*Dia Catorce:
Abby se terminó de hacer la trenza, a un lado. Larga, hasta casi rozar el seno derecho. Se ató el final en una goma de un color fucsia pálido y se colocó bien su sudadera rosa. Dio una vuelta sobre sí misma y pudo ver lo bien que le quedaban esos tejanos nuevos. Sonrió y cogió su bolso. Cloe la esperaba en frente de su coche. La miró por encima de las gafas. Intentó sonreír, aun que esa sonrisa ya no era la misma. Ya no des de que sabía que su hija estaba… ¿enferma?. Su niña, su hija, su bebé de siempre, su preciosa… Intentó no pensar más en ello, si no, se pondría a llorar. Como cada día, como cada noche. Ralladuras de cabeza. ¿Y quién no las tendría si su hija estuviera a punto de morir?
- Pero qué guapa. – le espetó Jackson, saliendo de casa. – pero que hermana más preciosa que tengo.
- No seas pelota, grande. – le dijo Abby enseñándole la lengua. - ¿Vienes con mamá y conmigo?
- No, quedé con San. – le guiñó un ojo a su hermana. – pásalo bien, pequeña.
- No lo dudes.
Su hermano tampoco era el mismo desde entonces. Se pensaban que no se daba cuenta, pero era la primera en hacerlo. Era la primera en notar la tensión en su familia, el trato que tenían, el de vez en cuando un ‘¿estás bien?’ que no podían aguantar en sus labios, pero que en realidad, no sabían que a ella le dolía, se lo hacían recordar, a cada minuto. Solo quería ser como otra más, como… como una humana normal, no como una enferma. No quería que tuvieran compasión, no quería la compasión de nadie, ni de sus hermanos, ni de su padre, ni de su madre. Quería seguir igual que antes, igual que hacía catorce días antes. Por eso se sentía tan bien con Niall, porque él al menos… la trataba como ella quería. Como deberían los demás, y no de una forma ‘especial’.
*- ¿Nos haces una foto? – sonrió ella alcanzándole el móvil de una de las fans que la habían llamado.??
Cloe aparcó delante del gran mall del centro de Los Ángeles.
- Nunca habíamos ido ¿cierto? – miró a Abby.
- No, al menos no lo recuerdo. – Abby se inclinó hacia adelante y miró hacia arriba. – Es enorme. – entreabrió la boca.
- Vamos, vida. – sonrió Cloe, abriendo su puerta.
Abby la siguió. Entraron al gran mall. Abby guardó sus gafas de sol, dentro de la plantilla y en el bolso. Miró a su alrededor. Una de las primeras tiendas le llamó la atención.
Cloe sonrió, las dos entraron. Le había recordado a cuando era pequeña, y le pedía un helado, algo que se le antojara, y la cogía por el jersey y señalaba la tienda en donde había visto aquello que le había llamado la atención. Alguien llamó a Abby.
- Abby, ¡Abby hermosa!
Las dos se giraron.
- Oh, por dios, ¡Mueroooo! – gritó una de las chicas.
Abby apretó los ojos.
- Por favor, no grites. – dijo frotándose la sien.
- Oh, lo siento, lo siento. – dijo otra de las chicas. – ella es así, es que te adora. Bueno, todas te adoramos ¿Quién no? – ambas se pusieron a reír, Abby también. – Que suerte encontrarte aquí… - dijo mirándola. – Eres mucho más guapa cara a cara…
- Oww… gracias. – agradeció .
- ¿Podemos hacernos una foto contigo y con mamá Cloe? – sonrió la rubia.
- Claro. – dijo Abbt. – Perdone. – llamó a un chico que pasaba por allí.
Ella se quedó de piedra. Por un instante, un reflejo, le pareció que aquel chico era igual a Jeydon. Igual. Negó con la cabeza, unos remordimientos interiores volvieron.
- ¿Dime? – volvió la vista y dedució que no, que para nada se parecía a su… joder, no a su ex, a su nada. Simplemente no se parecía a Jeydon.
Unas cuantas bolsas en ambas manos. Más de ocho fotos. Algunos que otros autógrafos. Una sonrisa de felicidad. Intercambiar una mañana con sus fans ha sido de lo mejor. Y no le sabe mal, para nada. Su madre está orgullosa. Y a ella le gusta, le gusta mucho. Y les gustaría decirles… escuchad, mis vidas… me muero, pasado mañana, puede que ya no esté. Pero le hizo una promesa a su amor de que la noti
cia no saldría, de que sus fans no lo sabrían hasta que no sucediera de verdad. Tanto era… repartir esas risas, esas pocas palabras, opinar de lo que se compraba una u otra, o platicar sobre algo otro, con ellas, con la gente que la apoyaba, con la gente que la seguía des de hacía años, había sido increíble. Y más, sin ningún guardaespaldas. Se había dejado abrazar, dar dos besos. ¿Qué tenía de malo? Era una persona como cualquier otra.
Cansadas de dar vueltas por las cinco extensas plantas del mall, a las cuatro y media, decidieron sentarse en una pizzería.
- ¿Qué te pareció esta mañana de madre-hija? – sonrió Cloe, cogiendo una de las cartas.
- Estupenda. – dijo Abby, dejando su bolso en el respaldo de la silla.
El camarero se apresuró a ir a preguntar qué es lo que querían. ¿Un par de napolittanas? No, mejor un buen plato de tortellinis o spaguettis a la carbonara, como le gustaban a Abby.
- Espero que se vuelva a repetir pronto. – sonrió Abby. – hacía tiempo que no pasaba una mañana contigo.
Cloe entristeció. Si, ojalá y esas palabras fueran ciertas. Y pudieran pasar y una, y dos, y tres, y cuatro, y las que ella quisiera, de tardes juntas. Pero por ahora, eso era imposible.
Porque ya no quedaban tardes. La bomba de relojería situada en el interior de Abby estaba echando cuenta atrás, y a esa cuenta atrás le quedaban menos de cuarenta y ocho horas…?.