- ¡Yuma! ¡Suelta eso!- grité, forcejeando con la fuerza de mi persistente King Cobra, tratando de recuperar las llaves de mi coche-. ¡No nos vamos a ir de aquí, acabamos de mudarnos!
Soltándolas de repente, Yuma se bastó de eso para que me cayera de espaldas al suelo por enésima vez en menos de media hora. El muy plasta no quería dejarme ir a trabajar, quería irse de Ikebukuro y yo por supuesto no iba a ceder.
- Hazme el favor, Yuma, Simon me dijo que me pasara a las nueve y son las ocho y media, tengo que guardar las cosas en mi bolso y no ayudas en nada.
Un siseo cabreado junto con una amenaza de mordisco fue su seca respuesta. Abrí la boca en un gesto de indignación y lo miré fijamente a los ojos.
- Si me muerdes moriré en cinco minutos, así que como lo hagas acabarás en un laboratorio o peor, te asesinarán a palos. ¿Quieres eso, eh? ¿Por qué diablos no intentas darle una oportunidad a Ikebukuro?
Agachando la cabeza con aire arrepentido, el reptil de tres metros se arrastró hasta llegar a mis piernas para frotase contra éstas, siendo éste su habitual gesto de "Perdóname, te quiero".
- Yo también te quiero, pero debo irme ya. Nos veremos cuando salga de trabajar a las cinco, volveré sobre las cinco y cuarto, y saldremos juntos a dar una vuelta en coche por la parte de la ciudad que aún no hemos visto, ¿te parece bien?
Sacó la lengua y la mantuvo ondeante durante tres segundos, dándome a entender que le gustaba la idea. Le sonreí, me agaché para besarle la cabeza y me marché (que conste que esto no se debe hacer, los reptiles tienen la salmonela, pero Yuma está vacunado desde su nacimiento y no resulta ninguna amenaza excepto por su fuerza para estrangular y su veneno).
No iba a coger el coche para ir a la ciudad, quedaba a sólo diez minutos caminando y tenía tiempo, así que no me costaba nada ir a pie a mi nuevo trabajo en el restaurante de sushi ruso.
Un buen y extraño comienzo, pero bueno al fin y al cabo.
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- Tienes media hora para comer, yo me quedo aquí- me comunicó Simon a la una-. Puedes ir adonde quieras siempre y cuando regreses a tiempo.
- De acuerdo, seré puntual- aseguré, quitándome el pequeño delantal que cubría mi cintura y dejándolo dentro junto con mis otras cosas, saliendo con la cartera en un bolsillo del pantalón y el móvil por si acaso.
Entré a un bar cercano y pedí una Coca-Cola Zero junto con un bocadillo especial de pechuga de pollo, y mientras esperaba me dediqué a revisar los mensajes y a responderle a mis padres y a mis amigos.
- Parece que estamos destinados a coincidir siempre para comer, ¿eh?- fue el saludo de alguien parado a mi lado. Confusa, alcé la vista y de inmediato sonreí de oreja a oreja al ver a Tom, con un despistado Shizuo a su espalda.
- Eso parece, sí- reí, indicándoles que tomaran asiento frente a mí-. Estoy en mi descanso para almorzar, y de momento me va genial trabajando en el restaurante.
- Y después de la metida de pata de ayer, necesitabas un logro- habló Shizuo, ganándose un resoplido de parte de Tom y un puchero tristón de mi parte.
- Eres malo- protesté con tono infantil, cosa que bien poco le importó al rubio, el cual rodó los ojos para evitar mi mirada de cordero degollado.
Ambos se pidieron un café para pensarse lo que comerían mientras hablaban conmigo, y para cuando terminé mi bocadillo y le di el último sorbo a mi refresco, tuve que despedirme para poder entrar al trabajo a tiempo. Los dejé no sin antes desearles buen provecho y regresé al restaurante, donde Simon me recibió con una amplia sonrisa.
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Golpes de electricidad
RomanceAkashi Kira por fin es mayor de edad. Está lista para soltarse y vivir independientemente. Pero ya ha cometido su primer fallo: mudarse a Ikebukuro, distrito de Tokyo, muy lejos de su familia y amigos. Segundo fallo: instalarse en un apartamento en...