaba escondida en el costado del pantalón. El moreno la miró, aún sonriendo, y luego me miró a los ojos.

- Bonito discurso el que te dio Shizu-Chan en tu salón anoche, ¿eh?

- ¿Cómo sabes que estuvo en mi casa?

- No por nada tu serpiente estaba mirando hacia fuera. Yo estuve todo el tiempo escondido en el hueco de la esquina, ni siquiera Shizu-Chan me vio.

- Ahora te veo perfectamente, hijo de puta- gruñó el rubio justo detrás de Izaya, sobresaltándonos a los dos-. Echa a correr antes de que te mate.

- Hablando del rey de Roma... ¿Cuándo piensas tirártela? No me lo quiero perder.

- ¡¡¡QUE TE PIRES!!!- gritamos Shizuo y yo a la vez, provocando un ataque de risa en Izaya mientras se iba a paso tranquilo. 

- Es la segunda vez que le veo y sigo sin soportarle- resoplé, colocando mi camiseta para volver a esconder el arma. Invité a pasar a mi amigo y lo dejé al lado del mostrador, en lo que yo atendía a dos hombres que me preguntaban por neumáticos.

Pasado un largo rato, por fin pude acercarme a él.

- Veo que te va bien- sonrió sincero una vez me puse a su lado.

Golpes de electricidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora